Ante
las circunstancias originadas a estas alturas del desarrollo de la campaña
electoral, pareciera imponerse, entre algunos de los partidos contendientes, un
movimiento "al centro", desde la derecha y desde la izquierda.
Después de estar dirigidos durante largos años por gobiernos ubicados con
claridad en el centro derecha o la derecha, a secas, pareciera resultar
inconveniente ostentar esa ubicación en el actual espectro político y, sobre
todo, ante el comportamiento incierto de una ciudadanía con un manifiesto
enfado. La pesca de votos, según lo interpretan las agrupaciones políticas, se
encuentra en el centro, posición tradicional de un amplio sector del electorado
poco afecto, pese a sus enojos con algunas situaciones vivida por el país, con
las soluciones consideradas extremas o radicales.
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| Tomado de http://www.prismablog.com/ |
Un
movimiento en la misma dirección, solo que desde las posiciones libertarias más
radicales, nos viene anunciando el candidato del Movimiento Libertario (ML),
colocado ahora, según pregona, en posiciones más maduras, moderadas y situadas en
ese disputado centro. Aunque en este caso, la naturaleza de sus propuestas, acompañadas
de un tono populista y conservador, orientadas a profundizar el modelo de
desarrollo imperante, le dificulta completar el giro.
El
Frente Amplio (FA), por su parte, autodefinido como una agrupación de
izquierda, con un proyecto en respuesta a las condiciones y desafíos
particulares de este país, con una posición cauta aunque con una aguda crítica,
por sus propuestas y mensajes, pareciera más bien ensayar un giro electoral
hacia el centro izquierda, aunque sufre la crítica de sus oponentes por una aparente ausencia de coherencia.
Luis
Guillermo Solís, batallando entre las diversas corrientes presentes en su agrupación
política, encuentra en la visión centrista su acomodo natural. Manteniendo su
posición socialdemócrata, resistió al
movimiento a la derecha del PLN y hoy ostenta la candidatura del PAC, sin
abandonar su colocación original. El candidato parece lucir cómodo en esa
posición.
Pero,
este comprensible movimiento táctico no puede desconocer una realidad tangible:
buena parte del comportamiento electoral se sustenta en el descontento
ciudadano y su manifestación más evidente es la del denominado “voto protesta”,
con el cual se pretende castigar a quienes, desde su punto de vista, no han hecho bien las cosas. El referente más
inmediato para quienes así piensan, es la impopular gestión gubernamental
vivida desde el año 2010. Sin entrar a analizar las virtudes o defectos de la
actual administración, lo cierto es que la ciudadanía le ha asignado una de las
peores calificaciones recibidas por gobierno alguno en los discutidos últimos
treinta años. Estos (as) votantes no se mueven por motivos ideológicas o por
determinadas posiciones políticas –derecho, centro o izquierda-. ¡El enfado es
su motivación, el escarmiento su disposición!
Otra parte
significativa del electorado, con una posición más meditada y con menos
motivaciones emocionales, forma parte de un sector considerable de la
ciudadanía con un claro reclamo por la introducción de rectificaciones en el
patrón de crecimiento económico adoptado desde los años ochenta, con el cual se
modificó el estilo de desarrollo incluyente seguido en la instauración de la
moderna sociedad costarricense. ¡La incertidumbre y el sentimiento de deterioro
en su calidad de vida son sus motivos, la búsqueda de una opción que atienda a
sus aspiraciones y le brinde seguridad es su inclinación!
La ruta seguida
desde entonces, cuyo origen es por todos conocido, lleva a colocar las
exportaciones y la atracción de inversiones como el eje del crecimiento
económico. La desregulación de la
economía, la reducción en algunas de las funciones esenciales del Estado, el abandono
de las políticas industriales y de fortalecimiento de la producción destinada
al mercado nacional, sustituida por las crecientes importaciones, unido al
menoscabo en los mecanismos de redistribución del ingreso y el detrimento de
las políticas sociales de carácter universal, dándole prioridad a las medidas
de focalización, generan una sociedad polarizada, con una importante
diversificación y dinamización de la economía, pero con amplios sectores
relegados de los beneficios de este proceso y viviendo en situación de
exclusión social (abandonados por el Estado y por el mercado).
El
insólito incremento en las desigualdades sociales, principal expresión del
alejamiento de la incluyente y cohesionada sociedad costarricense, creadora de
identidad con el sistema democrático y de bienestar social, reinante en el periodo
de desarrollo vivido por el país hasta la década de los años 80, cuando se
inicia su modificación, forma parte de las situaciones por las cuales, al cabo
del tiempo, se produce la inconformidad, el disgusto o la indignación de
importantes sectores de la población, no pertenecientes al grupo de los
“ganadores” con el camino seguido por nuestra sociedad.
Es
necesario apuntar, antes este panorama, de que no se trata de idealizar el
pasado o de pretender volver a él, cual conservadores nostálgicos, sino de propugnar por un país integrado en la
sociedad gobal, generador de riqueza y crecimiento económico, pero con
mecanismos mediante los cuales la mayoría de los costarricenses sean partícipes
de los beneficios del desarrollo y se produzca una distribución equitativa de
las oportunidades, con acceso a servicios públicos de calidad, medidas eficaces
de protección social y formas de gestión gubernamental transparentes y
participativas.
Más que de una declarada
posición en el arco iris ideológico y político, es de esperar, por parte de los
aspirantes a ocupar la silla presidencial, el conjunto de las medidas a adoptar
para responder a las demandas y aspiraciones de una ciudadanía en apariencia
dispuesta a emitir su sufragio, sin importar las coloraciones asumidas o
asignadas a los candidatos y sus agrupaciones políticas, pero atenta a sus
propuestas y a su desempeño en la contraposición y el intercambio de ideas y proyectos que
tendrá lugar en la recta final de este inusitado torneo electoral.
En esta elección,
los (as) jóvenes desempeñarán un papel central, miran con mucha atención el
desempeño de los candidatos en los debates y seguirán con atención su
comportamiento y sus proposiciones, al menos las de aquellos a los cuales los
medios le brinden la oportunidad de darlas a conocer, durante las pocas semanas
aún restantes hasta la cita del 2 de febrero.


