lunes, 2 de enero de 2012

REALIDAD MEDIÁTICA



Mi caminata diaria se traslada, en estos días de vacaciones veraniegas, de las horas tempranas de la mañana, al momento en el cual el sol calienta bastante más. A cualquier hora que sea, el recorrido por las diversas vías heredianas, muy transitadas unas y  apacibles las otras, con el debido cuidado de no hacerlo por media calle, resulta muy agradable. Por razones puramente de distracción, con frecuencia varío las rutas, pasando por barrios y caseríos ubicados a diez kilómetros a la redonda desde mi casa.
En una de esas andadas pensaba en la conversación telefónica con una periodista francesa, interesada en los temas de la seguridad en nuestro país y en su insistencia en saber sobre cuáles eran los barrios o sitios en donde existe un riesgo inminente al ingresar a ellos, así como sobre la disposición de la ciudadanía costarricense a restablecer el ejército, como un mecanismo para combatir el narcotráfico y las otras formas de criminalidad extendidas por el país.  ¿No es así como lo ha hecho el gobierno mexicano y sus homólogos en algunos de los otros países centroamericanos? ¿No es con el ejército en las calles como tratan de controlar los territorios alejados de la soberanía estatal y de detener el inaudito crecimiento de la delincuencia? ¿No ha sido la ineficaz “mano dura” o la “supe mano dura “, las medidas a las que se ha recurrido, con el apoyo de las tropas, para tratar de superar las blandas políticas precedentes?
La reflexión me llevó a pensar, de inmediato, en la realidad seleccionada por la televisión, y algunos otros medios de comunicación, para su transmisión hasta los consumidores de noticias, ubicados en un mercado cada vez más global, evidentemente concentrada en hacer de la criminalidad, la acción policial y la labor de la justicia, con frecuencia puesta en tela de duda, el elemento central de nuestra vida cotidiana, ¡el pan nuestro de cada día!
Recordé entonces la pregunta formulada  por la periodista y socióloga catalana Margarita Rivière, en su brillante escrito titulado “La fama”: “¿En qué medida los medios reflejan la realidad, o bien la recrean -ejerciendo un proceso de selección complejo, a camino entre lo normativo y lo arbitrario- o la inventan de acuerdo con sus intereses, fantasías y delirios?”.
El delirio por el rating, unido a una supuesta preferencia del consumidor por este tipo de información,  se convierte en el principal justificativo de su selección. El asunto, al fin de cuentas, es pura y simplemente de rentabilidad.
La publicación de los datos según los cuales ha disminuido el robo de vehículos y de viviendas, así como la reducción en los casos de agresión con arma blanca, es descartada como contenido mediático de relevancia. La “guerra” entre los policías y los delincuentes, así como las víctimas de esta situación, son la realidad escogida para divulgar entre una ciudadanía demandante de mayor seguridad.  Esta realidad se convierte en el caldo de cultivo para el florecimiento de los discursos populistas de “mano dura”, con un espacio preferente en algunos medios.  
¿Cuántos elementos positivos de nuestra vida cotidiana y de la rica realidad social del país son constantemente desechados en el complejo proceso de construcción de la realidad mediática?¿Cuántas virtudes y logros existentes en las múltiples dimensiones de nuestra cotidianidad no se encuentran en correspondencia con los “intereses, fantasías y delirios” de quienes elaboran o seleccionan los contenidos que tratan de hacernos consumir ciertos medios?¿Cuánto del malestar ciudadano es el resultado del rechazo a identificarse con una sociedad plagada de defectos y privada de enterezas, como lo muestran diariamente diferentes medios? 

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