martes, 7 de enero de 2014

¡MOVERSE AL CENTRO!...

Ante las circunstancias originadas a estas alturas del desarrollo de la campaña electoral, pareciera imponerse, entre algunos de los partidos contendientes, un movimiento "al centro", desde la derecha y desde la izquierda.  Después de estar dirigidos durante largos años por gobiernos ubicados con claridad en el centro derecha o la derecha, a secas, pareciera resultar inconveniente ostentar esa ubicación en el actual espectro político y, sobre todo, ante el comportamiento incierto de una ciudadanía con un manifiesto enfado. La pesca de votos, según lo interpretan las agrupaciones políticas, se encuentra en el centro, posición tradicional de un amplio sector del electorado poco afecto, pese a sus enojos con algunas situaciones vivida por el país, con las soluciones consideradas extremas o radicales.

Tomado de http://www.prismablog.com/
Esta percepción de la realidad ha llevado, entre quienes puntean en los estudios de opinión, a ensayar un estratégico traslado hacia las posiciones centristas. Así, por ejemplo, el candidato del Partido Liberación Nacional (PLN), ha anunciado la vuelta de su partido a las posiciones o raíces socialdemócratas, abandonadas durante los últimos gobiernos liberacionistas.  José María Figueres, en declaraciones al periódico La Nación, reafirma esta posición al manifestar lo siguiente, “(…) En la medida en que el mundo se volcó hacia la derecha, los partidos del centro izquierda hicieron un poco lo mismo y nos alejamos de los principios. El PLN tiene raíces de donde echar mano para enrumbar el desarrollo de manera justa. Tenemos gente para volver a crecer” (LN, 05/01/2014:6A). Esto se traduce en un supuesto movimiento del centro derecha al centro, para lo cual se esperan las medidas propuestas para alcanzar tal propósito.

Un movimiento en la misma dirección, solo que desde las posiciones libertarias más radicales, nos viene anunciando el candidato del Movimiento Libertario (ML), colocado ahora, según pregona, en posiciones más maduras, moderadas y situadas en ese disputado centro. Aunque en este caso, la naturaleza de sus propuestas, acompañadas de un tono populista y conservador, orientadas a profundizar el modelo de desarrollo imperante, le dificulta completar el giro.

El Frente Amplio (FA), por su parte, autodefinido como una agrupación de izquierda, con un proyecto en respuesta a las condiciones y desafíos particulares de este país, con una posición cauta aunque con una aguda crítica, por sus propuestas y mensajes, pareciera más bien ensayar un giro electoral hacia el centro izquierda, aunque sufre la crítica de sus oponentes por una aparente ausencia de coherencia.

Luis Guillermo Solís, batallando entre las diversas corrientes presentes en su agrupación política, encuentra en la visión centrista su acomodo natural. Manteniendo su posición socialdemócrata,  resistió al movimiento a la derecha del PLN y hoy ostenta la candidatura del PAC, sin abandonar su colocación original. El candidato parece lucir cómodo en esa posición.

Pero, este comprensible movimiento táctico no puede desconocer una realidad tangible: buena parte del comportamiento electoral se sustenta en el descontento ciudadano y su manifestación más evidente es la del denominado “voto protesta”, con el cual se pretende castigar a quienes, desde su punto de vista,  no han hecho bien las cosas. El referente más inmediato para quienes así piensan, es la impopular gestión gubernamental vivida desde el año 2010. Sin entrar a analizar las virtudes o defectos de la actual administración, lo cierto es que la ciudadanía le ha asignado una de las peores calificaciones recibidas por gobierno alguno en los discutidos últimos treinta años. Estos (as) votantes no se mueven por motivos ideológicas o por determinadas posiciones políticas –derecho, centro o izquierda-. ¡El enfado es su motivación, el  escarmiento su disposición!

Otra parte significativa del electorado, con una posición más meditada y con menos motivaciones emocionales, forma parte de un sector considerable de la ciudadanía con un claro reclamo por la introducción de rectificaciones en el patrón de crecimiento económico adoptado desde los años ochenta, con el cual se modificó el estilo de desarrollo incluyente seguido en la instauración de la moderna sociedad costarricense. ¡La incertidumbre y el sentimiento de deterioro en su calidad de vida son sus motivos, la búsqueda de una opción que atienda a sus aspiraciones y le brinde seguridad es su inclinación!

La ruta seguida desde entonces, cuyo origen es por todos conocido, lleva a  colocar las exportaciones y la atracción de inversiones como el eje del crecimiento económico. La  desregulación de  la economía, la reducción en algunas de las funciones esenciales del Estado, el abandono de las políticas industriales y de fortalecimiento de la producción destinada al mercado nacional, sustituida por las crecientes importaciones, unido al menoscabo en los mecanismos de redistribución del ingreso y el detrimento de las políticas sociales de carácter universal, dándole prioridad a las medidas de focalización, generan una sociedad polarizada, con una importante diversificación y dinamización de la economía, pero con amplios sectores relegados de los beneficios de este proceso y viviendo en situación de exclusión social (abandonados por el Estado y por el mercado).

El insólito incremento en las desigualdades sociales, principal expresión del alejamiento de la incluyente y cohesionada sociedad costarricense, creadora de identidad con el sistema democrático y de bienestar social, reinante en el periodo de desarrollo vivido por el país hasta la década de los años 80, cuando se inicia su modificación, forma parte de las situaciones por las cuales, al cabo del tiempo, se produce la inconformidad, el disgusto o la indignación de importantes sectores de la población, no pertenecientes al grupo de los “ganadores” con el camino seguido por nuestra sociedad.

Es necesario apuntar, antes este panorama, de que no se trata de idealizar el pasado o de pretender volver a él, cual conservadores nostálgicos,  sino de propugnar por un país integrado en la sociedad gobal, generador de riqueza y crecimiento económico, pero con mecanismos mediante los cuales la mayoría de los costarricenses sean partícipes de los beneficios del desarrollo y se produzca una distribución equitativa de las oportunidades, con acceso a servicios públicos de calidad, medidas eficaces de protección social y formas de gestión gubernamental transparentes y participativas.

Más que de una declarada posición en el arco iris ideológico y político, es de esperar, por parte de los aspirantes a ocupar la silla presidencial, el conjunto de las medidas a adoptar para responder a las demandas y aspiraciones de una ciudadanía en apariencia dispuesta a emitir su sufragio, sin importar las coloraciones asumidas o asignadas a los candidatos y sus agrupaciones políticas, pero atenta a sus propuestas y a su desempeño en la contraposición  y el intercambio de ideas y proyectos que tendrá lugar en la recta final de este inusitado torneo electoral. 

En esta elección, los (as) jóvenes desempeñarán un papel central, miran con mucha atención el desempeño de los candidatos en los debates y seguirán con atención su comportamiento y sus proposiciones, al menos las de aquellos a los cuales los medios le brinden la oportunidad de darlas a conocer, durante las pocas semanas aún restantes hasta la cita del 2 de febrero.



martes, 31 de diciembre de 2013

VIDEO PRODIGIOSO


El fin del año 2013 nos llega en medio de una encendida campaña electoral, sin tregua y con unos visos de polarización solo comparables con los jaleos surgidos alrededor de la consulta efectuada para la aprobación del TLC. El al inicio percibido como un torneo electoral aburrido, ayuno de debates y cuyos predecibles resultados daban por seguro el continuismo, de repente se dislocó y la magia generada por los estudios de opinión lo transformaron en un elemento central en la vida de los costarricenses, acompañante destacado de las cenas navideñas y de los múltiples encuentros ocurridos siempre en estas fechas de tradicional celebración.

Durante la última semana la atención está centrada en el intercambio producido por la aparición de un video titulado “Nuestro nombre es Costa Rica”. El documento, elaborado por unos estudiantes, bajo la guía de un profesor, desató tal conmoción en las redes sociales y en algunos medios de comunicación, provocando situaciones inéditas en una campaña eleccionaria. Ministros, viceministros, los “intelectuales orgánicos”, otras autoridades gubernamentales y, desde luego, los operadores de la campaña han salido a tratar de rebatir con estadísticas y posiciones contrapuestas a lo expuesto en el atractivo video por aquellos atrevidos jóvenes, desconocedores de la “otra realidad”.

Sin efectuar un juicio de valor sobre el video, es indiscutible su mérito por haber logrado provocar una discusión situada más allá de las frases vacías, las propuestas de dudosa viabilidad y los trapos rojos con los cuales se trata de atemorizar a los electores. La producción condujo, a los diversos actores, a discutir lo muchas veces rehuido, el camino seguido durante las últimas tres décadas por el país y los resultados producidos por el cambio introducido en el patrón de acumulación a partir de los años 80. Eso lo tiene a su haber el prodigioso video.

En la pugna generada, entre los defensores de una sociedad costarricense idealizada o quienes ponen su acento en las enormes brechas y desafíos enfrentados, resulta muy relevante poner en la palestra la presencia de fenómenos que no podría ocultar ninguna ideología o posición política. Entre otras cosas, es indiscutible el gradual estallido de un descontento ciudadano acumulado, con múltiples expresiones, entre las cuales sobresale el propio comportamiento electoral. Este no es el invento de algunos grupos adversarios de la “nueva economía” y quienes niegan los supuestos grandes avances alcanzados.

Es, asimismo, innegable el deterioro sufrido por el sistema de seguridad social y la estampida de los grupos de más altos ingresos hacia los servicios de salud privados. Esto no es la invención de nadie, ni es producto de la ausencia de reconocimiento de las grandes virtudes del modelo de desarrollo adoptado hace tres décadas.

¿Quién podría negar el rezago existente en nuestra infraestructura, sufrida por todos los usuarios, el erróneo uso dado al instrumento de la concesión y la insuficiente inversión pública en este campo?¿Cómo esconder los frecuentes escándalos de corrupción denunciados, una y otra vez, por los medios de comunicación?¿De qué manera calificar el funcionamiento de nuestro sistema institucional y su incapacidad para atender las demandas y necesidades más sentidas por la población?¿Cómo desentenderse del abandono de la producción destinada al mercado nacional y de las familias vinculadas a la llamada “vieja economía”?¿Es posible negar el crecimiento de las desigualdades y la imposibilidad de disminuir el porcentaje de personas viviendo en condición de pobreza y el incremento de su número conforme crece la población? En el año 2012, el Estado de la Nación señalaba el doloroso hecho de que 1.140.435 personas viven en condición de pobreza, la cifra máxima en la historia del país, de los cuales 336.305 viven en condiciones de pobreza extrema. No obstante la existencia de estos contundentes datos, entre los múltiples gráficos dados a conocer en las redes sociales se deja de lado esta realidad.

Pero, de todas formas, lo más destacado es llegar al año nuevo con la discusión centrada en estos relevantes fenómenos vividos por nuestra sociedad. Es de esperar que, en vez de ocultar las grandes brechas y desafíos enfrentados por el país, el debate se oriente a dar a conocer las diversas propuestas y senderos por medio de los cuales cada agrupación política y cada aspirante presidencial espera solucionarlos y devolverle el carácter incluyente a nuestro desarrollo.













miércoles, 18 de diciembre de 2013

¿ELECTORES INCAUTOS Y DESINFORMADOS?

El inicio oficial de la tregua llega sin una pausa en las agitadas redes sociales, convertidas, junto a las visitas, reuniones privadas y sesiones de trabajo de los equipos partidarios, en el medio más utilizado para darle continuidad al fragor de la disputa electoral.

Los tamales navideños estarán acompañados, en esta época, por el tema eleccionario, encendido por los resultados de los estudios de opinión, divulgados durante las últimas semanas, y por la intervención abierta y parcializada de un conocido medio de comunicación, el cual, ante el inminente “peligro comunista”, en forma evidente dejó de lado su pregonado equilibrio informativo.

Sin proponérselo, diferentes actores, por lo general los pequeños grupos ganadores con la implantación de las políticas de desregulación, la apertura económica y la eliminación de los mecanismos redistributivos, con sus diatribas y el intento por infundir temor en los votantes, no han hecho sino colocar en el centro de la campaña al candidato objeto de sus ataques y preocupaciones. Levantaron su figura y entre más leña seca le pongan al fuego, por ellos prendido, más harán resaltar a quien aparece como la principal opción opositora a los largos años de malestar acumulado.

Las consecuencias de las percepciones de la ciudadanía, recogidas por los distintos estudios de opinión, tienen efecto, asimismo, en las estrategias de los partidos participantes en la pugna eleccionaria, en los acomodos de los distintos grupos ideológicos o de interés y en su posicionamiento, así como en las posibles alianzas vislumbradas hoy ante una eventual segunda ronda electoral.

Se revolvieron las aguas y cada vez se menean más, conforme saltan al torneo los viejos espíritus de épocas pasadas, con muy diversas tonalidades, ocultos en las profundidades, pero nunca extinguidos de la subterránea cultura política del país. La siempre riesgosa polarización social y política, acompañante perenne  en el proceso de desmantelamiento del modelo incluyente de desarrollo costarricense, amenaza, de nuevo, con su azarosa presencia, alentada por quienes emplearán todos los recursos a su alcance para ocasionar, una vez más, el desnivel de la cancha en la cual se disputa el partido.

Una llamativa situación, originada con el inesperado resultado de las encuestas, lo constituyen las variadas explicaciones al vertiginoso ascenso en las preferencias electorales de José María Villalta, candidato del Frente Amplio: ¡Los responsables son los medios de comunicación, por darle “tanta pelota” a este político inexperto!¡El problema es con los jóvenes quienes no saben mucho de política y están desinformados!¡Los culpables son los votantes incautos, desconocedores de las maravillas del mercado y de los males provocados por el Estado y la regulación!¡Los causantes de este desaguisado son los que a propósito ocultan los avances del país y los logros alcanzados en los últimos ocho años!

¡Cualquier explicación mágica resulta válida, para tratar de desvelar aquel insólito y perturbador fenómeno político!

Aunque durante varios años numerosos estudios e informes, así como significativos acontecimientos sociales, han advertido y mostrado el crecimiento sostenido del descontento ciudadano, el enfado acumulado con los políticos tradicionales,  la orientación de las políticas y el deterioro y ausencia del Estado, el malestar con la corrupción y la ausencia de transparencia en las gestiones gubernamentales y el desasosiego generado por la situación del empleo, la inseguridad, la exclusión y las desigualdades sociales, pareciera no resultar fácil la vinculación de estos fenómenos con las características adquiridas por la coyuntura electoral.

Un relevante desafío enfrenta Johnny Araya, el candidato del Partido Liberación Nacional, quien aún, por poco margen, encabeza las preferencias electorales. El aspirante presidencial nos anuncia un cambio en su estrategia electoral. ¿Renunciará además de su intento por buscar una contratación para dirigir el país, a la esperanzadora vuelta a las raíces socialdemócratas de su partido? ¿Lo llevará la búsqueda por afirmarse y por revertir la tendencia en las preferencias electorales a un incierto movimiento a la derecha en relación con su postura original? ¿Optará por ceder ante los proyectos de los posibles aliados a los cuales no recurría cuando encabezaba holgadamente los estudios de opinión y ratificaba su identificación con la socialdemocracia, de la cual fue portadora su agrupación política? ¿Tendrá en cuenta en este viraje las demandas y aspiraciones de los grupos mayoritarios de la población, pendientes de elegir y capaces de inclinar la balanza?

Algunas semanas restan para tomar una decisión y cada movimiento cuenta, sobre todo para atraer a los numerosos votantes dispuestos a acudir a las urnas y todavía dudosos en cuanto a quien finalmente favorecerán con su sufragio.

miércoles, 4 de diciembre de 2013

¡AMENAZA IZQUIERDISTA!

Un gran revuelo ha causado en el país la encuesta elaborada por la empresa UNIMER, para el periódico La Nación, divulgada el último domingo de noviembre por ese medio de comunicación. La para muchos sorpresiva aparición del candidato de izquierda, perteneciente al Frente Amplio, José María Villalta, en el primer lugar en las intenciones de voto de los electores decididos a emitir su sufragio, así como la ubicación en una segunda posición del aspirante oficialista del Partido Liberación Nacional, Johnny Araya, con un porcentaje similar al del libertario Otto Guevara, calentó una campaña en la cual la indefinición y la apatía de un significativo porcentaje de los votantes, es la tonalidad preponderante.

En un proceso electoral caracterizado por la intensa volatilidad en las intenciones de voto –el candidato Araya, por largos meses a la cabeza en los resultados de las encuestas, en un corto período de seis meses pasó de un 38 porciento de las preferencias a tan solo un 19 por ciento-, resulta muy difícil distinguir con claridad una tendencia, aunque si se percibe un constante incremento en las intenciones de voto por los opositores Villalta y Guevara y, en menor medida, por Luis Guillermo Solís, candidato del Partido Acción Ciudadana (PAC).

Un mal manejo del proceso o de la estrategia seguida por los equipos de campaña, errores llamativos de los candidatos, un buen uso del arsenal con el cual se dispone para resaltar las debilidades de los contrincantes, la comunicación correcta de sus ideas y propuestas en los debates, encuentros o visitas a las comunidades, así como las acciones y medidas gubernamentales repudiadas por la ciudadanía, son algunos de los acontecimientos o herramientas cuya presencia o buen uso pueden incidir en la modificación de las posiciones de una enfadada y sensible ciudadanía.

La encuesta de marras, sin embargo, ha despertado viejos temores, estereotipos y prejuicios en grupos interesados o en otros poco informados, susceptibles de amedrentar con los viejos fantasmas redivivos de la anacrónica guerra fría. ¡Lejos de preguntarse sobre los motivos por los cuales un significativo grupo de electores, sobre todo los jóvenes, expresan una posición favorable a su para ellos indeseada posición, empiezan a repiquetear tambores de guerra y a blandir espadas ante una realidad incómoda e insospechada! A partir de las percepciones y opiniones expresadas por los electores, en un momento determinado, sujeto a modificaciones en otras circunstancias, exclaman, ¡será posible que a nuestra apacible y conservadora Costa Rica la llegue a gobernar el comunismo1¡Será posible tener de inquilino en Zapote a un “chancletudo”![1]

Un llamativo titular de un medio de comunicación electrónica motivó estas cortas reflexiones compartidas con ustedes. Titula su nota el medio virtual de la siguiente manera: “La amenaza de la izquierda política en Costa Rica. Empresarios se preocupan por el aumento en la intención de voto de José María Villalta, candidato presidencial del Frente Amplio en Costa Rica”. El titular es muy claro y sin duda habla por si mismo, ¡cómo debe hacerlo un buen titular! Las opiniones recogidas por el estudio de opinión no parecen ser el resultado del libre juego democrático, sino la expresión de la amenaza de una izquierda con un candidato colocado a la delantera en las intenciones de voto de los ingenuos o desinformados electores. Esta, no cabe duda, será la tónica durante la recta final de la campaña, con un punto de quiebre en el momento en el cual salen a la luz los resultados de esta encuesta de UNIMER.

Pero, ¿será este académico despistado, dispuesto a compartir estas nocturnas anotaciones con ustedes, el ingenuo y desinformado? Posiblemente eso es lo que me provoca formularme algunas preguntas:

¿Qué ha pasado en Brasil con el triunfo electoral de los izquierdistas Lula y Dilma?¿Se han sentido amenazados los empresarios y otros grupos acomodados de la sociedad brasileña?¿No fue Lula la punta de lanza para ampliar la penetración de las empresas brasileñas en los mercados internacionales?

¿Qué ha pasado en Uruguay con los reiterados triunfos electorales del izquierdista Frente Amplio y de sus candidatos presidenciales Tabaré Vázquez y José Mujica?

¿Qué pasó en El Salvador con el triunfo electoral del FMLN, partido originado en una fuerza guerrillera a punto de concluir su gestión presidencial y compitiendo de nuevo en las justas electorales en ese país?

¿Cómo explicar la participación del Partido Comunista de Chile en la Nueva Mayoría encabezada por Bachelet y la elección de algunas de las militantes del PCCh, líderes en las movilizaciones estudiantiles, en cargos legislativos en las reciente primera vuelta del torneo electoral en esa nación?¿Cómo valorar la fresca firma de un acuerdo entre Bachelet y la Central Única de Trabajadores (CUT), principal central sindical chilena, a las puertas de la segunda vuelta en esas elecciones?

¿No tienen un impacto negativo en la estabilidad y el “clima de negocios” en estos países las desigualdades y la exclusión social sufrida por numerosas familias latinoamericanas?

No son la exclusión social, la falta de empleo y de oportunidades, generadoras de violencia e inseguridad, notables amenazas a un ambiente favorable a la actividad empresarial?

¿No tendrán efectos más nocivos en el desarrollo de las actividades productivas las constantes movilizaciones y protestas llevadas a cabo por diversos grupos sociales por dejar patentes sus demandas y aspiraciones?

¿No tienen consecuencias más notables los extendidos casos de corrupción y la ausencia de mecanismos eficaces de participación ciudadana?

Aunque no se compartan sus pensamientos, sus medidas  o sus formas de actuar, la realidad muestra a unas izquierdas en América Latina siguiendo diversos caminos y promoviendo proyectos de sociedad orientados hacia una mayor distribución de los beneficios del crecimiento económico y a promover la equidad y la inclusión social, en un marco democrático. Buena prueba de ellos es la disminución sostenida en las desigualdades sociales y el mejoramiento en los índices de desarrollo social. Volver la mirada de manera exclusiva a la compleja y atribulada Venezuela y a su modelo autoritario y revolotear el trapo rojo del chavismo, convertido en el símbolo con el cual se trata de identificar a las opciones políticas emergentes en la región, en repuesta al agotamiento de los proyectos tradicionales, no es una cándida acción ni un bien intencionado ejercicio.

Algo ha ocurrido en América Latina y nuestros dirigentes no han logrado percibir a cabalidad esa nueva realidad social, cultural y política. El comportamiento de los electores está condicionado por el malestar con los partidos políticos, los políticos tradicionales y con instituciones básicas en el funcionamiento de la sociedad. El sentimiento de abandono por parte de un sistema al cual le han brindado lealtad, la percepción según la cual los beneficios del crecimiento económico se han concentrado en una pequeña parte de la sociedad y se han dejado de lado las demandas y necesidades de los grupos mayoritarios, la visión de una sociedad escindida entre un mundo lleno de limitaciones y otro mundo pleno de privilegios, inaccesible a la mayor parte de los grupos sociales, así como la constatación del deterioro en servicios esenciales tales como la salud y la educación, de ausencia de transparencia en la acción gubernamental, las insuficientes medidas adoptadas ante los temas ambientales y aquellos relacionadas con los derechos de sectores diversos de la sociedad, unido a nuevas generaciones desapegadas de las afiliaciones partidarias, en búsqueda de nuevas opciones, liderazgos y pensamientos renovados, son algunos de los fenómenos más generales con una clara expresión particular en el torneo electoral que culminará, posiblemente en una segunda vuelta, en los primeros meses del año 2014.

Con independencia del desenlace final de estas elecciones, impredecibles en este momento, lo cierto es que Costa Rica está cambiando. Esto se constata no por el resultado de una encuesta cuyos resultados pueden modificarse abruptamente en una nueva consulta, sino por múltiples fenómenos entre los cuales sobresale una polarización social no resuelta. Comprender esas mutaciones será muy relevante para las restantes semanas del torneo electoral, pero sobre todo para orientar la futura gestión gubernamental y para retomar el rumbo hacia la inclusión social en nuestra nación.




[1] Término despectivo utilizado en Costa Rica para calificar a las personas de izquierdas, derivado de un tipo de zapato denominado en el país como “chancleta”, en referencia a la frecuente participación en marchas y movilizaciones en las cuales se les da un intenso uso a los zapatos.

sábado, 9 de noviembre de 2013

MENSAJES ELECTORALES

Un gran desafío enfrentan los partidos políticos y los candidatos a ocupar los diferentes cargos de elección popular en disputa en el actual torneo electoral. Un significativo porcentaje de los votantes no deciden aún a cuáles aspirantes favorecer con su sufragio y se encuentran expectantes en relación con las paulatinas propuestas esbozadas por estos. 

El ostensible malestar ciudadano, expresado de diversas maneras por una población carente de respuestas eficaces a sus principales demandas y aspiraciones,  se manifiesta hoy con elocuencia en el comportamiento reservado o abiertamente crítico de un electorado difícil de convencer, con los métodos tradicionalmente empleados para lograr su apoyo en las urnas electorales. El momento parece oportuno para un debate de fondo sobre los problemas más acuciantes enfrentados por el país y sobre las diferentes rutas formuladas para su solución, por parte de las agrupaciones políticas y los numerosos aspirantes.

Pasar de las ocurrencias a las evidencias, se convierte en un paso necesario para darle un tono convincente y explícito a los esperados ofrecimientos electorales. Cortejar a la enfadada ciudadanía costarricense no es una tarea sencilla y difícilmente se conseguirá con poses ensayadas, frases prefabricadas o promesas sin fundamento y poco creíbles. Los electores quisieran conocer el pensamiento propio de los candidatos y no el de sus asesores o sus publicistas. ¡Los votantes acudirán a las urnas si encuentran figuras comprometidas con la atención a sus demandas y dispuestas a emprender las tantas veces postergadas respuestas  a sus necesidades!

La diferenciación de talantes, pensamientos, trayectorias, proposiciones y capacidades para gestionar el alicaído Estado, será un buen camino para adentrarse en el corto período eleccionario todavía pendiente de recorrer. La combinación de medios para conseguirlo es una condición ofrecida por el medio social contemporáneo, en el cual los avances tecnológicos ponen a disposición de todos los actores, un conjunto interminable de recursos y formas de comunicación.

La insustituible relación “cara a cara” con los electores, es un medio esencial para hacer llegar el mensaje a los escépticos, motivar a los convencidos y movilizar a las estructuras partidarias locales. Las redes sociales, por su parte, se transforman en un vehículo insoslayable para difundir mensajes, intercambiar con numerosos visitantes y activos participantes, en estos lazos de comunicación informal extendidas por un denso tejido conformado en esta manifestación particular de la galaxia Internet. La televisión, la radio y los periódicos digitales y convencionales completan la gama de medios a utilizar para tratar de responder a las expectativas de una ciudadanía hondamente heterogénea,  con exigencias, de la misma manera, intensamente diferenciadas.

En este sentido, menudo desafío afrontan los estrategas políticos para hacer llegar sus mensajes, por ejemplo, a los heterogéneos sectores medios de esta sociedad. Esta, como ocurre en la mayor parte de los países latinoamericanos, es la posición de auto adscripción de muy diversos sectores sociales, con un peso muy relevante en el proceso electoral.  Quienes logren distinguir a esos grupos, conocer sus diferentes necesidades y demandas y seleccionar las rutas e instrumentos por medio de los cuales logre transar con ellos, tendrá una enorme ventaja en relación con aquellos otros enclaustrados en sus propuestas indiferenciadas, no siempre atractivas para todos.

Un mes después de efectuada la convocatoria al torneo electoral, persiste el desencanto con una gradual definición de los electores conforme avanza el proceso. Se trata de una elección inusual, con una ciudadanía más informada, con abundantes recursos de comunicación –aunque a veces mal utilizados- y más exigente y crítica; una elección con opciones políticas multicolores, con una evidente fragmentación del sistema de partidos políticos y una clara dispersión de las preferencias. Ante estas condiciones, hoy más que nunca, los mensajes electorales juegan un destacado papel. Es relevante su forma, pero sobre todo sus contenidos, los cuales deben apuntar con nitidez a ofrecer respuestas concretas a las demandas y aspiraciones de la población. ¡Ha pasado el tiempo de  las promesas y las poses demagógicas!¡No se trata hoy de espantar con fantasmas o temores fútiles!¡No se vale el ingenio sin contenido! ¡Una buena parte de la ciudadanía aún espera para tomar su decisión!