El
inicio oficial de la tregua llega sin una pausa en las agitadas redes sociales,
convertidas, junto a las visitas, reuniones privadas y sesiones de trabajo de
los equipos partidarios, en el medio más utilizado para darle continuidad al
fragor de la disputa electoral.
Los
tamales navideños estarán acompañados, en esta época, por el tema eleccionario,
encendido por los resultados de los estudios de opinión, divulgados durante las
últimas semanas, y por la intervención abierta y parcializada de un conocido
medio de comunicación, el cual, ante el inminente “peligro comunista”, en forma
evidente dejó de lado su pregonado equilibrio informativo.
Sin
proponérselo, diferentes actores, por lo general los pequeños grupos ganadores
con la implantación de las políticas de desregulación, la apertura económica y
la eliminación de los mecanismos redistributivos, con sus diatribas y el
intento por infundir temor en los votantes, no han hecho sino colocar en el
centro de la campaña al candidato objeto de sus ataques y preocupaciones.
Levantaron su figura y entre más leña seca le pongan al fuego, por ellos prendido,
más harán resaltar a quien aparece como la principal opción opositora a los
largos años de malestar acumulado.
Las
consecuencias de las percepciones de la ciudadanía, recogidas por los distintos
estudios de opinión, tienen efecto, asimismo, en las estrategias de los
partidos participantes en la pugna eleccionaria, en los acomodos de los distintos
grupos ideológicos o de interés y en su posicionamiento, así como en las
posibles alianzas vislumbradas hoy ante una eventual segunda ronda electoral.
Se
revolvieron las aguas y cada vez se menean más, conforme saltan al torneo los
viejos espíritus de épocas pasadas, con muy diversas tonalidades, ocultos en
las profundidades, pero nunca extinguidos de la subterránea cultura política
del país. La siempre riesgosa polarización social y política, acompañante
perenne en el proceso de
desmantelamiento del modelo incluyente de desarrollo costarricense, amenaza, de
nuevo, con su azarosa presencia, alentada por quienes emplearán todos los
recursos a su alcance para ocasionar, una vez más, el desnivel de la cancha en
la cual se disputa el partido.
Una
llamativa situación, originada con el inesperado resultado de las encuestas, lo
constituyen las variadas explicaciones al vertiginoso ascenso en las preferencias
electorales de José María Villalta, candidato del Frente Amplio: ¡Los
responsables son los medios de comunicación, por darle “tanta pelota” a este
político inexperto!¡El problema es con los jóvenes quienes no saben mucho de
política y están desinformados!¡Los culpables son los votantes incautos,
desconocedores de las maravillas del mercado y de los males provocados por el
Estado y la regulación!¡Los causantes de este desaguisado son los que a
propósito ocultan los avances del país y los logros alcanzados en los últimos
ocho años!
¡Cualquier
explicación mágica resulta válida, para tratar de desvelar aquel insólito y
perturbador fenómeno político!
Aunque
durante varios años numerosos estudios e informes, así como significativos
acontecimientos sociales, han advertido y mostrado el crecimiento sostenido del
descontento ciudadano, el enfado acumulado con los políticos tradicionales, la orientación de las políticas y el deterioro
y ausencia del Estado, el malestar con la corrupción y la ausencia de
transparencia en las gestiones gubernamentales y el desasosiego generado por la
situación del empleo, la inseguridad, la exclusión y las desigualdades sociales,
pareciera no resultar fácil la vinculación de estos fenómenos con las
características adquiridas por la coyuntura electoral.
Un
relevante desafío enfrenta Johnny Araya, el candidato del Partido Liberación
Nacional, quien aún, por poco margen, encabeza las preferencias electorales. El
aspirante presidencial nos anuncia un cambio en su estrategia electoral.
¿Renunciará además de su intento por buscar una contratación para dirigir el
país, a la esperanzadora vuelta a las raíces socialdemócratas de su partido? ¿Lo
llevará la búsqueda por afirmarse y por revertir la tendencia en las
preferencias electorales a un incierto movimiento a la derecha en relación con
su postura original? ¿Optará por ceder ante los proyectos de los posibles
aliados a los cuales no recurría cuando encabezaba holgadamente los estudios de
opinión y ratificaba su identificación con la socialdemocracia, de la cual fue
portadora su agrupación política? ¿Tendrá en cuenta en este viraje las demandas
y aspiraciones de los grupos mayoritarios de la población, pendientes de elegir
y capaces de inclinar la balanza?
Algunas semanas
restan para tomar una decisión y cada movimiento cuenta, sobre todo para atraer
a los numerosos votantes dispuestos a acudir a las urnas y todavía dudosos en
cuanto a quien finalmente favorecerán con su sufragio.



