domingo, 20 de octubre de 2013

XENOFOBIA: UN MAL GLOBAL

Existen fenómenos extendidos en forma global por las más diversas sociedades, con manifestaciones singulares en el contexto particular de las naciones o las regiones en las cuales tiene su presencia. Uno de ellos, cuya multiplicación en épocas de dificultades económicas, sociales y políticas adquiere una acentuada propagación, es el de la xenofobia, repudiable comportamiento generador de lamentables violaciones a los derechos humanos.
 La Real Academia Española define la xenofobia como el odio, la repugnancia o la hostilidad hacia los extranjeros. Este tipo de discriminación tiene su origen, con  mucha frecuencia, en una serie de prejuicios sociales y culturales con los cuales se justifica la animadversión hacia quienes por diferentes circunstancias llegan a convivir en una sociedad distinta a aquella en la cual nacieron.
La segregación social o la exigencia de adaptación cultural, ante la percepción de la amenaza de perder la “identidad propia”, son una consecuencia de los arraigados prejuicios históricos, por largo tiempo latentes en la profundidad del tejido social, a los cuales las vicisitudes del presente les hacen  aflorar y manifestarse con ímpetu en el proceder de los grupos sociales con mayores dificultades, potenciales o reales, así como en los portadores de visiones ideológicas con un marcado signo xenofóbico.  Aunque resulte paradójico, este es un fenómeno con una notable presencia en sociedades caracterizadas por su amplio multiculturalismo.  
En situaciones de crisis socioeconómicas o con el surgimiento de condiciones de incertidumbre, como las vividas hoy en diferentes países, en el Norte y en el Sur, los sentimientos xenófobos se profundizan, producto de una pretendida competencia por los puestos de trabajo con la población inmigrante y por las dificultades de acceso y el deterioro sufrido en la calidad de los servicios básicos, tales como la salud y la educación.
Culpar a los inmigrantes por las dificultades surgidas en el mercado laboral o de los apuros presupuestarios vividos por los sistemas de seguridad social, es un elemento común en sociedades con entornos muy diversos. Así, por ejemplo, el periódico español El País publicó, en su edición del 17 de octubre de 2013, la siguiente información: “Los líderes de las instituciones comunitarias llevan meses preocupados por el giro antiinmigración que han experimentado los discursos de muchos gobernantes al calor de la crisis. La tentación de culpar al extranjero de los problemas del Estado de bienestar ha llegado hasta el punto de arremeter no solo contra los inmigrantes de terceros países, sino contra los comunitarios, principalmente rumanos y búlgaros (El País, España, 17/10/13).
Desde el en apariencia inofensivo chiste, cargado con frecuencia de animosidad, pasando por las actitudes discriminatorias, la privación de los derechos laborales o el obstáculo para el acceso a servicios públicos básicos, llegando hasta las acciones abiertamente agresoras, en estos tiempos ejercidas también desde los estados y amparadas en marcos jurídicos adoptados con el propósito de detener la inmigración permanente, son todas ellas formas execrables de conducta xenofóbica, cuyo surgimiento puede ser explicado por los motivos apuntados, pero inadmisible de justificar en los albores del siglo XXI y en las  llamadas sociedades del conocimiento.
El papel de los medios de comunicación suele ser muy destacada en el desarrollo de estos procesos. Su creciente influencia en las diferentes manifestaciones de la cultura contemporánea, ejercida por medio de la divulgación de informaciones, imágenes, modelos y valores, les permite influir en las formas de comportamiento adoptadas por la población. Con alguna insistencia se les cuestiona a los medios por el contenido de sus mensajes y su reproducción de los prejuicios en los cuales se sustenta la discriminación sufrida por los inmigrantes. Sustentar sus informaciones en evidencias, a las cuales se puede recurrir con facilidad al existir profusos estudios en relación con los temas migratorios de  mayor interés público,  es la mejor manera de evitar su transformación en vehículos por medio de los cuales se propagan las visiones absurdas y se refuerza entre la ciudadanía  el sentimiento según el cual el inmigrante constituye una amenaza para su supervivencia, su bienestar o su identidad.



miércoles, 2 de octubre de 2013

ELECCIONES 2014

El día de hoy, 2 de octubre de 2013, el Tribunal Supremo de Elecciones efectúa la convocatoria a las elecciones nacionales para designar a quien ocupe la presidencia de la república y a los integrantes de la Asamblea Legislativa, durante el período 2014-2018.
Este relevante momento para la vida democrática de la nación, se presenta en un prolongado período durante el cual el escepticismo y el enfado con los partidos políticos y los políticos se ha extendido por los más diversos sectores de la sociedad. El manifiesto descontento  público está haciendo mella, de forma inconveniente, en el sistema político y en la confianza de la ciudadanía en algunas de las instituciones básicas del secular régimen republicano costarricense.
La participación en la vida política e involucrarse en el debate público, son elementos sustanciales en el ejercicio de la ciudadanía y en el funcionamiento de los sistemas democráticos. Comprometerse en el desempeño de los cargos públicos y la disposición a competir  por acceder a ellos, en un torneo llevado a cabo bajo reglas claras, aceptadas por todos, es una tarea loable, pero cada vez más embrollada.
Para cumplir con el oficio del político se requiere de contar con capacidades muy particulares o responder con entusiasmo a los intereses más nobles -¡aunque con alguna frecuencia, asimismo, a los más deleznables!-, por cuya consecución se está dispuesto a someterse al escrutinio público, sacrificando su vida privada y arriesgando  sus bienes o su prestigio. Se requiere además, como alguna vez lo apuntara Max Weber, pasión para exponer y defender sus ideas y sus proposiciones. ¡Un político sin este atributo, difícilmente conseguirá el apoyo de los electores, ni será capaz de impulsar los pequeños y grandes proyectos, necesarios para retomar el camino!
Algunas circunstancias han enrarecido el clima político, gestándose una suerte de apatía colectiva, dañina y contraproducente para el bienestar de la comunidad nacional. Lo deseable para la democracia es la convocatoria a la ciudadanía, dispuesta a dirimir, en la disputa electoral, el rumbo que habrá de seguir el país y las soluciones a emprender en respuesta a los múltiples problemas que le aquejan y a las causas con las cuales se origina el propio malestar ciudadano.
La aparente lejanía de las agrupaciones partidarias, en relación con las necesidades, demandas y aspiraciones de la mayoría de los habitantes,  sumada a frecuentes e intolerables escándalos de corrupción, divulgados con insistencia por los diversos medios de comunicación y multiplicados por las redes sociales, así como el empleo de un “sospechímetro”, aplicado a diestra y siniestra a cualquier persona destacada o dispuesta a comprometerse con el cumplimiento de una función pública, contribuyen a enturbiar el panorama político.
Se destaca en esta situación, la creciente insatisfacción con el funcionamiento del “primer poder de la república”, escenario en el cual los partidos políticos, por medio de sus representantes, ponen de manifiesto sus propuestas y su capacidad de negociación y de respuesta ante los grandes desafíos enfrentados por la nación o la ausencia de esos talantes, reclamados por la sociedad.
La discrepancia -algunas veces latente, otras abierta y explícita-, en relación con el modelo de crecimiento económico adoptado desde la década de los años 80, cuyas consecuencias en cuanto a la diversificación en la estructura productiva, el incremento en las exportaciones y la atracción de inversiones, han sido notables. Pero no lo ha sido así en cuanto al debilitado sistema institucional y de manera especial en cuanto a la incapacidad de promover la integración y la cohesión social, generando significativas disparidades en el bienestar de las familias y significativas brechas entre los diversos estratos sociales y, como lo muestran los recién publicados índices de desarrollo social, entre las diferentes regiones del país.
El aumento de las desigualdades y la persistencia de numerosas familias viviendo en exclusión social, así como el deterioro de servicios básicos de protección social con los cuales han contado los habitantes del país, son una fuente de descontento e inestabilidad. Esto suma a la crispación política y al descontento  ciudadano.
La convocatoria a las elecciones se presenta en un momento en el cual muchos ciudadanos esperan sopesar las propuestas ofrecidas por los candidatos, ante sus principales inquietudes. Pero un revelador porcentaje de votantes, pareciera se están inclinando hacia la abstención. El aumento de la ausencia a las urnas no solo significaría ahondar el debilitamiento de nuestra alicaída democracia, sino que también, aunque para algunos resulte paradójico, favorece a quienes encabezan las encuestas. Un alto abstencionismo beneficia a quien se encuentra más cerca del pretendido 40 por ciento. Las pasadas elecciones de alcaldes, mostraron las ventajas obtenidos por el partido con una estructura más sólida y una mayor organización, como resultado de la ausencia de votantes en las urnas electorales.

¡Los electores tienen en sus manos la decisión y deberán tener claro que con su abstención también están eligiendo!¡Acudir a las mesas de votación es una manera de fortalecer nuestra democracia y de ejercitar el derecho ciudadano a escoger a los gobernantes!¡Las urnas nos dan la oportunidad de encauzar el malestar y nuestras aspiraciones ciudadanas!