domingo, 10 de marzo de 2013

¿GANARA CHÁVEZ OTRA ELECCIÓN?


El acto simbólico ejecutado por el presidente Chávez, al partir a su destino final, marca el rumbo inmediato de la sucesión en el poder en la República Bolivariana de Venezuela. La unificación de las diversas facciones o tendencias existentes en el Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) y en el ámbito gubernamental, alrededor de Nicolás Maduro, con una suerte de unanimidad norcoreana, detiene una posible ruptura en la coalición gobernante, una vez desaparecido su  indiscutible líder.
La multitudinaria despedida brindada al comandante Chávez  por un significativo número de dignatarios y, de manera notable, por grandes masas de la población venezolana, sobre todo de extracción humilde, profusamente divulgada por los medios de comunicación alrededor del mundo, tiene un efecto interno de enorme magnitud. Esta manifestación popular opaca cualquier reacción opositora a la legitimidad del acto por medio del cual es investido, como presidente transitorio, el vicepresidente Maduro.

Esas manifestaciones masivas son el resultado de la ejecución de un proyecto con el cual se han beneficiado amplios grupos de la población, tradicionalmente excluidos de las políticas estatales. Por ese motivo, esa identificación, como ha ocurrido en varios países de América Latina, tiende a perdurar en el tiempo, como identificación o como nostalgia. No otra cosa sucede con las medidas adoptadas en su tiempo por el régimen peronista, las reformas sociales impulsadas por el presidente Calderón Guardia o los procesos de movilidad social con el cual se amplían y refuerzan los sectores medios de la población costarricense, promovidos bajo el liderazgo de José Figueres Ferrer. Estos caudillos desaparecen físicamente, pero siguen ganando elecciones o inspirando movimientos.

Si bien en la política no es posible predecir los resultados -¡la ciencia política, de igual forma que la economía,   como se ha comprobado de sobra, no son ciencias exactas! - todo parece indicar el surgimiento de un estado de conmoción y de adhesión al desaparecido caudillo, cuya prolongación en el corto tiempo al cabo del cual se efectuarán  las elecciones, tendrá consecuencias relevantes en el abreviado torneo electoral por venir.

Reponerse de una reciente derrota ante el imbatible Chávez, ganador en cuatro elecciones presidenciales, así como enfrentar los efectos de identificación masiva con el líder ausente, sumado a la aparente unidad de las fuerzas gubernamentales, le plantean un difícil reto por vencer a la oposición en su reiterado intento por desplazar del poder a la actual coalición hegemónica.

El sucesor no parece reunir las características del liderazgo carismático de Chávez, según la conocida visión weberiana, de acuerdo con la cual a esos líderes se les reconoce poseer cualidades excepcionales por parte de sus seguidores; ni parece poseer las destrezas mediáticas del comandante. ¡Esas condiciones no se heredan, ni se decretan! Sin embargo, de no surgir alguna situación extraordinaria, podría darse un escenario según el cual la efervescencia generada por su temprana partida y las emociones vividas por los electores, unidas a los otros factores ya mencionados, lleven al comandante Chávez a ganar de nuevo otra contienda electoral.

¿Es positivo esto para Venezuela y la América Latina? Si llegara a suceder así, solo  el tiempo lo dirá.