domingo, 2 de diciembre de 2012

EL TEMPLO DEL MERCADO


La inauguración de un nuevo templo, en un lugar estratégico del Área Metropolitana, moviliza a miles de fieles, a pesar de anteceder tan solo por unos cuantos días a la máxima celebración, denominada como el “viernes negro”, a la cual acuden fervorosos y dispuestos a cualquier sacrificio con tal de adquirir el preciado bien ofrecido por los mercaderes contemporáneos.

La denominación de este viernes con la connotación racista según la cual se identifica lo negro con lo negativo, lo maligno o lo pernicioso -por ejemplo, “mercado negro” o “negro porvenir”-, celebrado el día posterior a la conmemoración estadounidense de la “acción de gracias”, genera un verdadero caos en los templos principales o en las capillas de menores dimensiones. El mall es el más venerado santuario de la sociedad mercadocéntrica y el más visitado en estos tiempos.

Conforme se acerca una época de máximo culto al consumo, la frenética carrera por adquirir bienes, con los cuales se satisfacen diversas necesidades, alcanza matices sobrecogedores. La última manifestación ocurre ante el llamado de una cadena comercial transnacional, ante el cual hacen largas filas y corren presurosos los feligreses, dispuestos a gastar el aguinaldo, aún no recibido, o a pintar de rojo el plástico con el cual hacen su triunfal ingreso al mercado de consumo. Los zafarranchos ocurridos al interior de los establecimientos, sin reparar en el irrespeto al sagrado santuario mercantil, expresan hasta donde se está dispuesto a llegar con tal de satisfacer aquel efímero apuro.

El principio de la moderación, precepto generalmente aceptado para guiar nuestras conductas, se deja de lado ante la majestuosidad de las pantallas planas, las tabletas y los juegos electrónicos. ¿Quién podría moderarse ante el deseo de acceder a una pantalla táctil, un móvil inteligente, un XBox 360 o un artefacto de 3D? ¿Quién podría aguantar ante un apreciable descuento en el precio de aquel producto por tanto tiempo anhelado? ¿Quién no se rinde ante los íconos de la triunfante devoción de nuestra época?

Como ocurre en otras religiones, en este caso no hay límites formales al ingreso a los templos, pero no así para alcanzar la principal aspiración de obtener aquellos apreciados bienes con los cuales transitar al edén. Cualquier persona, sin importar su condición social, puede acceder a sus instalaciones y admirar los fetiches tantas veces  contemplados por la televisión, pero el camino a la gloria está reservado a una parte de la población; la otra, la excluida, continuará mirando de lejos aquella desigual sociedad de la cual no pareciera formar parte.

Mientras tanto, pienso en el momento más oportuno para tocar a las puertas de algún santuario, para adquirir los regalos para mis amigos y familiares, en esta cultura de mercado en la cual  estamos envueltos, aunque tratemos de resistirnos y de escapar del fanatismo al culto de nuestro tiempo.

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