Uno de los elementos básicos productores de identidad, en
una sociedad, es el lenguaje en sus más variadas manifestaciones. Posiblemente,
la procedencia particular de quienes llegaron a nuestra tierra e introdujeron
la lengua castellana, convirtió el voseo, junto al ustedeo, y no el tuteo, en nuestras formas de expresión
familiar y coloquial.
Con la creciente integración cultural de la sociedad global,
adquieren gran relevancia aquellos rasgos propios de la colectividad con los
cuales se singulariza esta, ante el riesgo de la uniformización. Como bien se sabe, el
lenguaje es dinámico y sujeto a constantes modificaciones, esto lo hace
sensible a los mensajes y voces provenientes del entorno. En un proceso de esta
naturaleza, los diversos medios de comunicación y la preeminencia alcanzada por
los espectáculos en la cultura de nuestro tiempo, los convierte en vehículos de
especial relevancia en la transmisión de imágenes, aspiraciones, pensamientos y
formas de expresión.
Un ejemplo interesante, en este sentido, es el de la
extendida afición a seguir las telenovelas por parte de numerosas personas y
familias en el país. La significativa porción de las programaciones de los
canales de televisión dedicados a la difusión de estas transmisiones, les hacen
ocupar una destacada posición en el competido rating de las televisoras.
Las telenovelas, producidas por lo general en sociedades en
donde predomina el uso de tuteo, se convierten en un significativo mecanismo de
difusión de esa forma de expresión entre su público. La tendencia a imitar,
entre otras cosas, las maneras de comunicarse asumidas por los actores, algunos
de ellos considerados como modelos o ídolos, llevan a asumir como propios sus
modos de hablar. Es cada vez más frecuente escuchar el uso del “lenguaje de
telenovela” y de un tuteo no siempre bien empleado entre individuos o entre
algunos grupos de la sociedad.
La percepción sobre esta situación me resulta hasta cierto
punto fácil de comprender pues mi familia resultó ser “bilingüe”. Mi esposa, proveniente
de Cuba, arribó al país con tan solo tres años de edad. Eso la hizo utilizar el
tuteo como la forma de expresión propia de su lengua vernácula; pero hizo suyo
el voseo, por su identificación con la cultura que le brindó cobijo. Esto
contribuyó a la presencia en la casa de una mezcla de expresiones, la cual no
me alcanzó, por mi plena vinculación con el voseo como nuestra forma de
expresión.
En aquel juego de voseo y tuteo me quedó clara la pérdida
de la partida cuando una noche bajé el interruptor y un sonoro, ¡coooño papi, tú
me apagaste la luz! se escuchó en aquella sala en penumbras, proveniente de Ana
Lucía, mi hija de tres años, quien esa noche jugaba plácidamente hasta la
abrupta interrupción.
Lo cierto es que, en este contexto de intensa integración
económica, política y cultural de la sociedad contemporánea, resulta imprescindible reforzar todos
aquellos mecanismos generadores de identidad, entre los cuales sobresale
nuestras más profundas y propias formas de expresión. Lo contrario significa
sucumbir ante la cultura mediática, diluirse en el mundo global y perder la
identidad.
Una cosa que he aprendido en los años que llevo viviendo en Europa es la importancia que tienen las tradiciones y que vestir los trajes típicos o participar en bailes y otros espectáculos tradicionales es motivo de inmenso orgullo para quienes lo hacen y una forma de mantener su identidad.
ResponderEliminarEn Catalunya lo del lenguaje es particularmente importante porque este pueblo se identifica a sí mismo por su idioma y lo defienden constantemente.
Será muy bonito que en CR también defendamos nuestra forma particular de comunicarnos con mucho orgullo y deseo de mantenerlo porque definitivamente es parte de lo que significa ser ticos.
Me gusta mucho tu reflexión papi, gracias por compartirla.
Tenés razón Lauri, en el caso de Catalunya, como en otros pueblos europeos, la lengua es un elemento de identificación muy significativo. Gracias por tu comentario.
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