domingo, 26 de mayo de 2013

¿SURFING POLÍTICO O DEBATE DE FONDO?

La presencia de un nuevo proceso electoral podría ser una buena oportunidad para promover una discusión de fondo sobre los grandes desafíos enfrentados por el desarrollo en el país. Aunque, si nos atenemos a la tónica seguida por la mayoría de las agrupaciones políticas participantes en los torneos electorales, el debate tiende a ser muy pobre, centrado en temas aislados, sin un eje conductor, y situado en resaltar las virtudes o defectos de los aspirantes presidenciales (“firme y honesta”, “el menos malo”, “el hombre de las manos limpias”, “Sí Costa Rica, Oscar Arias”). Esto último,       en respuesta a la conducta de los electores y la tendencia a privilegiar a los aspirantes, por encima de los partidos o las propuestas programáticas. No obstante, es posible relacionarlo también con el fenómeno más general, característico de la sociedad actual, anotado por el sociólogo Zygmunt Bauman, para quien “En la cumbre jerárquica de aptitudes útiles y deseables, el arte de navegar sobre las olas ha sustituido al arte de sondear en las profundidades” (Bauman, 2013).
En la vida nacional, el surfing político, colocado en la superficie de los análisis sustanciales,  se ha convertido en la forma predominante de hacer política. Los discursos sobre la necesidad de delinear un “proyecto país” o de alcanzar los acuerdos políticos requeridos para superar los males que aquejan el sistema político y las crecientes brechas entre los grupos sociales -en gran medida causantes del extendido malestar ciudadano-; no lograrán concretarse en tanto no haya un examen prolijo sobre los obstáculos por zanjar, “sondear en las profundidades” de nuestras complicaciones y definir el rumbo a seguir para corregir los elementos excluyentes, de los cuales es portador el modelo de desarrollo adoptado en el país a partir de los años ochenta.
¿Estarán los partidos políticos nacionales, convertidos en simples maquinarias electorales, en capacidad de emprender una iniciativa de esta naturaleza?¿Estarán interesados, los dirigentes de estos partidos, en llevar a cabo un proceso de debate por medio del cual los electores tengan claro a qué apuntar y distinguir, entre las diferentes opciones, aquella considerada la más conveniente?¿Existirá el interés en la ciudadanía por asistir a una disputa electoral colocada más allá del prevaleciente marketing político, consustancial con la sociedad de consumo en la cual convivimos?¿Estarán los sectores interesados en impulsar alguna propuesta alternativa, en condiciones de colocar en la agenda pública la discusión sobre el modelo de desarrollo y las necesarias rectificaciones para reemprender el desenvolvimiento incluyente en nuestra sociedad?¿Ocuparán un lugar en esa agenda temas tales como el del crecimiento de las desigualdades sociales, el declive en la calidad de vida sufrido por la clase media, el deterioro en los servicios públicos básicos, la exclusión social vivida por amplios grupos de la población, la exigencia del reconocimiento de la diversidad y de los derechos de la ciudadanía integral y el ineludible robustecimiento de la democracia y del ámbito de lo público?

La apertura del torneo electoral conduce a un período en la vida nacional en el cual la ciudadanía, en general, incluyendo a los más escépticos con la política, vuelven la mirada hacia la contienda en curso. Este momento es oportuno para la reflexión y el análisis colectivo; si esto no lo impulsan los partidos políticos, por desinterés o por su imposibilidad de romper con la tradición y su comodidad con el status quo, sí podría ser promovido desde la sociedad civil, los centros académicos, los medios de comunicación alternativos o desde algunos think tanks, cuya condición les permite incidir en la discusión de los asuntos de interés nacional. 

domingo, 19 de mayo de 2013

UN LARGO AÑO POR RECORRER…

 “Las métricas típicas para juzgar la labor de un Gobierno en este momento no se aplican”, manifestó un ministro de gobierno de la administración Chinchilla Miranda a un medio de comunicación nacional, explicando el origen de esta situación por la condición de mujer de la mandataria. Es innegable la existencia de alguna crítica mordaz, con una clara relación con el pensamiento y las actitudes patriarcales persistentes en la cultura costarricense. Muchas de las referencias a la gobernante, rayan en lo soez y en la patanería. Pero la explicación del ministro revela, igualmente, una ausencia de autoevaluación y de autocrítica, al no reconocer los frecuentes y acentuados yerros políticos en los cuales ha incurrido el ejecutivo.

Si ante una ciudadanía informada, crítica y enfadada, resulta más complejo el ejercicio del poder, el desconocimiento de esta realidad, así como la creciente lejanía de la población en la toma de las decisiones -cuya demostración más elocuente es la forma cómo se otorga la controvertida concesión de la carretera de La Sabana a San Ramón, desoyendo y dando la espalda a los habitantes de los cantones del occidente del Valle Central-; el corolario no  será otro que el incremento del descontento y el repudio por parte de la ciudadanía.

La inevitable reculada ocurrida ante la movilización de comunidades y organizaciones ciudadanas opuestas a la concesión, luego del desacertado manejo político dado a la aparición pública de la presidente el 11 de abril, en plena cúspide del conflicto, sumado a la serie de pifias generadas alrededor del escándalo provocado por el viaje presidencial a Lima, Perú, llevan la pérdida de credibilidad y de confianza a niveles impensados, con el riego del surgimiento de una crisis de gobernabilidad.

Los resultados de las consultas sobre la popularidad presidencial, situación no revertida a pesar de los significativos gastos en publicidad y en el esfuerzo por mejorar la imagen gubernamental, sumados a los recientes desaciertos políticos, conducen a una delicada situación institucional la cual debe ser superada en respuesta al interés general. La administración Chinchilla Miranda tiene ante sí un largo año de gestión; la sociedad costarricense no puede darse el lujo de malograr doce meses en los cuales se requiere de la adopción de medidas políticas, sin esperar hasta la llegada de un nuevo gobierno. Superar el aislamiento político y evitar el aislamiento físico al que podría someterla el nuevo director de la DIS, en aras de incrementar la seguridad de la presidente, ¡cómo si el problema enfrentado fuera de seguridad, cuando, cómo queda muy claro, su problema es especialmente político!

El primer paso, desde luego, tendrá que darlo la mandataria. Refrescar su gabinete, reforzarlo con personas con la visión política y la experiencia con cuyo concurso pueda sortear el oleaje del año electoral y lograr los acuerdos necesarios para concluir con decoro su gestión, es una decisión enteramente en manos de la presidente.