sábado, 27 de octubre de 2012

GOLES Y GANAS...


Un aspecto de mucha relevancia en la competencia deportiva, es la disposición de ánimo del atleta participante en ella. La mentalidad ganadora, traducida en coraje y esfuerzo permanente, es un elemento básico en el funcionamiento de los equipos profesionales y con ella se distinguen los cuadros ocupantes de la elite deportiva mundial. En el futbol, el deporte espectáculo global de mayor influjo cultural, social y económico, la actitud ganadora adquiere una notable preeminencia.  

Las masivas movilizaciones de aficionados agrupados en torno a los equipos nacionales, expresión de los más acendrados nacionalismos, así como de los clubes locales y regionales, generadores de identidad,  a los cuales profesan devoción y de quienes reciben sinsabores, alegrías indescriptibles, frustraciones y enormes satisfacciones, por lo general suman energías y favorecen la mentalidad competitiva y la aspiración ganadora de los participantes en las justas futboleras.

En esta intensa comunión entre seguidores y deportistas es posible, para los primeros, dejar pasar los malos momentos o los fallos en los cuales incurre su equipo o los futbolistas de manera individual. Pero no existe el perdón ante la ausencia de coraje y garra para enfrentar los desafíos. Pelear por el orgullo del país, del cual son sus representantes, o por los colores de aquella oncena, portadora de sentimientos e identidades, encuentra la exigencia ineludible de “dejar todo en la cancha”, “pelear todos los balones”, “morir con la camiseta puesta”.

La indolencia o la flojedad son censuradas con energía por los simpatizantes, quienes no escatiman prodigar pasión y esperan recibir, en reciprocidad, entrega y disposición a buscar el triunfo en la batalla deportiva.

Esta interacción entre afición y atletas, en algunos casos puede resultar decisiva para los desenlaces producidos en los desafíos balompédicos.  En ciertas circunstancias, las desiguales capacidades existentes entre los conjuntos se ven compensadas y en algunos casos hasta superadas, por el arrojo y la bravura puestas en la cancha por el equipo con menos recursos futboleros.

Los grandes equipos del futbol mundial, tales como el Real Madrid y el Barcelona, combinan su extraordinaria calidad, con una gran intensidad de juego y una disposición a competir, prolongada durante los 90 o más minutos de duración de la contienda. Lo importante es subrayar ese componente de arresto y brío, presente en su accionar permanente, como un aspecto básico en el cual en gran medida descansa su alta capacidad futbolística.

Los recientes resultados obtenidos por dos equipos de futbol costarricenses en la Liga de Campeones de la CONCACAF, pusieron en evidencia la relevancia de la actitud y la disposición a batallar por alcanzar el resultado esperado, sin importar las condiciones en las cuales se lleva a cabo la competición. Uno de ellos, el Club Sport Herediano, haciendo frente a un rival con el cual pareciera estar equilibrado en cuanto a los recursos balompédicos, derrochó energía y coraje hasta lograr obtener el resultado requerido para lograr su calificación a la siguiente fase del torneo. 

El otro, la Liga Deportiva Alajuelense, enfrentó a un rival, notoriamente superior, sin asomo de combatividad o el deseo manifiesto de buscar un resultado y sin el coraje necesario para emprender la desigual competencia. La Liga le quedó debiendo a sus seguidores  y a la afición costarricense, no por el humillante resultado obtenido, sino por la ausencia de energía y espíritu de lucha, indispensables para competir con decoro ante un calificado contendiente. Deambularon por el césped de El Volcán sin alma , sin arrojo, sin…

lunes, 15 de octubre de 2012

JOSÉ MERINO DEL RÍO


Corría la década de los años 70 del siglo pasado, los jóvenes llenos de inquietudes sociales acudíamos a la Universidad de Costa Rica, buscando respuestas a las múltiples interrogantes surgidas en el convulso mundo de las revueltas estudiantiles europeas, la propagación del movimiento hippie, los intensos procesos de descolonización, los movimientos políticos alentados por la caliente guerra fría  y la insensata conflagración de Vietnam. América Latina vivía un período de transformación productiva e institucional, con un significativo ensanchamiento de la clase media, estimulado por la movilidad social ascendente, y la consolidación de una burguesía diferenciada de los grupos oligárquicos tradicionales. Las persistentes desigualdades sociales y el crecimiento de los grupos medios con nuevas aspiraciones y demandas, condicionaban la aparición de movimientos populares y conflictos sociales extendidos por toda la región.
Las discusiones sobre estos procesos ocupaban, en algunas oportunidades, los espacios académicos de las aulas universitarias. Pero había dos sitios en los cuales se concentraban los análisis informales, las discusiones y en algunos momentos hasta la confrontación: la soda Guevara y la plaza de Estudios Generales, asiento de  “el pretil”. En este último lugar eran frecuentes las concentraciones de estudiantes, movilizados por los más diversos motivos.
En esas reuniones sobresalía la figura de un joven con un particular tono, fácil de identificar con alguno de los tantos acentos  cobijados por el suelo español.  Locuaz y apasionado, sorprendía y atraía con su fundamentado pensamiento radical, su buena oratoria y el conocimiento de la vida política en su país de origen y en las naciones latinoamericanas, con las cuales había establecido un vínculo que no rompería jamás.
Estudioso y militante, ponía siempre en primer lugar su labor organizativa y su compromiso partidario. En algunas actividades era posible escucharlo entonar, con su potente voz, canciones de la guerra civil española:
“Con el quinto, quinto, quinto,
con el quinto regimiento,
madre, yo me voy al frente
para las líneas de fuego…”
            Forjado en la vida política estudiantil y más adelante en las luchas cívicas y populares, José Merino del Río se convirtió en una figura de primer orden en el medio social costarricense. Su pensamiento y sus postulados políticos, expuestos con ardor y adversados por muchos, no pusieron límites a su disposición al diálogo, la negociación y el disenso respetuoso. Su labor parlamentaria le valió el reconocimiento de quienes se identifican con sus propuestas y de quienes se oponen a ellas.
Al inicio del decenio de los 90, tuve la oportunidad de contar entre mis estudiantes con José Merino. Me encargaron un curso en la Maestría Centroamericana en Sociología de la Universidad de Costa Rica, sobre el tema de la globalización. Ese fue un momento para reencontrarme con él después de largos años. Los temas tratados en el curso y tener entre los estudiantes a José, se prestaba para el debate riguroso y el análisis permanente. Disentir y coincidir con él durante aquel semestre académico, fue una grata experiencia en mi vida universitaria.
Poco tiempo después tuvimos un encuentro en un momento de mucha tensión para el país. Las movilizaciones sociales surgidas a propósito de la aprobación del denominado “Combo del ICE”, tuvo como uno de sus líderes a José Merino. Nos correspondió a Sandra Piszk, Defensora de los Habitantes, a un representante de la iglesia católica y a los cuatro rectores de las universidades públicas, cumplir el papel de “facilitadores” de un extenuante diálogo entre los representantes de las diversas fuerzas opuestas al combo y el Gobierno de la República. Ese fue un momento en el cual puso a prueba su capacidad para defender sus puntos de vista y buscar acuerdos, sin renunciar a sus convicciones.
El último encuentro con José ocurrió hace unos cuantos meses, durante una reunión convocada por la Fundación Ebert para analizar los desafíos enfrentados por la integración centroamericana. Esa fue una buena oportunidad para constatar su persistente facultad para aportar en el estudio y la generación de propuestas para superar las enormes brechas del desarrollo en las naciones centroamericanas.
La partida física de José Merino del Río deja un vacío en la vida política del país, en un momento en el cual el diálogo social y la negociación entre los sectores con los más divergentes pensamientos, requieren de individuos con su talante, claridad, firmeza y voluntad de buscar los caminos para transitar hacia el bienestar, la inclusión y la equidad social.