domingo, 14 de enero de 2018
viernes, 3 de noviembre de 2017
EL 4-F
Un
nuevo proceso eleccionario está en camino, sin que hasta ahora haya logrado
despertar el entusiasmo de la ciudadanía y sin involucrar resueltamente en él a
unos electores cada vez más críticos y, al parecer, más pausados en sus
escogencias.
Al
paulatino deterioro de la imagen de los políticos y a un marcado alejamiento ciudadano
de la política, se suman dos hechos significativos. Por una parte, el
desencanto con un indefinido cambio al que de manera entusiasta dieron su
apoyo, sin que al final del cuatrienio se perciba como tal. Por otra parte, la
puesta en marcha de una trascendental acción legislativa, con un aparente inicial
propósito electoral, que ha terminado extendiéndose en su funcionamiento y enlodando,
sin proponérselo, a quienes menos se pensaba, ahondando la imperante suspicacia
ciudadana, así como la vacilación de frente a la selección de las autoridades
gubernamentales y legislativas.
Los
efectos de las comparecencias celebradas en la comisión instalada en el
congreso, por donde han desfilado integrantes de los tres poderes del Estado,
salpican al sistema político y a factores esenciales de la institucionalidad
del país. Hasta ahora la ciudadanía mira perpleja lo ocurrido y su primera
reacción ha sido la de sumar a la aversión a la política. Esta situación,
extendida más allá de lo esperado, a tres meses de la
votación, encuentra su expresión en una proporción muy significativa de los
electores indecisos y es posible, en un mayor abstencionismo el próximo 4 de
febrero.
Tanto
el desencanto ante la difusa propuesta del cambio no alcanzada, como la
coyuntura originada con el escarbe legislativo, en un medio enrarecido por
fenómenos tales como el debilitamiento profundo de los partidos políticos; el
inacabado surgimiento de liderazgos renovados; la continuada fragmentación
política y la dificultosa búsqueda de acuerdos; la presencia de operadores de
justicia con una actuación que parece moverse entre la búsqueda de la verdad y
el afán mediático y la tentación de ofrecer populares respuestas al generalizado
clamor de escarmiento a los catalogados como perversos; el reforzado
conservadurismo político y la acentuada mezcla de religión y política que aleja
de la anhelada secularización del Estado; son algunos de los fenómenos que podrían
aderezar un medio convulso y ocasionar la preeminencia de un líder no esperado o
no deseado por muchos.
Con
trece aspirantes presidenciales y una probable prolongación del multipartidismo
en el parlamento, la incertidumbre en relación con la trayectoria que habrán de
seguir las adhesiones electorales, causada por el alto porcentaje de posibles
votantes indecisos -en medio de una campaña ausente de propuestas motivadores o
movilizadoras, con un evidente desfase entre las orientaciones de las campañas
y las impresiones, expectativas y apatías reinantes entre la ciudadanía-; no se
deja espacio al crecimiento del de por si menguado entusiasmo democrático, a
pesar de estar en las vísperas del día de la elección.
El
incesante intento de manejo de las redes digitales por parte de los partidos
políticos, la sórdida y agresiva campaña desplegada en varios frentes y la
presencia en las redes sociales de numerosas personas informadas y otras con palmaria
menor información, hondamente contaminada por los influencers o los troles partidarios,
enturbian aún más las posibilidades de obtener los elementos requeridos para
tomar una decisión más razonada, menos sustentada en las turbaciones del
momento.
Aguijoneados
por el nebuloso panorama político situado enfrente de la ciudadanía, los
impulsos por sumarse al bando de los abstencionistas son considerables. No
obstante, aunque la andadura es más trabajosa, es preferible seguir la ruta del
votante informado. Diversos medios tenemos a nuestro alcance para acceder a la
información y para tratar de superar prejuicios, manipulaciones y
desinformación a la hora de tomar una decisión fundada. La secular democracia
costarricense lo merece.
miércoles, 9 de noviembre de 2016
ANTI ESTABLISHMENT
Los resultados del reciente torneo eleccionario estadounidense, se vuelven muy
llamativos por ser para muchos inesperados, así como por el opaco perfil y el
discurso “políticamente incorrecto” de quien fue el ganador en esa contienda. Pero,
como bien lo señala el destacado periodista español Iñaki Gabilondo, Trump es
solo el síntoma y este no debe confundirse con la enfermedad, la cual se
encuentra en el trasfondo de este acontecimiento.
Lo primero que se debe
tener presente es que no es esta una situación única o aislada, todo lo contrario,
parece enmarcarse en una tendencia presente en varias de las democracias
occidentales agobiadas por el descontento de la ciudadanía, el deterioro
sufrido por los partidos políticos, la corrupción desbocada y la aversión a la
política tradicional y a los políticos de viejo cuño, enquistados en el sistema:
el establishment político.
Hoy son evidentes las
consecuencias ocasionadas por las uniformes políticas económicas adoptadas desde
hace ya varias décadas, unidas a la reducción drástica de algunos de los
componentes básicos del sistema de bienestar, en el marco de las denominadas
medidas de austeridad. La sociedad del bienestar fue construida en un mundo
bipolar, a contrapelo de quienes colocaron siempre sus intereses particulares
por encima del bienestar general. En la actualidad, en un mundo global y
multipolar, son estos los portadores del pensamiento y el poder político, el
cual se encuentra dominado por un sincretismo ideológico y programático tenazmente
organizado y preservado. El panorama presente en muchas de las democracias
occidentales es el de una ciudadanía colmada de desesperanza, incertidumbre, desconfianza
y enojo.
El desempleo y la
precariedad laboral reinantes por doquier, la ausencia de oportunidades
enfrentadas por grandes grupos de jóvenes, con independencia de sus niveles de
formación, la reducción de los programas institucionales y las dificultades de
acceso a la seguridad social, unidos a unas abismales y ofensivas desigualdades
sociales, alimentan el descontento y crean las condiciones para la búsqueda de
otros rumbos, aunque sean estos más inciertos que los seguidos en la actualidad.
Inglaterra, España,
Grecia, Italia, Francia y ahora Estados Unidos, entre las más notables, son
sociedades en las que movimientos y agrupaciones anti establishment, de muy
distintos signos ideológicos, han logrado significativos avances, canalizando
el reclamo y el enfado ciudadano hacia sus posiciones, obteniendo triunfos
electorales en el ámbito parlamentario, nacional, regional o local.
La insistencia de las
élites por mantener el rumbo, sin reparar en sus efectos negativos y en las
cada vez más evidentes reacciones ciudadanas, continuará generando
inestabilidad y creando el caldo de cultivo en el que crecerán los
descontentos, florecerán los populismos y germinarán otras posiciones políticas
con sus llamados a modificar el rumbo.
No son nuevos las
apelaciones a introducir ajustes en un modelo que, como lo enseña la historia,
mientras engendre desigualdades, exclusión y desesperanzas conducirá por los
caminos menos esperados y deseados.
lunes, 16 de noviembre de 2015
lunes, 12 de octubre de 2015
CINCO MOTIVOS PARA VOTAR EN LAS PRÓXIMAS ELECCIONES MUNICIPALES
El
próximo año se llevará a cabo la primera elección de medio período en Costa
Rica, programada para el primer domingo de febrero. En este torneo electoral se nombrarán más de
seis mil cargos en los gobiernos municipales del país. Este significativo acontecimiento
democrático no siempre despierta el entusiasmo en una ciudadanía crecientemente
desencantada con la política, los políticos y los partidos políticos. A ese
fenómeno más general se suma la escasa importancia que, con alguna frecuencia y
de manera desacertada, se da a los gobiernos locales y a la selección de las
autoridades municipales.
La
predominante mirada de los territorios desde una perspectiva centralista,
contribuye a la errónea concepción de que todos los problemas locales pueden
resolverse de mejor manera desde el ámbito nacional, dejándose de lado las
condiciones y dinámicas particulares existentes en los contornos territoriales
o cantonales, así como el potencial, de diversa naturaleza, existente en éstos
para promover su desenvolvimiento económico, social, cultual, ambiental e
institucional. Las dificultades para lograr la transferencia de competencias y
recursos a los gobiernos municipales, expresan con claridad el predominio de
estas visiones arraigadas en los principales grupos de poder en esta sociedad.
Por
este motivo, el paso político dado en Costa Rica al colocar las elecciones
municipales en el medio período, en relación con las elecciones nacionales, es
un hecho significativo que permitirá que la ciudadanía vuelva sus ojos hacia sus
gobiernos municipales y presten atención a las propuestas provenientes de las
diferentes agrupaciones políticas y a las variadas ofertas electorales. El
centro del proceso político se coloca en este período en cada uno de los
cantones, sus distritos y caseríos y la atención estará centrada en los líderes
locales y sus propuestas. Las estrategias electorales y el desenvolvimiento del
torneo electoral se producen en función de las condiciones propias de cada ámbito
municipal, de sus actores, sus formas organizativas, sus posibilidades de
alianzas y sus necesidades y demandas específicas.
Pero,
ante todo, esta es una ocasión para observar con atención la destacada posición
de los gobiernos locales en nuestra vida cotidiana, así como en aspectos cruciales
en la búsqueda de una mejor calidad de vida, ya sea por las políticas, los planes de desarrollo
cantonal y las acciones impulsadas por los gobiernos locales en este sentido o por
la ausencia de estos elementos o la inacción municipal, producto de la mala
selección de las autoridades y de la presencia de una gestión municipal ayuna de
instrumentos y capacidades para responder con eficacia a las demandas del
desarrollo municipal.
Estas
cortas reflexiones nos llevan a subrayar cinco motivos por los cuales resulta ineludible
para la ciudadanía acudir a las urnas electorales a emitir el sufragio el
próximo 7 de febrero de 2016:
1,
En primer lugar, para contribuir a la imprescindible revitalización de la
democracia costarricense siendo partícipe de un proceso electoral mediante el
cual se elegirán a las autoridades del gobierno de mi municipalidad, Ser un munícipe
activo en la vida política de mi comunidad resulta primordial para brindar el
respaldo requerido para construir gobiernos locales sólidos y con estrechas
vinculaciones con la ciudadanía.
2.
En segundo lugar, para aportar mis puntos de vista, mis sugerencias y mis visiones criticas ante
las diferentes propuestas electorales y ante las candidaturas que se presenten
para ocupar los múltiples cargos gubernamentales, aspecto esencial para escoger
a aquellas personas cuyo compromiso, liderazgo y trayectoria en la búsqueda del bienestar de la población,
por encima de las banderías políticas, me den mayor garantía de cumplimiento
con las responsabilidades propias de la gestión municipal y de atender a los
principales desafíos del desarrollo de mi cantón o de mi distrito.
3.
En tercer lugar, porque al ser parte de
la vida política comunal y por ser partícipe del proceso de elección de las
autoridades estaré en capacidad de exigir transparencia, información y
participación en las iniciativas impulsadas por el gobierno local y en aquellos
componentes de la gestión municipal en que las relaciones horizontales y el
involucramiento de la ciudadanía son un elemento crucial en las nuevas formas
de gobernanza y en el paulatino establecimiento de gobiernos locales abiertos
en nuestro sistema institucional,
4.
En cuarto lugar, porque las decisiones que toman los gobiernos municipales son
de indiscutible relevancia en nuestras vidas y en la medida en que la presencia
ciudadana en los comicios electorales sea mayor, estaremos haciendo patente
nuestra comprensión sobre los alcances de la acción municipal y la confianza en
las instituciones básicas de nuestro sistema democrático. La poca asistencia a
las urnas electorales se traduce en gobiernos débiles o fácilmente ocupados por
cacicazgos locales o estructuras de poder que se turnan en el ejercicio
gubernamental casi sin oposición.
5.
En quinto lugar, porque está demostrado que en una sociedad global altamente
integrada como en la que vivimos, las identidades locales resultan fundamentales
para nuestra consistente integración en ese mundo lleno de oportunidades y
desafíos. Los gobiernos municipales juegan un papel básico en ese proceso y
contar con una ciudadanía activa, involucrada en el desarrollo socioeconómico,
cultural, ambiental e institucional de las comunidades en las cuales conviven,
es indispensable para avanzar positivamente en las condiciones de la exigente
sociedad actual.
En
el mundo de hoy no se vale tan solo ser espectador de los procesos y un crítico
consumado de las instituciones y de quienes asumen su conducción, sin arrollarse
las mangas y brindar la mínima contribución, cual es, en primer lugar, el ejercicio
del derecho ciudadano a elegir y ser elegido; en segundo lugar, involucrarse en la vida
comunal para cumplir con el deber de ser partícipes de las acciones con las
cuales se enfrentan los desafíos para construir una sociedad mejor, más justa y
más equitativa.
domingo, 4 de octubre de 2015
domingo, 27 de septiembre de 2015
COLOMBIA
Contando apenas con cinco años de edad
inicié mis estudios primarios en la Escuela República de Colombia, ubicada en
el centro del cantón de Naranjo. Los lunes de cada semana, empezábamos las actividades
con un acto cívico en el que se entonaban las notas del himno nacional de
nuestro país y, enseguida, cantábamos, “¡Oh gloria inmarcesible! ¡Oh júbilo
inmortal! ¡En surcos de dolores el bien germina ya!...”; las estrofas del himno
colombiano resonaban en el patio central de la escuela vocalizado por los
numerosos niños que formábamos parte de aquel querido centro educativo. Ese
hecho y las estrechas relaciones existentes en esa época entre la Embajada de
Colombia en Costa Rica y la escuela, marco de relaciones en el que se organizaban
distinto tipo de acciones, ineludiblemente generaba identidades, las cuales,
por la corta edad de los participantes en ellas, tienden a perdurar.
En los años 80, siendo extensionista en
la Escuela de Planificación y Promoción Social de la UNA, desarrollamos una
aplicación del Laboratorio de Capacitación en Organización (elaborado por
Clodomir Santos de Morais), con el que apoyamos la formación de empresas
asociativas de producción en Costa Rica y en varios países de América Latina,
con el patrocinio del IICA. Esto me llevó hasta la costa colombiana, a promover
una experiencia en la comunidad afro descendiente de Aguas Negras, en el
municipio de San Onofre, relativamente cercano a Sincelejo, capital del Departamento de Sucre. En ella participaron
funcionarios del SENA y del antiguo INCORA, así como numerosas familias
campesinas, con quienes se proponía integrar una empresa asociativa. Una hamaca
colocada en una de las humildes casas de techo de paja me sirvió de dormitorio
en las dos semanas durante las cuales se extendió la experiencia. Fue este un
tiempo extraordinario para compartir y palpar en aquel bello y humilde poblado
costero, las tensiones y crispaciones de un conflicto extendido en forma
preponderante por estos sitios del medio rural colombiano.
En años más recientes, la participación
desde FLACSO Costa Rica en una red de instituciones de educación superior, en
el marco del proyecto SERIDAR (Sociedad Rural, Economía y Recursos Naturales),
fue una buena oportunidad para compartir con colegas de la Universidad Nacional
de Colombia (UNAL), vinculados con diversos territorios rurales del país y con
una clara visión sobre lo ocurrido en ellos, como consecuencia del conflicto en
que se hayan envueltos.
Por estas razones, entre otras, y por
la perenne cercanía afectiva, con el tiempo miraba embargado de desazón el
prolongado conflicto cuyos antecedentes algunos los ubican en la época de “La
Violencia”, enfrentamiento cargado de furia ocurrido durante la primera mitad
del siglo XX, entre los partidos Liberal y Conservador. La pugna actual, sin
dejar de lado ese antecedente, se origina al calor del conjunto de movimientos
políticos que, en la Latinoamérica de los años 60 y 70, adoptan el camino de la
lucha armada para tratar de introducir cambios estructurales en las excluyentes
sociedades prevalecientes en esa época en la región. ¡Mucho de eso vivimos en
Centroamérica, en donde en plena guerra fría ardieron las hogueras y se alcanzaron
altos grados de violencia!
Ningún conflicto de esta naturaleza puede
comprenderse fuera del entorno histórico, económico, social, político y
cultural de la sociedad en donde ocurre. Por eso resultan absurdas las
generalizaciones y las referencias simplistas al conflicto armado colombiano, caracterizado
por una mayúscula complejidad y el involucramiento de muy diversos actores,
situación que obliga a ser cautos con las miradas externas hacia una realidad
exhaustivamente analizada por los propios colombianos. La presencia del
narcotráfico, las diferentes tendencias dentro de los grupos guerrilleros de
izquierda, los grupos paramilitares de derecha y de extrema derecha, los
partidos políticos y las variantes políticas públicas asumidos por el Estado
ante el conflicto, le dan una tonalidad confusa y difícil de desentrañar para
los ojos propios y sobre todo para los ajenos.
Lo cierto es que según el primer
registro oficial de víctimas de la guerra en los últimos 30 años, preparado por
el gobierno colombiano por medio de la Unidad de Atención y Reparación Integral
a las Víctimas del Conflicto Armado, el número de víctimas causadas por este
conflicto asciende a la pavorosa cifra de 6,8 millones de personas. De
estas, el 86 por ciento son desplazados
y el 14 por ciento víctimas de amenazas, homicidio y desaparición forzada. En menor
proporción, según la información proporcionada en el registro, aparecen las víctimas
de secuestro, violencia sexual, despojo y abandono de bienes, lesiones,
tortura, reclutamiento forzado de niños y niñas y atentados (Entrevista a Paula
Gaviria, El Tiempo, 28 de diciembre de 2014). Por otra parte, en el informe
presentado por el Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH), en 2013, se
apunta que el número de muertes causadas por el conflicto entre 1958 y 2012
llega a 220.000 (El País, España, Miércoles, Julio 24, 2013).
La noticia sobre los significativos
avances alcanzados en las negaciones para lograr la firma de la paz en Colombia,
nos llena de júbilo y hace surgir la esperanza de que este prolongado conflicto
encuentre su final. La voluntad política y los liderazgos dispuestos a
encontrar los mecanismos viables para alcanzar un acuerdo y una paz duradera,
han logrado enfrentar los obstáculos interpuestos por quienes en forma
insensata consideran que es la guerra el camino para alcanzar la conclusión de
la confrontación y lograr la anhelada paz o de quienes interponen, en forma
obstinada, sus intereses al logro del fin de las hostilidades. ¡La hora de la
paz está cerca de llegar a Colombia, con el beneplácito de quienes valoramos y
miramos con respeto a esa gran nación!
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