Los votantes costarricenses se
inclinaron, en forma contundente, por un cambio. Sin embargo, revisando las
expresiones y publicaciones efectuadas por el heterogéneo grupo de electores
cuyos sufragios favorecieron a Luis Guillermo Solís, la aspiración de cambio,
como resulta comprensible, es entendida de muy diversas maneras.
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Para muchos de ellos, el cambio
significaba evitar el continuismo, impedir a toda costa un nuevo gobierno del
PLN. Un buen sector de estos votantes estaría
conforme con solo la presencia en los cargos gubernamentales de integrantes provenientes
de otras tiendas y con poner un freno drástico a la corrupción.
Para otros, las expectativas van bastante más
allá, pues esperan una mayor eficiencia en la acción estatal, un gobierno con
liderazgo, promoviendo el disfrute de los derechos humanos, sin exclusiones de
ninguna naturaleza, actuando con mayor
transparencia y aplicando algunas rectificaciones en la orientación de las
políticas públicas.
Por último, se puede distinguir a otro
sector, no se sabe con cuanto nervio político y con cuanta expresión en el
resultado electoral, para el cual el
cambio significa propiciar una reorientación en
el modelo de desarrollo instaurado en el país en la década de los años
80, aunque podrían aceptar la aplicación gradual de una serie de medidas
orientadas en la dirección de superar el modelo en franco proceso de
agotamiento.
Con un presidente cauto, maduro y
negociador, como ha mostrado ser hasta el presente el presidente electo, es
posible que tengamos un poco de cada cosa, en un marco de mutación paulatina,
sin movimientos bruscos, teniendo presente la necesaria estabilidad en un
momento en el cual el medio externo no resulta muy favorable y las evidentes
vulnerabilidades, ocasionadas por el modelo de apertura económica, condicionan
las aspiraciones, avances y profundidad de los cambios. La gran interrogante,
en este sentido, es hasta dónde las copiosas expectativas de cambio le darán la
oportunidad de mostrar, con hechos, su determinación de cambio.
En un contexto político complejo el
calado de los cambios está limitado por las correlaciones de fuerzas
existentes, en primer lugar, en el espacio parlamentario, ámbito en el cual la multiplicidad de
partidos representados y la diversidad de posiciones ideológicas existentes,
colocan en un lugar preponderante a la negociación política. Pero, más allá de
esto, existen condicionamientos y oportunidades de cambio originadas en el
terreno de la sociedad civil, en el cual se mueven las organizaciones y
movimientos sociales y tienen su asiento algunos de los significativos poderes
fácticos, con un papel categórico en la orientación de las decisiones y las políticas
adoptados en los planos públicos.
Desde hace bastante tiempo las ciencias
sociales han dado cuenta de la existencia de grupos o sectores sociales sobre
representados en las esferas de poder del Estado. ¡La modificación de estas
asimetrías no se consigue de la noche a la mañana!
Con independencia de la presencia de estos
procesos, no cabe duda en cuanto al acaecimiento de una modificación no menor en
la vida política del país. Al observar la integración actual de la Asamblea Legislativa,
la posición asumida por un académico, con un claro pensamiento crítico, en la
presidencia del congreso, las alianzas establecidas para integrar el directorio
del primer poder de la república, así como la emergencia de una nueva
generación de políticos, con formas diferentes de actuación y el llamado al diálogo y la búsqueda de acuerdos,
parece evidente la aserción de un cambio.
Las expectaciones se mantendrán y la
orientación y hondura de las transformaciones se irán despejando y se concretarán
conforme avance el proceso político emprendido.
