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Uno de los principales mensajes enviado
a los electores por el Partido Liberación Nacional (PLN), durante la pasada
campaña electoral, apuntaba al compromiso de volver a sus raíces
socialdemócratas, aunque nunca se ahondó en el significado de aquel retorno,
ni se explicó el sentido de tal propuesta. Tratando de leer entre líneas
y de interpretar lo afirmado por algunos destacados miembros de esa agrupación
política, pareciera tratarse de darle un viraje a las posiciones en las cuales
se acomodaron hace unos cuantos decenios y en cuyos estrechos cauces se han
sentido muy a gusto otros de sus dirigentes y,
en parte, las coaliciones de poder, con intereses muy claros
y con una elocuente representación en el proyecto político y económico del
otrora partido socialdemócrata.
Esas posiciones, generadoras de un
áspero malestar ciudadano, con una constante presencia en la vida social y
política del país, con intermitentes expresiones de descontento, un día sí y
otro también, ante controversiales decisiones legislativas y gubernamentales, así como frente a las constantes denuncias de corrupción, encuentran su más abierta manifestación de oposición en el recién pasado torneo
electoral.
El contundente no al continuismo, dicho
de manera mayoritaria por la ciudadanía, mediante su voto, condujo a la peor
derrota sufrida por este grupo político desde su fundación, aderezada con el
insólito hecho del retiro de su candidato en plena segunda ronda electoral,
ante el desconcierto, en primer lugar de su militancia, así como de su
dirigencia y de todos los involucrados en la contienda electoral. La inusitada
noticia traspasó con rapidez las fronteras y fue material para los comentarios
políticos internacionales, hasta el final de la elección.
No se cuenta aún con una explicación
convincente sobre el inesperado retiro del aspirante presidencial
liberacionista, ni de su actuación, con la cual precipitó al abismo electoral a
su partido.
Dos preguntas quedan pendientes de
responder para quienes acometan la tarea de analizar con detenimiento lo
sucedido en este proceso eleccionario. Por una parte, ¿el freno al continuismo,
dictado por los votantes, fue el castigo ante unas reiteradas malas gestiones y la ausencia de transparencia
en la administración gubernamental del PLN o es también una muestra de desaliento
con la orientación de las políticas instauradas en el país desde los años 80?
Por otra parte, ¿Cuán profundos son los cambios experimentados por la sociedad
costarricense y por su sistema político y hasta donde les resulta posible a los
partidos más tradicionales renovarse o refundarse?
Hace diez años se publicó un trabajo
elaborado por el hoy presidente electo, Luis Guillermo Solís, y el politólogo Felipe Alpízar, sobre la crisis
enfrentada por el PLN luego de sufrir dos derrotas consecutivas (1998 y 2002) y
acerca del futuro de esa agrupación política. Señalan los autores lo siguiente:
“En el caso del PLN esta situación es todavía
más crítica pues no solamente está obligado a ganar las elecciones
presidenciales y aumentar su representación legislativa y municipal. También deberá simultáneamente, si quiere
preservarse como movimiento político de primer orden en el siglo XXI, emprender
su refundación y completarla. Hacer lo uno sin lo otro conllevaría, por un
lado, la posibilidad de que se ganen las elecciones pero se pierda el futuro; o
a que, en el caso contrario, se pierdan las elecciones y no haya futuro al cual
llegar con un partido transformado. El reto es por lo tanto doble y, también,
ineludible” (Solís y Alpízar, 2004:7) (Las negritas son mías).
Como lo sabemos ahora, se hizo lo
uno pero no lo otro, se ganaron las elecciones del 2006 y del 2010, sin
emprender la refundación y sin visos de tan siquiera proponérsela. Por el
contrario, los dos triunfos alcanzados reforzaron sus prácticas y se olvidaron
de la trasformación. ¿Se habrá perdido el
futuro, según lo vaticinaban Solís y Alpízar?
Mientras tanto, los electos como
diputados liberacionistas, de acuerdo a lo divulgado por los medios, parecen moverse
en el sentido opuesto a su propuesta de regreso a la socialdemocracia. Dicen
estar tratando de construir una alianza con las agrupaciones más conservadoras
representadas en el parlamento, con una manifiesta intención de acceder al
control del directorio legislativo y, de esa manera, generar un bloque opositor a la concreción
de los cambios propuestos por el candidato vencedor, con el respaldo mayoritario
de los electores. Con una actuación de tal naturaleza demuestran haber hecho
una mala lectura de los acontecimientos y del palmario mensaje enviado por la
ciudadanía, en este aleccionador proceso electoral del 2014.
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