domingo, 4 de octubre de 2015
domingo, 27 de septiembre de 2015
COLOMBIA
Contando apenas con cinco años de edad
inicié mis estudios primarios en la Escuela República de Colombia, ubicada en
el centro del cantón de Naranjo. Los lunes de cada semana, empezábamos las actividades
con un acto cívico en el que se entonaban las notas del himno nacional de
nuestro país y, enseguida, cantábamos, “¡Oh gloria inmarcesible! ¡Oh júbilo
inmortal! ¡En surcos de dolores el bien germina ya!...”; las estrofas del himno
colombiano resonaban en el patio central de la escuela vocalizado por los
numerosos niños que formábamos parte de aquel querido centro educativo. Ese
hecho y las estrechas relaciones existentes en esa época entre la Embajada de
Colombia en Costa Rica y la escuela, marco de relaciones en el que se organizaban
distinto tipo de acciones, ineludiblemente generaba identidades, las cuales,
por la corta edad de los participantes en ellas, tienden a perdurar.
En los años 80, siendo extensionista en
la Escuela de Planificación y Promoción Social de la UNA, desarrollamos una
aplicación del Laboratorio de Capacitación en Organización (elaborado por
Clodomir Santos de Morais), con el que apoyamos la formación de empresas
asociativas de producción en Costa Rica y en varios países de América Latina,
con el patrocinio del IICA. Esto me llevó hasta la costa colombiana, a promover
una experiencia en la comunidad afro descendiente de Aguas Negras, en el
municipio de San Onofre, relativamente cercano a Sincelejo, capital del Departamento de Sucre. En ella participaron
funcionarios del SENA y del antiguo INCORA, así como numerosas familias
campesinas, con quienes se proponía integrar una empresa asociativa. Una hamaca
colocada en una de las humildes casas de techo de paja me sirvió de dormitorio
en las dos semanas durante las cuales se extendió la experiencia. Fue este un
tiempo extraordinario para compartir y palpar en aquel bello y humilde poblado
costero, las tensiones y crispaciones de un conflicto extendido en forma
preponderante por estos sitios del medio rural colombiano.
En años más recientes, la participación
desde FLACSO Costa Rica en una red de instituciones de educación superior, en
el marco del proyecto SERIDAR (Sociedad Rural, Economía y Recursos Naturales),
fue una buena oportunidad para compartir con colegas de la Universidad Nacional
de Colombia (UNAL), vinculados con diversos territorios rurales del país y con
una clara visión sobre lo ocurrido en ellos, como consecuencia del conflicto en
que se hayan envueltos.
Por estas razones, entre otras, y por
la perenne cercanía afectiva, con el tiempo miraba embargado de desazón el
prolongado conflicto cuyos antecedentes algunos los ubican en la época de “La
Violencia”, enfrentamiento cargado de furia ocurrido durante la primera mitad
del siglo XX, entre los partidos Liberal y Conservador. La pugna actual, sin
dejar de lado ese antecedente, se origina al calor del conjunto de movimientos
políticos que, en la Latinoamérica de los años 60 y 70, adoptan el camino de la
lucha armada para tratar de introducir cambios estructurales en las excluyentes
sociedades prevalecientes en esa época en la región. ¡Mucho de eso vivimos en
Centroamérica, en donde en plena guerra fría ardieron las hogueras y se alcanzaron
altos grados de violencia!
Ningún conflicto de esta naturaleza puede
comprenderse fuera del entorno histórico, económico, social, político y
cultural de la sociedad en donde ocurre. Por eso resultan absurdas las
generalizaciones y las referencias simplistas al conflicto armado colombiano, caracterizado
por una mayúscula complejidad y el involucramiento de muy diversos actores,
situación que obliga a ser cautos con las miradas externas hacia una realidad
exhaustivamente analizada por los propios colombianos. La presencia del
narcotráfico, las diferentes tendencias dentro de los grupos guerrilleros de
izquierda, los grupos paramilitares de derecha y de extrema derecha, los
partidos políticos y las variantes políticas públicas asumidos por el Estado
ante el conflicto, le dan una tonalidad confusa y difícil de desentrañar para
los ojos propios y sobre todo para los ajenos.
Lo cierto es que según el primer
registro oficial de víctimas de la guerra en los últimos 30 años, preparado por
el gobierno colombiano por medio de la Unidad de Atención y Reparación Integral
a las Víctimas del Conflicto Armado, el número de víctimas causadas por este
conflicto asciende a la pavorosa cifra de 6,8 millones de personas. De
estas, el 86 por ciento son desplazados
y el 14 por ciento víctimas de amenazas, homicidio y desaparición forzada. En menor
proporción, según la información proporcionada en el registro, aparecen las víctimas
de secuestro, violencia sexual, despojo y abandono de bienes, lesiones,
tortura, reclutamiento forzado de niños y niñas y atentados (Entrevista a Paula
Gaviria, El Tiempo, 28 de diciembre de 2014). Por otra parte, en el informe
presentado por el Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH), en 2013, se
apunta que el número de muertes causadas por el conflicto entre 1958 y 2012
llega a 220.000 (El País, España, Miércoles, Julio 24, 2013).
La noticia sobre los significativos
avances alcanzados en las negaciones para lograr la firma de la paz en Colombia,
nos llena de júbilo y hace surgir la esperanza de que este prolongado conflicto
encuentre su final. La voluntad política y los liderazgos dispuestos a
encontrar los mecanismos viables para alcanzar un acuerdo y una paz duradera,
han logrado enfrentar los obstáculos interpuestos por quienes en forma
insensata consideran que es la guerra el camino para alcanzar la conclusión de
la confrontación y lograr la anhelada paz o de quienes interponen, en forma
obstinada, sus intereses al logro del fin de las hostilidades. ¡La hora de la
paz está cerca de llegar a Colombia, con el beneplácito de quienes valoramos y
miramos con respeto a esa gran nación!
domingo, 20 de septiembre de 2015
ELECCIONES MUNICIPALES
El
primer domingo de febrero de 2016 se llevará a cabo una votación de singular
relevancia para la longeva democracia costarricense, renovada y revitalizada
con medidas mediante las cuales la
ciudadanía participa y decide sobre sus representantes en los diferentes
ámbitos de la acción estatal.
Este
torneo permitirá elegir por primera vez en forma separada de los comicios
nacionales a alcaldes, vicealcaldes,
regidores, síndicos, concejales de distrito, intendentes, viceintendentes y
concejales municipales de distrito, en atención a las modificaciones introducidas
en la legislación nacional.
Un proceso de esta naturaleza, es novedoso para
nuestro país, no lo es así para numerosos regímenes políticos en la región. La
experiencia obtenida en varios países muestra que si bien estas elecciones movilizan
a las alicaídas estructuras partidarias nacionales, los factores preponderantes
del proceso se concentran en las propias dinámicas municipales o cantonales,
con sus particularidades estructurales, sus instituciones, sus organizaciones
sociales y políticas y sus demandas específicas.
Esto
se expresa en la inclinación del voto hacia agrupaciones locales, a alianzas
partidarias municipales o hacia personas de la comunidad que por su trayectoria
en la vida local, el respeto guardado por parte de sus vecinos o el liderazgo
forjado por sus actuaciones en la búsqueda de soluciones a los problemas o
desafíos del desarrollo de su cantón, adquieren mayor importancia, a la hora de
decidir, que sus filiaciones políticas. La indeclinable pérdida de las
lealtades partidarias suma a esta mayor independencia de criterio a la hora de elegir. Esto, desde luego, funciona así cuando una mayoría significativa de la
ciudadanía acude a las urnas electorales a emitir su voto; en el caso contrario,
serán las perennes estructuras partidarias quienes terminen determinando los
resultados.
Es
claro que la sola ubicación territorial no les da mayor cercanía con los
ciudadanos a los gobiernos locales. Con frecuencia las modalidades de
gobernanza y las prácticas políticas e institucionales prevalecientes en el ámbito
municipal, tienden a llevarse a cabo
dándole las espaldas a la ciudadanía y sin procurar abrir espacios de
participación efectiva en los asuntos públicos de interés para la comunidad.
Estas formas de actuación no concitan la identificación de los munícipes (los
vecinos), con su gobierno municipal, lo que se traduce en tanta lejanía o a veces mayor distancia a la existente en
relación con las instituciones nacionales. Esto tiene mucha importancia en el
llamado a los electores a sufragar en los comicios para elegir a las
autoridades locales.
Sin
embargo, no cabe duda de que las municipalidades, a pesar del centralizado
sistema estatal constituido en esta sociedad, cumplen funciones básicas para el
bienestar de las familias, el desarrollo productivo, los servicios públicos y
el desenvolvimiento social, ambiental y cultural en nuestros territorios. Estos,
por sí solos, son motivos suficientes para acudir a emitir el voto. Pero la
elección ofrece una buena oportunidad a la ciudadanía para procurar el
establecimiento de gobiernos locales abiertos, en los cuales la transparencia,
la información y la consulta permanente, así como las formas de gobernanza con
mecanismos de participación para los actores territoriales, suplanten a las
formas tradicionales de gestión aisladas de los ciudadanos.
El fraccionamiento del sistema de partidos
existente en el país, paradójicamente, podría favorecer una mayor movilización
de los electores en el ámbito local. A los 17 partidos inscritos en el Tribunal
Supremo de Elecciones (TSE) a escala nacional y a los 12 a escala provincial, se
suman 57 partidos inscritos a escala local en 40 de los 81 cantones del país: Siquirres
-2 partidos-, Naranjo, Aguirre, Desamparados – 5 partidos-, Quepos, Santa Ana
-2 partidos-, Palmares -2 partidos políticos-, San José -3 partidos-, San Carlos,
La Unión – 2 partidos políticos-, Vázquez de Coronado -2 partidos políticos-, Montes de
Oro, Montes de Oca -2 partidos políticos-, Barva, Goicoechea -3 partidos políticos-,
Tibás, Corredores, Curridabat, Mora, Garabito -2 partidos políticos-, Belén,
Escazú – 2 partidos políticos-, Santa Barbara, Pérez Zeledón, San Ramón, Limón,
Santo Domingo, Grecia, Osa, Parrita -2 partidos políticos-, Puriscal, Cartago, Alajuela, Tarrazú, Flores, Abangares,
Atenas, El Guarco, Poás y Pococí.
La
acción de estas 86 agrupaciones políticas (nacionales, provinciales y
cantonales), pueden ser un factor movilizador de los electores ante unos
comicios que marcan un nuevo paso en el desarrollo democrático de la sociedad
costarricense y ante los cuales se espera una respuesta positiva de la
ciudadanía.
domingo, 8 de febrero de 2015
LA AGENDA POLÍTICA
![]() |
| LA AGENDA POLÍTICA |
En
la vida social de una nación las relaciones de poder encuentran en el
establecimiento de la agenda política, el elemento esencial en el cual se
expresan las correlaciones existentes entre los diversos actores en pugna en el
escenario político. La agenda política se refiere a aquellos temas colocados en
el debate nacional, alrededor del cual giran los procesos de toma de
decisiones, entre ellos y de manera preferente en el ámbito parlamentario,
extendiéndose su discusión por los diversos espacios en los que se manifiesta la
actividad política, entre estos las omnipresentes redes sociales con sus virtudes y sus vicios.
Manuel
Castells, en su libro “Comunicación y poder” (Alianza Editorial, 2010), elabora
un definición sobre el poder que, recoge la herencia weberiana y, desde mi
punto de vista, con una clara relación con la relevancia revestida por la
colocación de la agenda política. Para el autor, “El poder es la capacidad relacional que permite a un actor social
influir de forma asimétrica en las decisiones de otros actores sociales de modo
que se favorezcan la voluntad, los intereses y los valores del actor que tiene
el poder. El poder se ejerce mediante la coacción (o la posibilidad de ejercerla) y/o mediante
la construcción de significado partiendo de los discursos a través de los
cuales los actores sociales guían sus acciones.”
La
instauración de la agenda es un mecanismo idóneo para influir en las acciones y
decisiones de los diversos actores sociales y políticos. La posibilidad de colocar
los temas no siempre está en las manos de quienes ejercen el poder formal. Con
mucha frecuencia la agenda es establecida por poderes fácticos, entre los que
sobresalen los actores cuyos intereses son representados por los medios de
comunicación o por otros actores asentados en la sociedad civil. En otros
casos, cuando la correlación de fuerzas no favorece a los depositarios del
poder ejecutivo, es la oposición política la que termina imponiendo la agenda,
ya sea desde una sola agrupación política o desde una alianza de fuerzas cuyo
proyecto se podría mover en un sentido contrario al respaldado, en forma
mayoritaria, por medio de las urnas electorales.
Colocar
la agenda política es un hecho de especial importancia para los gobiernos, pues es la manera de darle concreción al
proyecto político, esbozado de manera implícita o, como sería lo deseable, de
manera explícita, por la relevancia de los discursos para darle
significado a la acción de los actores. Esto no siempre sucede así, sobre todo,
cuando las propuestas programáticos de los partidos políticos no son siempre
visibles, ni constituyen una guía para sus actuaciones.
Tratando
de hacer un ejercicio simple de política comparada encontramos, en otras realidades,
situaciones en las cuales la correlación de fuerzas políticas construidas en su
momento y el liderazgo ejercido por quienes ocupan las posiciones del poder
formal, logran posicionar los temas alrededor del que gira el debate y la toma
de decisiones políticas en esa sociedad. Nos referimos al caso de Chile, en
donde, desde la campaña electoral la Nueva Mayoría y la presidente Bachelet,
colocaron tres temas esenciales en la agenda política de este país: a) La nueva
constitución; b) La reforma fiscal; y, c) La reforma educativa. Alrededor de
esas propuestas, de los proyectos derivados de ellos y de algunos otros, tales
como el tema del aborto, colocados por la propia alianza gubernamental, han
girado los debates políticos y las principales decisiones parlamentarias,
tomadas en los meses transcurridos desde el momento en que asume su segundo
mandato la presidente Bachelet.
En
el caso costarricense, si bien le fue posible al gobierno establecer un acuerdo
legislativo mediante el cual conquistó el directorio de la Asamblea
Legislativa, no ha conseguido un acuerdo programático más duradero, mediante el
cual pueda poner un conjunto de temas concretos en la agenda nacional. Es
importante, en este sentido, resaltar que no nos referimos aquí a aquella
agenda legislativa definida por el Poder Ejecutivo cuando le corresponde
hacerlo, ni a los contenidos de un documento predominantemente de carácter
técnico, como lo es el Plan Nacional de Desarrollo, sino a temas de tal
envergadura que susciten el debate nacional y conciten la movilización de
intereses diversos, a favor y en contra, hasta traducirse en decisiones
sustanciales para enfrentar los grandes desafíos del país. Es la colocación de
estos temas en la agenda nacional la forma mediante la cual se marca el rumbo
que se quiere dar a la sociedad en este momento crucial en su desarrollo.
¿Seguirán
siendo los medios de comunicación los actores con un papel preponderante en la
elaboración de la agenda política nacional?¿Continuarán los escándalos públicos
de diversa índole, significativos distractores de los temas relevantes para el
país, ocupando el lugar preferente asignado en el accionar político y en la
atención de la ciudadanía?¿Se impondrá la oposición política la encargada de
poner los temas de su interés en la palestra pública y en el espacio de la toma
de decisiones?¿Tendrá el gobierno la capacidad de lograr los acuerdos políticos
mediante los cuales le se factible impulsar aquellos temas considerados
sustanciales para marcar las rutas del desarrollo del país?
sábado, 27 de diciembre de 2014
TUFOS CONSERVADORES…
Unas interesantes y
pertinentes declaraciones de Fernando Ferraro, aspirante a ocupar la Secretaría
General del Partido Liberación Nacional (PLN), publica el día de hoy el
periódico La República (LR, 27 de
diciembre de 2014, Pp. 10-11). “El PLN se impregnó de un tufo conservador,
absolutamente contrario a la razón de ser y a la trayectoria del partido”,
afirma con certeza el ex ministro de justicia. Tufo, agregaríamos nosotros, emanado
por las posiciones políticas de ese signo adoptadas desde los diversos puestos
de poder ocupados por el otrora partido socialdemócrata costarricense.
Tratando de ensayar un
intento de política comparada, en países como España es el PSOE, con todas las
críticas recibidas por las medidas adoptadas para enfrentar la crisis económica
en ese país, el que ha impulsado las principales decisiones en el campo de los
derechos de ciudadanía (entre ellos el matrimonio igualitario), enfrentando una
ruda oposición de los grupos conservadores de la derecha española, encabezados
por el PP. En Costa Rica, el PLN se alía con los grupos más conservadores o
encabeza las posiciones más conservadoras opuestas a cualquier ampliación de
los derechos, entre ellos las de garantías laborales.
En este momento, esas alianzas se cuajan en el ámbito
parlamentario. Pero, en el cuatrienio pasado, el tufo provenía sobretodo de
Zapote, sitio en el cual encontraron eco y se tradujeron en decisiones
políticas las posiciones más conservadoras persistentes en esta sociedad. El
alejamiento del Estado laico, en medio de una confusión entre creencias individuales
y el ejercicio de la función pública, cobijó gran parte de las posturas adoptadas
a contrapelo de los pensamientos progresistas que se abren paso en una nación
en busca de caminos para reemprender su desarrollo.
Si bien es claro el abandono
de las posiciones avanzadas en el campo de los derechos de ciudadanía, lo es
también en el de las políticas económicas y sociales. La ausencia de políticas
industriales y, en general, la descuido de la producción nacional destinada a
atender las demandas locales, actividades con un papel primordial en la
generación de empleo, así como el paulatino deterioro de servicios públicos de
carácter universal, sustituidos por el gasto social focalizado, contribuyen, de
manera terminante, al crecimiento de las desigualdades y a la pérdida de la
cohesión social presentes en la Costa Rica contemporánea.
La suma de estas
posiciones con los extendidos casos de corrupción ocasionados por la mezcla de
gestión pública y negocios particulares, con una evidente colocación de los
intereses individuales por encima del interés colectivo, condujo al PLN a su
peor derrota electoral, colocando su perentoria renovación en un lugar
prioritario de su agenda política.
lunes, 27 de octubre de 2014
sábado, 18 de octubre de 2014
EL ESTADO: ASIENTO DE TODOS LOS MALES...
![]() |
| http://david-davidovich.blogspot.com/2011/11/el-estado-minimo-nozick.html |
Estas
medidas, nunca del todo ausentes, regresan de manera inevitable a
nuestra memoria al mirar las políticas de austeridad que, como un fantasma,
recorren hoy Europa y otras naciones. En
la nuestra se asoman, en forma recurrente, con frecuencia animadas por los ejemplos
tomados de esas otras realidades o de los persistentes pensamientos de los
actores en los cuales se sustenta el proyecto mercado-céntrico.
Los impactos de las profundas reformas
del Estado, aplicadas en el marco del ajuste, tenían el propósito de “encoger”
el Estado, según lo calificó Oszlack. Segmentos enteros de éste fueron
trasladados al sector privado -medidas con las cuales se crean o se multiplican
cuantiosos capitales-, algunas funciones estatales se trasladan a los gobiernos
sub-nacionales y varias dependencias se mantienen, pero cumpliendo sus
funciones en franco deterioro, producto de las agresivas políticas de movilidad
laboral y de las drásticas reducciones en el gasto público, adoptadas con el anunciado
objetivo de alcanzar el equilibrio macroeconómico. Reforma del Estado, en ese
período, es sinónimo de achicamiento de su tamaño y disminución de sus
funciones: el objetivo es implantar el soñado Estado mínimo.
Los cambios se efectúan en medio de un
clima político-ideológico y de generación de opiniones, con un acusado papel
de los medios de comunicación, en el cual el Estado se coloca como el asiento
de todos los males vividos por la sociedad. La eliminación de la sociedad Estado-céntrica, con sus virtudes y sus
defectos, y la transición a la sociedad mercado-céntrica,
proclamada como el inevitable e ideal futuro, se produce, de manera más o menos
radical, aquí y allá: era la época del pensamiento y el modelo únicos.
En la actualidad, varias naciones tratan
de recuperar algunas de las funciones reguladoras, distributivas y de garante
de los derechos de ciudadanía por parte del Estado, sin pretender la vuelta al
estadocentrismo del pasado, sino creando, más bien, las condiciones requeridas para avanzar hacia
una sociedad ciudadano-céntrica, en
cuyo avance se revitaliza el Estado y el mercado cumple con un destacado papel,
pero se coloca a la ciudadanía en el centro del proceso de desarrollo.
Lo ocurrido en Costa Rica durante este
período, presenta características diferentes, en algunos aspectos, en relación
con la situación de otros países. Si bien los aires aperturistas soplan fuerte
por estos lares y el pensamiento y las políticas de este tipo se enraizaron en
esta sociedad, es importante hacer, en algún momento, un análisis comparativo
sobre la profundización alcanzada por las reformas económicas y políticas en
diversas sociedades latinoamericanas.
En los países centroamericanos, y en la
mayor parte de los sudamericanos, por ejemplo, les resulta incomprensible la
conservación en Costa Rica de una suerte de propiedad mixta de las empresas en
sectores privatizados en aquellas otras naciones con la primera generación de
reformas del Estado: banca, telefonía, producción y distribución eléctrica,
seguros, pensiones…en nuestro caso, se mantienen las inversiones públicas en
esos sectores y ¡hasta la producción de aguardiente continúa en manos del
Estado!.
En las otras naciones predominó la
privatización indiscriminada por la vía de la venta de empresas estatales -en
muchas ocasiones a precios ridículos-, o el traslado de funciones públicas al
sector privado. La subordinación de lo público por el mercado alcanzó, en estos
casos, ribetes dramáticos. En Costa Rica, la vía adoptada fue la de la apertura:
se abrió la competencia entre las empresas públicas y las privadas,
posiblemente para algunos con la oculta esperanza de que las dadas por seguras
ineficiencias estatales y las supuestas superiores condiciones de las empresas
transnacionales conducirían, a cierto plazo, a la salida de las primeras del
mercado.
Estas disimilitudes, fáciles de
distinguir sin pasar de la superficie de estos procesos, encuentran en la porfía
asumida en distintos momentos por la ciudadanía, un ineludible factor
explicativo. La reiterada oposición a las reformas de este corte, su
movilización e impedir que por medio de las urnas electorales los grupos anti
estatales obtengan los sufragios suficientes para imponer sus proyectos, han
sido situaciones esenciales en la definición del rumbo seguido por esta
sociedad. Aunque los expertos siguen insistiendo en la “baja cultura política”
del costarricense, algo deja en las mentes y la conciencia de un pueblo su
secular vida democrática y por lo menos un desarrollado “olfato político” les
acompaña en los senderos recorridos por su vida política.
La constatación de estas diferencias no
menores en el camino aperturista seguido en las diferentes naciones, encuentra,
eso sí, un elemento común en la arremetida contra los presupuestos públicos, la
reducción drástica de las inversiones y el desmantelamiento o el deterioro de
servicios esenciales prestados por el Estado.
El cierre o “cuasi cierre” de
instituciones –recordamos hoy lo ocurrido con el Banco Anglo, INCOFER, el CNP y
el IFAM, entre otras-, la movilidad laboral, el impedimento de sustituir al
personal jubilado, el congelamiento de las plazas y los presupuestos, aplicados
con algunas excepciones, condujeron a situaciones en las cuales un porcentaje
muy elevado de los recursos recibidos por estas dependencias se dedicaran al
pago de los salarios, con ausencia de financiamiento para cumplir eficazmente
con los objetivos institucionales y ejecutar las tareas correspondientes con la misión institucional.
De igual manera, se redujeron, en forma sensible, las inversiones públicas, con
los consecuentes rezagos en la infraestructura y sus negativas consecuencias
para el desarrollo económico, social y ambiental de la sociedad costarricense.
Bajo estas condiciones, se cumple la
profecía: el Estado con insuficientes recursos y con sus capacidades disminuidas,
reduce también sus capacidades y le resulta muy difícil atender a las
crecientes demandas originadas en la sociedad, muchas de ellas provenientes de
los sectores desprotegidos al modificarse las políticas y deteriorarse el
sistema institucional. Se le pide eficacia a un Estado al cual se le estrechan
sus recursos y se le disminuyen sus facultades. ¡El Estado continúa siendo el
asiento de todos los males!
El mayor deterioro se presenta en el
ámbito del Gobierno Central, mientras por otro lado crece una maraña de
instituciones, con altos niveles de autonomía, con presupuestos y condiciones de contratación y
remuneración dispares entre ellas y, en forma categórica, en relación a lo
ocurrido en las dependencias centralizadas. Esa es la realidad actual de buena
parte de las entidades y el conjunto del sector público en el país, con
modalidades heterogéneas de empleo y con recursos desiguales para cumplir con
su misión.
Las arremetidas anti estatales son
habituales y hacen su aparición, con periodicidad amparadas en llamativos
“apoyos” externos, en aquellos momentos en los cuales se dictamina la
existencia de un decretado por alguien “inmanejable déficit fiscal”. Surge de
nuevo la reiterada y desacertada ficción según la cual la nación es como una
familia y no puede gastar más del monto total de sus ingresos. En primer lugar,
desde luego, habría de preguntarse de qué clase de familia estamos hablando, pues
un buen número de ellas no logra obtener los ingresos necesarios para la
subsistencia de sus miembros. ¿Será con una de estas numerosas familias con las
cuales hacemos la comparación?
En segundo lugar la descabellada analogía
deja de lado la capacidad con la que cuenta el Estado para generar ingresos
adicionales con el propósito de atender las demandas de diversa índole surgidas
en la sociedad, mediante la aplicación de las potestades fiscales con las
cuales cuenta o del manejo de las medidas e instrumentos por medio de las
cuales se reduzcan las colosales evasiones proclamadas por las propias
autoridades gubernamentales. No es lo más eficaz, ni sensato, tratar de racionalizar
el gasto y las inversiones públicas aplicando recortes generales, sin responder
a determinadas prioridades u objetivos estratégicos originados en un explícito
proyecto político al cual se adhiera la mayoría de la ciudadanía.
Mucho más sencillo les resulta, aunque
evidentemente también más incoherente, recortar el gasto público o embestir
contra las rentas medias, medidas con las cuales se gana el favor de los
medios, el reconocimiento de las visiones cortoplacistas y el aplauso de
aquellos intereses que encuentran, en estas decisiones, una forma de retraer
cualquier intento de reforma fiscal con la cual quién quita y se afecten a las
rentas altas.
En el centro de la discusión política en
el país sigue estando, aunque sea de manera soterrada, la puja por el modelo de
desarrollo con el cual emprenderá la sociedad costarricense el camino al
futuro. Algunos personajes, a los cuales
la ciudadanía costarricenses de manera reiterada les ha dicho no a sus
pretensiones de gobernar el país, por sus propuestas radicales de austeridad y
de claro corte anti estatal, encuentran espacios para promover, a contrapelo de
lo decidido cuando corresponde por la ciudadanía, un nuevo e indiscriminado ataque
a los presupuestos públicos, con todas las consecuencias que esto a la larga
traerá en el menoscabado bienestar de la población, en el funcionamiento del
maltrecho Estado costarricense y en el accionar de las instituciones
democráticas.
Suscribirse a:
Comentarios (Atom)


