domingo, 29 de julio de 2012

FRACCIONAMIENTO POLÍTICO



Durante largos años Costa Rica mantuvo un sistema integrado por dos partidos políticos, con un caudal de votos suficiente para alternarse en la conducción del país. Los acuerdos establecidos entre las agrupaciones integrantes del bipartidismo, salvo muy contadas excepciones, excluían a los restantes partidos con alguna representación en el parlamento y en los gobiernos locales.  Esto se empieza a modificar, de manera paulatina, con el surgimiento del sistema multipartidista prevaleciente hasta el día de hoy.
En las condiciones actuales, la negociación política se torna más complicada y las alianzas adquieren un carácter marcadamente coyuntural. La multiplicidad de actores participantes en el escenario político, extienden la dispersión política y vuelven imperativo negociar para alcanzar cada objetivo propuesto. Características notables de estas negociaciones son su lejanía en relación con las coincidencias ideológicas o programáticas  y su acusado sustento en un pragmatismo con frecuencia cercano al oportunismo.
Sin embargo, el creciente fraccionamiento sufrido por el sistema político pareciera relacionarse, de forma muy directa, con el alejamiento enfrentado por los partidos en cuanto a las diversas necesidades y demandas de la población costarricense. En el sistema de partidos predominan las agrupaciones tipo “catch all”, con una composición multi clasista y con una oferta electoral amplia y con la pretensión de responder a intereses muy variados.
Esto funciona bien mientras el sistema institucional y el bienestar social cobija a la mayor parte de las familias. La existencia de un proyecto político incluyente refuerza la credibilidad de las instituciones y la confianza de la ciudadanía en ellas. En el momento en el cual se modifica esto,  crecen las desigualdades sociales y grupos importantes de la sociedad perciben un distanciamiento entre las políticas y proyectos partidarios y sus demandas, cambian las posiciones en relación con los partidos políticos tradicionales.
El resultado es la conformación de organizaciones políticas creadas en respuesta a los intereses específicos de los grupos sociales que no se sienten representados en los proyectos de los cuales son portadores los partidos existentes.
La ausencia de mecanismos eficaces de participación ciudadana en el accionar de los partidos, el encerramiento en los contornos limitados de sus militancias y su acentuado funcionamiento como maquinarias electorales, refuerza el sentimiento de exclusión de grupos o sectores en búsqueda de nuevas opciones de representación. En este momento hay un total de 41 partidos inscritos ante el Tribunal Supremo de Elecciones. De estos, a escala nacional hay 9 partidos inscritos, 6 a escala provincial y 26 a escala cantonal.  Otras agrupaciones nacionales, algunas de ellas “temáticas” o “sectoriales”, van en camino de la inscripción.
Ante estas circunstancias es posible avizorar una mayor dispersión política, cuyas consecuencias en la construcción de las agendas y de los ineludibles acuerdos para lograr un funcionamiento eficaz  de las principales instituciones democráticas, serán la de una mayor complejidad y la colocación del diálogo y la negociación como aspectos medulares en la vida política de la nación.

sábado, 7 de julio de 2012

LA ANTI POLÍTICA


LA ANTIPOLÍTICA

Cada vez con más intensidad se entroniza en la sociedad una tendencia al rechazo a la política. Este es uno de los fenómenos globales más generalizado, en muy diferentes sistemas políticos, con independencia de sus características particulares. En el aparente repudio a la política contribuyen, de modo muy significativo, dos situaciones ocurridas de manera simultánea: por una parte, el sentimiento, cada vez más generalizado, de una ausencia de respuestas eficaces a las necesidades y demandas de bienestar de la ciudadanía. Por otra parte,  las actuaciones de un buen número de operadores políticos, alejados de las aspiraciones de la población, encerrados en sus círculos de poder y, con frecuencia, involucrados en escándalos de corrupción. Los políticos se convirtieron, en el imaginario colectivo, en sinónimo de perversidad y falsedad.  
Solo basta dar una mirada a lo expresado sobre estos temas en las redes sociales, para constatar las improcedentes generalizaciones y  la reinante percepción negativa en relación con quienes desempeñan diversos cargos políticos. 
La despiadada crítica a los políticos, llevada en algunos casos al absurdo, se traduce en una posición anti política, en una visión negativa en la cual se envuelve al Estado y en un llamado al alejamiento de la política. Todos recordamos la afirmación de un connotado líder político costarricense, según la cual de asumir la presidencia de la república colocaría en la conducción de las principales instituciones a egresados de una prestigiosa escuela de negocios. ¡La ineficacia del Estado es responsabilidad de los políticos, la mejor manera de resolver la situación es colocar técnicos en su dirección!
La falaz conclusión deja de lado la naturaleza política del Estado y el necesario manejo político de los asuntos estatales, para lo cual, desde luego, es menester  un adecuado uso de la información y del apoyo técnico requerido para una apropiada toma de decisiones.
La censura a los políticos no siempre conlleva una separación de la política.  Hace unos años, Anthony Giddens refutaba la afirmación según la cual los jóvenes europeos se habían alejado de la política. La indisposición juvenil se presenta en relación con la política parlamentaria, pero cada vez más los jóvenes se involucran en temas relacionados con el ambiente, los derechos humanos, las desigualdades sociales, la equidad y la cohesión social, todos ellos asuntos políticos ante los cuales expresan sus pensamientos y se movilizan tratando de influir en las decisiones políticas.
La participación ciudadana en la vida política de las naciones, es un aspecto básico para el funcionamiento del sistema democrático. Alejarse de la política implica dejar el camino abierto a la separación entre las aspiraciones de la población y la orientación de las decisiones de quienes ejercen el poder. Solo la intervención en la política de la ciudadanía puede concederle los instrumentos para influir en las decisiones y para empoderar a la gente en los asuntos políticos de su interés.
Los partidos políticos, por su parte, deben revitalizarse. Superar su funcionamiento centrado, de manera casi exclusiva, en los aspectos electorales –maquinas electorales- , convocar a la población y retomar el papel de generadores de proyectos políticos, en los cuales se expresen los sentimientos, intereses, necesidades y aspiraciones de los diversos grupos de la sociedad.