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| Tomado de http://www.peatom.info/castilla-y-leon/114744 |
La inesperada evolución de la campaña
electoral, llega a un punto en el cual se van decantando las fuerzas electorales
con mayores posibilidades de acumular una votación suficiente para alcanzar una
victoria, en la primera o en la segunda ronda del proceso, así como de obtener
una posición con la cual contar con una importante fracción legislativa en el
próximo cuatrienio. Sabemos de la tendencia a “quebrar el voto”, recurrente en
nuestros torneos eleccionarios, pero esto no impedirá, a quienes obtengan los
porcentajes más altos de sufragios a su favor, contar con una robusta
representación parlamentaria.
Visualizar las posibles situaciones
originadas con el comportamiento mostrado por los electores, resulta de mucha
importancia para vislumbrar el futuro político del país. Hoy, para las diversas
agrupaciones, las energías deben estar puestas en la obtención de los mejores
resultados en la primera vuelta, pero sin dejar de lado un muy posible balotaje
y, sobre todo, la necesidad de alcanzar acuerdos en el período durante el cual
les puede corresponder encabezar el gobierno nacional. Es, en este aspecto, en
el cual lo sembrado durante el desarrollo de
la campaña electoral, puede tener consecuencias significativas en el
futuro inmediato.
Es, asimismo, en ese marco, en el cual deben considerarse las
consecuencias de embarcase en una campaña basada en el miedo, generadora de
animadversiones y una acentuada polarización política, en un período en el cual se requerirá de diálogo, acuerdos y la suma de voluntades, sin exclusiones de ninguna
naturaleza, para superar los desafíos enfrentados por el país. Casarse con los grupos más conservadores de
la sociedad, condicionará las decisiones a tomar en el futuro. Esgrimir
argumentos falaces para generar temor y tratar de influir en el comportamiento
de la ciudadanía, pasará la factura cuando se deban buscar acuerdos y sumar
esfuerzos para responder a las expectativas de los propios electores, atraídos
hacia sus posiciones, empleando para ello mecanismos espurios. Como bien dice el refrán, ¡Quien siembra vientos recoge tempestades!
Ha persistido, desde hace ya bastante
tiempo, una suerte de ceguera, producida por una penetrante visión ideológica,
a la cual se suma una defensa a ultranza de intereses particulares, cuya
presencia impide percibir con nitidez lo ocurrido en el entorno. Esto lleva a
posiciones inflexibles y reticentes a introducir modificaciones, lo cual, a la
larga y de manera paradójica, genera un enorme riesgo para los propios
intereses de continuar disfrutando de los beneficios de la situación actual. Por
este motivo, lejos de preguntarse por las condiciones existente a su alrededor,
prefieren recurrir al uso de recursos detestables y a prácticas con una clara
tonalidad anti democrática.
Se han preguntado estos grupos, entre
otras interrogantes básicas, ¿cuál es el motivo por el cual el candidato con el talante y las posiciones, a
las cuales se oponen, atrae a un porcentaje tan importante de los electores?
¿Cuáles son las causas por las cuales los candidatos de los partidos
tradicionales enfrentan tantas dificultades para convencer a los votantes? ¿Por
qué, en un momento determinado, la ciudadanía puso en un lugar secundario la
posición en el espectro político
ideológico de los aspirantes presidenciales? ¿Se ha reparado en cuáles son las
motivaciones por las cuales se tiende a asistir a las urnas y elegir por las posiciones
por las cuales están optando? ¿Es válido afirmar una supuesta inclinación a la
izquierda de buena parte de los electores costarricenses? ¿Cómo se explica el
comportamiento electoral de un significativo porcentaje de los (as) jóvenes
costarricenses?
Volver la mirada a la ciudadanía les
permitiría encontrar las respuestas a esas preguntas. El acumulado enfado
ciudadano explica su actual comportamiento electoral. La demanda de cambio arraigada
en la población responde a su hastío con la extendida corrupción, la ausencia
de respuestas a sus principales demandas, a la ineficiente acción del
debilitado sistema institucional y el sentimiento de deterioro en los servicios
básicos y en sus condiciones de vida, en una sociedad polarizada, en la cual han
crecido las desigualdades y, de manera gradual, se pierde la cohesión social.
Las modificaciones en los modelos de
desarrollo generan ansiedades y preocupación en quienes se sientes confortables
con el estado de las cosas. Si estoy dentro del grupo ganador y mis beneficios
se han multiplicado, es preferible seguir así y no hacer muchas olas. Todos
recordamos la época de los ajustes estructurales y la calificación de la
oposición a los traumáticos cambios introducidos en la economía, las
instituciones y la política con el concepto del “miedo al cambio” o la
“resistencia al cambio”. Fueron abundantes los estudios y análisis con los
cuales se trató de explicar aquel “irracional” temor y de influir en su
aceptación. Es evidente en nuestras sociedades la necesidad de buscar el
equilibrio perdido, algunos se resisten al cambio y están dispuestos a emplear
cualquier recurso a su alcance para impedirlo.
El paso de una sociedad “estado céntrica” a la actual
sociedad “mercado céntrica”, permitió generar cambios significativos en las estructuras
productivas y en la economía, pero tiende a concentrar los frutos del
crecimiento y a provocar desigualdades y polarización social. La introducción
de rectificaciones, con las cuales se procure un equilibrio entre Estado y mercado y la
redistribución de los beneficios y las oportunidades, resulta indispensable
para promover el desarrollo. Efectuar ese movimiento, al cual se opone el
fundamentalismo del mercado, no es una tarea sencilla, pero debería ocupar un lugar preponderante en la agenda política del país.
Recurrir a la estrategia del miedo,
creadora de polarización, puede ser efectiva en algunos grupos de votantes en
la inmediatez de una campaña; pero sus perjuicios, a más largo plazo, serán
difíciles de reparar y ahondarán las confrontaciones y desacuerdos en los
cuales se ha enfrascado este país, desde hace ya bastante tiempo. Este ambiente
enrarecido, así como el crecimiento de
la crispación política, multiplicarán las divisiones y harán brotar más
“duendecillos” generadores de preocupación en quienes no pretenden rectificar,
a pesar del manifiesto enfado ciudadano.

El artículo de Jorge no es sólo interesante, sino que plantea una realidad inquietante. La inédita campaña de miedo (aunque vislumbrada ya en el referendo del TLC) puede tener resultados imprevistos a mediano y largo plazo.
ResponderEliminarPor un lado, echar sombras sobre un candidato que se ha caracterizado por ser un buen legislador en todo momento respetuoso, recurrir a lenguaje de la guerra fría, frases fuera de contexto y hasta falsedades (Jorge dice falacias) puede augurar mayor desconfianza hacia la política y los políticos. En la era del conocimiento y la Internet no hay nada oculto. Alguno puede "ganar" con una campaña de baja alcurnia, pero al pasar el tiempo y destaparse las falacias, no hará más que añadir a su descrédito. Una victoria pírrica.
Pero estoy más que sorprendido que un partido oficialmente "socialista", miembro de la Internacional Socialista y que usa la rosa socialista en sus signos externos, emita anuncios de campaña satanizando al socialismo y a la izquierda en general. ¡¡¡¡ !!!!
Por otro lado, pretender movilizar a patronos para influir o coaccionar a sus empleados no hace más que echar leña al fuego en las muchas veces difíciles relaciones obrero-patronales. A futuro no podrán acusar a los sindicatos de manipular a los trabajadores ni quejarse de persecución si su candidato no gana y un nuevo gobierno pretenda ponerlos en cintura para evitar abusos emergentes.
Eso vale también con los medios de comunicación que no se comporten a la altura de las circunstancias.
Como sucedió en Chile, ¡qué bonito creer en la democracia cuando vamos ganando y abjurar de ella cuando nuestros intereses pudieran verse afectados!
www.lavozdemipueblo.com
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