domingo, 31 de agosto de 2014

DURANTE LOS RESTANTES 1360 DÍAS, ¿QUÉ?...

En medio de una gran expectación, los costarricenses escuchamos el anunciado informe sobre los primeros 100 días de la actual gestión gubernamental. El acto político reunió a muy diversos sectores, convocados a formar parte del esperanzador acontecimiento, sin precedentes en la vida política del país. Buena parte de los espectadores contemplamos el solemne escenario y seguimos con atención las palabras del mandatario, esperando encontrar en su mensaje las principales acciones emprendidas durante el corto tiempo en el cargo para el cual lo elegimos los costarricenses y, sobre todo, el señalamiento de los lineamientos con los cuales tratará de marcar el rumbo del país durante su administración. Ese momento sellaría el paso del exitoso candidato elegido con el beneplácito de una lujosa mayoría, al estadista capaz de conducir la nación en el esfuerzo por superar los grandes desafíos enfrentados para retomar el derrotero del crecimiento económico, la equidad y la inclusión social, tal y como lo propuso a lo largo del torneo electoral.
Señalar el camino a seguir en el período durante el cual se gobernará y compartir los focos estratégicos hacia los cuales apunta su gestión, es un hecho de un indiscutible carácter político, imposible de equiparar con un evento técnico o de traspasar a un plan de desarrollo.  Comunicar con claridad las grandes metas gubernamentales, puede ser el mecanismo más apropiado para invitar a la ciudadanía, sin exclusiones de ningún tipo, a incorporarse a su consecución, desde la posición en la cual se encuentre cada uno. Para la aceptación de este convite, resulta indispensable salvaguardar la disposición a darle a cualesquiera de las frecuentes comparecencias presidenciales o a las críticas observaciones opositoras, el carácter de actos políticos de altura, episodios Políticos, así con P mayúscula, como anhelaba Rodrigo Facio fuera la vida universitaria, alejada de las “bajezas” y las “invectivas” reinantes hasta ahora en la vida política del país, para hacer florecer el ambiente positivo requerido en el avance por una nueva senda.
El esclarecimiento del camino a seguir es esencial  para comprender la naturaleza del pregonado cambio, con insistencia presente en el discurso electoral y ahora presidencial, sin ahondar aún en su contenido y sus alcances. ¿Se trata, como lo afirman algunos, de un cambio en el modelo de desenvolvimiento económico? ¿Consiste este en colocar en un lugar destacado en la agenda gubernamental el estímulo a la producción nacional, como una forma de generar empleo y de distribuir los beneficios del crecimiento económico?¿Continuará ocupando en el conjunto de sus propuestas un lugar preferente la diversificación y el estímulo a las exportaciones y la atracción de inversiones?¿Conduce este cambio a restaurar el equilibrio entre el Estado y el mercado, tiempo después de instaurada la sociedad mercadocéntrica?¿Se limita el cambio a tratar de poner en práctica una “nueva forma de gobernar”, transparente y blindada ante la corrupción?¿Se busca, como parte del cambio, revitalizar el Estado, luego de satanizarlo, colocándole como el asiento de todos los males?¿El camino es el de la machacada austeridad, con sus nocivas consecuencias en el crecimiento de la economía y el empleo o la multiplicación de las inversiones y el estímulo a las alianzas público-privadas para reactivar el desarrollo?¿Forma parte de esta mutación la arremetida contra las rentas medias, impulsadas por los ministerios de Hacienda y Trabajo, dejando de lado a las rentas más elevadas?¿Cuál es el cambio al que se nos invita a sumarnos a los ciudadanos y a las ciudadanas de esta nación?
Resulta difícil concebir la persistencia de aquel viejo pensamiento, según el cual “entre peor, mejor”. Entre peor le vaya al presidente y a su administración, mejor para mis intereses políticos o mayores réditos para mis aspiraciones particulares. Así como también resulta equivocado aquel remoto cálculo político de tratar de destruir al adversario, sin reparar en el medio, para luego convocarlo a dialogar o negociar.
En la cultura política costarricense no han ocupado un lugar preponderante ni el diálogo social ni la negociación política abierta, entre fuerzas antagónicas. En las condiciones actuales del sistema político costarricense, fraccionado en múltiples intereses y corrientes políticas e ideológicas, resulta ineludible la búsqueda de acuerdos, aunque solo sea para la elaboración de una agenda compartida por quienes estén dispuestos a lograr consensos, sin renunciar a los disensos, por una democracia y un país merecedor de los mejores arrestos de su ciudadanía.

Rescatar del discurso presidencial su llamado a un diálogo con los partidos políticos, en cuanto exista buena voluntad en todas las partes, puede traducirse en un provechoso fruto de una novedosa comparecencia y un controvertido mensaje, a cien días del inicio de este nuevo período en la vida política nacional. Colocar en la agenda de este diálogo el llamado, surgido de la oposición, a convocar a un proceso de concertación, reafirmaría el ánimo de unir las energías de la nación, en la búsqueda de un acuerdo por la democracia y el bienestar.

lunes, 4 de agosto de 2014

99 DÍAS...

¿Por qué 100 y no 99 o 101? El plazo podría resultar arbitrario en circunstancias tan distintas a aquellas en las cuales tuvo su origen, aunque así ha sido adoptado en muy diversas sociedades. Como sabemos, este período es una herencia histórica de la política estadounidense, proveniente de las medidas de corto plazo (medidas de choque), adoptadas por el Presidente Franklin D. Roosevelt en 1933 (primer New Deal), para enfrentar la Gran Depresión sufrida en aquel tiempo por los Estados Unidos. Su uso se generalizó por muy diversas sociedades democráticas, con el aliento de los medios, y se ha tomado como un momento relevante para la comunicación con la ciudadanía, después de concluido el acto electoral, en especial para compartir los avatares de la transición entre dos gobiernos de signos contrarios. En nuestro caso, del gobierno del primer partido ajeno al por muchos años reinante bipartidismo.  
Hace unos cuantos días, recibíamos las noticias del informe sobre sus primeros cien días de gobierno por parte de la presidente Bachelet, ¡algunos hasta se atrevieron a señalar porcentajes de cumplimiento de sus promesas de campaña! Alabada por diversos sectores, encuentra, por el contrario, en varios de sus críticos y en la maltrecha oposición, calificaciones de intrascendentes  o de poco calado a las medidas tomadas en ese corto período.
 La valoración sobre los primeros 100 días de gestión adquiere importancia como un hecho mediático, en el cual las nuevas autoridades gubernamentales ejecutan un acto de comunicación política, destinado a intercambiar con la ciudadanía sobre el estado en el cual encuentran el país y las decisiones de corto plazo tomadas desde el inicio de su administración. Pero, sobre todo, para compartir  las disposiciones políticas con las cuales se marcará el rumbo de su cometido, las decisiones sustanciales a adoptar durante el trecho restante a su recién iniciado mandato gubernamental.
Nadie, en su sano juicio, esperará que en 100 días se hayan resuelto los grandes desafíos enfrentados por el país, pero si se espera una clara manifestación en relación con las anunciadas “formas diferentes de hacer gobierno”, las pautas seguidas para concretar el cambio anhelado por muchos y la clara dirección de sus acciones futuras. Este es una demanda ciudadana de gran relevancia y un elemento trascendente para vigorizar el liderazgo y generar confianza entre quienes mantiene su distancia con los gobernantes, con independencia de las tonalidades preponderantes en el ejercicio del poder.
Concentrarse en un número de mediadas estratégicas para alcanzar los grandes objetivos de su gestión, sin abrir en demasía el abanico de sus iniciativas, puede resultar una manera apropiada de comunicar sus intenciones y de tratar de ganar respaldo en un medio receloso y severo con los políticos, aunque en esta oportunidad prevalezca entre buena parte de ellos “el beneficio de la duda”.  
Lograr una correcta comunicación sobre el sentido de la gestión, será fundamental para amortiguar las esperadas críticas, de diferente matiz, cuyo origen, de modo indefectible, serán las dispersas tiendas opositoras, ninguna de ellas dispuestas a sacrificar su actual o potencial caudal político, de percibirse siendo partícipes o condescendientes con el actual gobierno. Pareciera que, en la cultura política predominante en el país, coincidir o reconocer logros al adversario político no es una práctica común. Así como el diálogo y la negociación política encuentran pocos resquicios para generar acuerdos y construir decisiones, a partir de pensamientos y enfoques plurales.
Los medio de comunicación, por su parte, colocados en posiciones no siempre concordantes entre ellos, jugarán su papel y harán su diligente tarea de búsqueda de los flancos débiles y de interpelación, en consonancia con su entendimiento sobre el sentir ciudadano, a quienes les corresponde rendir sus primeras cuentas.  
El momento de los 100 días, considerados por algunos como un período poco trascendental o como un indicador convencional, puede ser entendido como un acontecimiento apreciable, en una sociedad necesitada de encontrar el rumbo y de contar con los liderazgos capaces de cohesionar a una ciudadanía inconforme y aún con la esperanza de que sea posible volver la hoja.
La comunicación política será la invitada de honor en este acto cuya mayor o menor trascendencia dependerá de los actores políticos encargados de su ejecución…