Muy pocos días nos separan de un
significativo día para la vida política del país. La elección de nuestros
gobernantes, por medio del sufragio emitido por la ciudadanía, es la forma
mediante la cual se dilucida el camino por recorrer, en una sociedad cuya
determinación ha sido, durante un largo trecho de su existencia, la alternancia
en la conducción gubernamental y en la integración de su parlamento.
En
esta oportunidad, hay muchos motivos para sentir regocijo por la posible revitalización
de nuestra democracia y por el interés ciudadano de asistir a las urnas
electorales, con la convicción de contar con diversas opciones ideológicas y
programáticas, en un marco político alejado del sincretismo reinante durante los
últimos tres decenios. El inusitado interés generado por el torneo eleccionario
se debe, en gran medida, a esa posibilidad ofrecida de escoger, entre diversas
opciones viables, aquella más cercana a las aspiraciones y demandas de los
electores. Hasta el momento, es claro para la ciudadanía de que no todas las
propuestas, como solía ocurrir en el pasado,
son únicamente variaciones entre grupos de interés portadores del mismo
proyecto. En esta oportunidad sí hay diferencias y estas son substanciales.
Ese reverdecimiento de esperanzas e
iniciativas se da en medio de un proceso con elementos novedosos, entre los
cuales sobresale el indiscutible papel desempeñado por las redes sociales, como
uno de los mecanismos de comunicación política más sobresaliente, y un medio
por el cual la ciudadanía se tiende a apropiar del proceso electoral. Esta es
una manera de entender, entre otras cosas, cómo algún partido, con una muy
escasa publicidad en los medios convencionales de comunicación, puede estar
entre los punteros en cuanto a las intenciones de voto en diferentes encuestas
de opinión. Atrás quedan las formas tradicionales de hacer política y de
enfrentar las elecciones en la secular democracia costarricense. Las elecciones
son una clara manifestación del cambio en la realidad política del país y sobre
la relevante función de las tecnologías en las actuales interacciones sociales.
Estas modificaciones, como queda patente
en esta oportunidad, no han sido bien comprendidas por parte de todos los
participantes en la contienda electoral. El clima confuso, con inesperados
desaciertos y actitudes alejadas de una positiva convivencia democrática, por
parte de algunos actores relevantes, desconocedores, algunos de ellos, de los valores
más profundos en la cultura política costarricense -o dispuestos a recurrir a
cualquier artificio para defender sus, grandes o pequeños, intereses
particulares-; parecen responder al desconcierto provocado en ellos por esas insospechadas
situaciones surgidas en el proceso por concluir, en una primera ronda o en el
posible balotaje.
La turbación, además de tocar a la puerta de varias agrupaciones políticas,
llegó también a otros sectores, provocando su pérdida de la compostura.
Sobresale, entre estos, un medio de comunicación, el cual, más allá de su línea
editorial, emplea todos los recursos a su alcance para expresar su oposición,
en específico, a un partido político y a su candidato, dejando de lado el recato
propio de la noble labor informativa. La última decisión, difícil de calificar,
ocurre mientras elaboro estas anotaciones, ¡No publicar los resultados del
estudio de opinión encargado, como es lo usual, a una prestigiosa empresa
encuestadora!¡Más difícil de digerir resulta aún, alegar lo inconveniente de su
publicación, desdeñando el criterio de sus lectores, y endosando las críticas a
esta incomprensible actuación, a la supuesta presencia de una suerte de “teoría
de la conspiración”!¡Válgame Dios!
Cuando los expertos efectúen sus
análisis, una vez concluida la elección, encontrarán en el enfado ciudadano uno
de los aspectos más relevantes en este crítico momento en la vida política de
la nación. El descontento de la ciudadanía, con una expresión evidente en el período
electoral, se había manifestado en diferentes momentos y en relación con varios
proyectos, los cuales, por la indignación ciudadana, hicieron recular a las
autoridades gubernamentales en su intento de ejecutarlos, sin reparar en la
postura de la población sobre estas iniciativas. Los frecuentes casos de
corrupción y los escándalos ligados a ellos, aderezan el malestar y enrarecen
la convivencia ciudadana.
A diferencia de otras realidades, en
Costa Rica la indignación se volcó al proceso electoral y podría provocar una
destacada asistencia a la emisión del sufragio. ¿Cuál será al final el
comportamiento de los electores?¿Cuál es la magnitud de ese disgusto de la
ciudadanía y cómo se expresará en las urnas?¿Será más fuerte los temores
originados en la denominada como la “campaña del miedo”, a la cual se han
sumado hasta los candidatos y los partidos políticos que nadie se lo hubiera
imaginado o se impondrá la indignación? Esto lo sabremos en muy pocas horas, al
conocer el resultado de estas elecciones.
Es hora de acudir con alegría a las urnas
y depositar nuestro voto sin aprensiones ni presiones externas, poniendo por
delante nuestras más hondas convicciones y pensando en la posibilidad real de
contribuir a retomar el rumbo incluyente de nuestro desarrollo. Depositar el
voto con confianza, ánimo y esperanza, con la certeza de la solidez de nuestra
democracia y de que en este proceso, sin duda, ha crecido en su fortaleza. ¡A
votar!



