sábado, 18 de octubre de 2014

EL ESTADO: ASIENTO DE TODOS LOS MALES...


http://david-davidovich.blogspot.com/2011/11/el-estado-minimo-nozick.html
¡Cómo olvidar los traumáticos ajustes estructurales de los años ochenta y noventa, aplicados  en la mayoría de nuestros países con el pregonado propósito de romper con el proteccionismo, reducir el tamaño y las funciones del Estado e introducir un nuevo patrón de acumulación!
Estas  medidas, nunca del todo ausentes, regresan de manera inevitable a nuestra memoria al mirar las políticas de austeridad que, como un fantasma, recorren  hoy Europa y otras naciones. En la nuestra se asoman, en forma recurrente, con frecuencia animadas por los ejemplos tomados de esas otras realidades o de los persistentes pensamientos de los actores en los cuales se sustenta el proyecto mercado-céntrico.
Los impactos de las profundas reformas del Estado, aplicadas en el marco del ajuste, tenían el propósito de “encoger” el Estado, según lo calificó Oszlack. Segmentos enteros de éste fueron trasladados al sector privado -medidas con las cuales se crean o se multiplican cuantiosos capitales-, algunas funciones estatales se trasladan a los gobiernos sub-nacionales y varias dependencias se mantienen, pero cumpliendo sus funciones en franco deterioro, producto de las agresivas políticas de movilidad laboral y de las drásticas reducciones en el gasto público, adoptadas con el anunciado objetivo de alcanzar el equilibrio macroeconómico. Reforma del Estado, en ese período, es sinónimo de achicamiento de su tamaño y disminución de sus funciones: el objetivo es implantar el soñado Estado mínimo.
Los cambios se efectúan en medio de un clima político-ideológico y de generación de opiniones, con un acusado papel de los medios de comunicación, en el cual el Estado se coloca como el asiento de todos los males vividos por la sociedad. La eliminación de la sociedad Estado-céntrica, con sus virtudes y sus defectos, y la transición a la sociedad mercado-céntrica, proclamada como el inevitable e ideal futuro, se produce, de manera más o menos radical, aquí y allá: era la época del pensamiento y el modelo únicos.
En la actualidad, varias naciones tratan de recuperar algunas de las funciones reguladoras, distributivas y de garante de los derechos de ciudadanía por parte del Estado, sin pretender la vuelta al estadocentrismo del pasado, sino creando, más bien,  las condiciones requeridas para avanzar hacia una sociedad ciudadano-céntrica, en cuyo avance se revitaliza el Estado y el mercado cumple con un destacado papel, pero se coloca a la ciudadanía en el centro del proceso de desarrollo.
Lo ocurrido en Costa Rica durante este período, presenta características diferentes, en algunos aspectos, en relación con la situación de otros países. Si bien los aires aperturistas soplan fuerte por estos lares y el pensamiento y las políticas de este tipo se enraizaron en esta sociedad, es importante hacer, en algún momento, un análisis comparativo sobre la profundización alcanzada por las reformas económicas y políticas en diversas sociedades latinoamericanas.
En los países centroamericanos, y en la mayor parte de los sudamericanos, por ejemplo, les resulta incomprensible la conservación en Costa Rica de una suerte de propiedad mixta de las empresas en sectores privatizados en aquellas otras naciones con la primera generación de reformas del Estado: banca, telefonía, producción y distribución eléctrica, seguros, pensiones…en nuestro caso, se mantienen las inversiones públicas en esos sectores y ¡hasta la producción de aguardiente continúa en manos del Estado!.
En las otras naciones predominó la privatización indiscriminada por la vía de la venta de empresas estatales -en muchas ocasiones a precios ridículos-, o el traslado de funciones públicas al sector privado. La subordinación de lo público por el mercado alcanzó, en estos casos, ribetes dramáticos. En Costa Rica, la vía adoptada fue la de la apertura: se abrió la competencia entre las empresas públicas y las privadas, posiblemente para algunos con la oculta esperanza de que las dadas por seguras ineficiencias estatales y las supuestas superiores condiciones de las empresas transnacionales conducirían, a cierto plazo, a la salida de las primeras del mercado.
Estas disimilitudes, fáciles de distinguir sin pasar de la superficie de estos procesos, encuentran en la porfía asumida en distintos momentos por la ciudadanía, un ineludible factor explicativo. La reiterada oposición a las reformas de este corte, su movilización e impedir que por medio de las urnas electorales los grupos anti estatales obtengan los sufragios suficientes para imponer sus proyectos, han sido situaciones esenciales en la definición del rumbo seguido por esta sociedad. Aunque los expertos siguen insistiendo en la “baja cultura política” del costarricense, algo deja en las mentes y la conciencia de un pueblo su secular vida democrática y por lo menos un desarrollado “olfato político” les acompaña en los senderos recorridos por su vida política.
La constatación de estas diferencias no menores en el camino aperturista seguido en las diferentes naciones, encuentra, eso sí, un elemento común en la arremetida contra los presupuestos públicos, la reducción drástica de las inversiones y el desmantelamiento o el deterioro de servicios esenciales prestados por el Estado.
El cierre o “cuasi cierre” de instituciones –recordamos hoy lo ocurrido con el Banco Anglo, INCOFER, el CNP y el IFAM, entre otras-, la movilidad laboral, el impedimento de sustituir al personal jubilado, el congelamiento de las plazas y los presupuestos, aplicados con algunas excepciones, condujeron a situaciones en las cuales un porcentaje muy elevado de los recursos recibidos por estas dependencias se dedicaran al pago de los salarios, con ausencia de financiamiento para cumplir eficazmente con los objetivos institucionales y ejecutar las tareas  correspondientes con la misión institucional. De igual manera, se redujeron, en forma sensible, las inversiones públicas, con los consecuentes rezagos en la infraestructura y sus negativas consecuencias para el desarrollo económico, social y ambiental de la sociedad costarricense.
Bajo estas condiciones, se cumple la profecía: el Estado con insuficientes  recursos y con sus capacidades disminuidas, reduce también sus capacidades y le resulta muy difícil atender a las crecientes demandas originadas en la sociedad, muchas de ellas provenientes de los sectores desprotegidos al modificarse las políticas y deteriorarse el sistema institucional. Se le pide eficacia a un Estado al cual se le estrechan sus recursos y se le disminuyen sus facultades. ¡El Estado continúa siendo el asiento de todos los males!
El mayor deterioro se presenta en el ámbito del Gobierno Central, mientras por otro lado crece una maraña de instituciones, con altos niveles de autonomía, con  presupuestos y condiciones de contratación y remuneración dispares entre ellas y, en forma categórica, en relación a lo ocurrido en las dependencias centralizadas. Esa es la realidad actual de buena parte de las entidades y el conjunto del sector público en el país, con modalidades heterogéneas de empleo y con recursos desiguales para cumplir con su misión.
Las arremetidas anti estatales son habituales y hacen su aparición, con periodicidad amparadas en llamativos “apoyos” externos, en aquellos momentos en los cuales se dictamina la existencia de un decretado por alguien “inmanejable déficit fiscal”. Surge de nuevo la reiterada y desacertada ficción según la cual la nación es como una familia y no puede gastar más del monto total de sus ingresos. En primer lugar, desde luego, habría de preguntarse de qué clase de familia estamos hablando, pues un buen número de ellas no logra obtener los ingresos necesarios para la subsistencia de sus miembros. ¿Será con una de estas numerosas familias con las cuales hacemos la comparación?
En segundo lugar la descabellada analogía deja de lado la capacidad con la que cuenta el Estado para generar ingresos adicionales con el propósito de atender las demandas de diversa índole surgidas en la sociedad, mediante la aplicación de las potestades fiscales con las cuales cuenta o del manejo de las medidas e instrumentos por medio de las cuales se reduzcan las colosales evasiones proclamadas por las propias autoridades gubernamentales. No es lo más eficaz, ni sensato, tratar de racionalizar el gasto y las inversiones públicas aplicando recortes generales, sin responder a determinadas prioridades u objetivos estratégicos originados en un explícito proyecto político al cual se adhiera la mayoría de la ciudadanía.
Mucho más sencillo les resulta, aunque evidentemente también más incoherente, recortar el gasto público o embestir contra las rentas medias, medidas con las cuales se gana el favor de los medios, el reconocimiento de las visiones cortoplacistas y el aplauso de aquellos intereses que encuentran, en estas decisiones, una forma de retraer cualquier intento de reforma fiscal con la cual quién quita  y se afecten a las rentas altas.
En el centro de la discusión política en el país sigue estando, aunque sea de manera soterrada, la puja por el modelo de desarrollo con el cual emprenderá la sociedad costarricense el camino al futuro.  Algunos personajes, a los cuales la ciudadanía costarricenses de manera reiterada les ha dicho no a sus pretensiones de gobernar el país, por sus propuestas radicales de austeridad y de claro corte anti estatal, encuentran espacios para promover, a contrapelo de lo decidido cuando corresponde por la ciudadanía, un nuevo e indiscriminado ataque a los presupuestos públicos, con todas las consecuencias que esto a la larga traerá en el menoscabado bienestar de la población, en el funcionamiento del maltrecho Estado costarricense y en el accionar de las instituciones democráticas.










domingo, 31 de agosto de 2014

DURANTE LOS RESTANTES 1360 DÍAS, ¿QUÉ?...

En medio de una gran expectación, los costarricenses escuchamos el anunciado informe sobre los primeros 100 días de la actual gestión gubernamental. El acto político reunió a muy diversos sectores, convocados a formar parte del esperanzador acontecimiento, sin precedentes en la vida política del país. Buena parte de los espectadores contemplamos el solemne escenario y seguimos con atención las palabras del mandatario, esperando encontrar en su mensaje las principales acciones emprendidas durante el corto tiempo en el cargo para el cual lo elegimos los costarricenses y, sobre todo, el señalamiento de los lineamientos con los cuales tratará de marcar el rumbo del país durante su administración. Ese momento sellaría el paso del exitoso candidato elegido con el beneplácito de una lujosa mayoría, al estadista capaz de conducir la nación en el esfuerzo por superar los grandes desafíos enfrentados para retomar el derrotero del crecimiento económico, la equidad y la inclusión social, tal y como lo propuso a lo largo del torneo electoral.
Señalar el camino a seguir en el período durante el cual se gobernará y compartir los focos estratégicos hacia los cuales apunta su gestión, es un hecho de un indiscutible carácter político, imposible de equiparar con un evento técnico o de traspasar a un plan de desarrollo.  Comunicar con claridad las grandes metas gubernamentales, puede ser el mecanismo más apropiado para invitar a la ciudadanía, sin exclusiones de ningún tipo, a incorporarse a su consecución, desde la posición en la cual se encuentre cada uno. Para la aceptación de este convite, resulta indispensable salvaguardar la disposición a darle a cualesquiera de las frecuentes comparecencias presidenciales o a las críticas observaciones opositoras, el carácter de actos políticos de altura, episodios Políticos, así con P mayúscula, como anhelaba Rodrigo Facio fuera la vida universitaria, alejada de las “bajezas” y las “invectivas” reinantes hasta ahora en la vida política del país, para hacer florecer el ambiente positivo requerido en el avance por una nueva senda.
El esclarecimiento del camino a seguir es esencial  para comprender la naturaleza del pregonado cambio, con insistencia presente en el discurso electoral y ahora presidencial, sin ahondar aún en su contenido y sus alcances. ¿Se trata, como lo afirman algunos, de un cambio en el modelo de desenvolvimiento económico? ¿Consiste este en colocar en un lugar destacado en la agenda gubernamental el estímulo a la producción nacional, como una forma de generar empleo y de distribuir los beneficios del crecimiento económico?¿Continuará ocupando en el conjunto de sus propuestas un lugar preferente la diversificación y el estímulo a las exportaciones y la atracción de inversiones?¿Conduce este cambio a restaurar el equilibrio entre el Estado y el mercado, tiempo después de instaurada la sociedad mercadocéntrica?¿Se limita el cambio a tratar de poner en práctica una “nueva forma de gobernar”, transparente y blindada ante la corrupción?¿Se busca, como parte del cambio, revitalizar el Estado, luego de satanizarlo, colocándole como el asiento de todos los males?¿El camino es el de la machacada austeridad, con sus nocivas consecuencias en el crecimiento de la economía y el empleo o la multiplicación de las inversiones y el estímulo a las alianzas público-privadas para reactivar el desarrollo?¿Forma parte de esta mutación la arremetida contra las rentas medias, impulsadas por los ministerios de Hacienda y Trabajo, dejando de lado a las rentas más elevadas?¿Cuál es el cambio al que se nos invita a sumarnos a los ciudadanos y a las ciudadanas de esta nación?
Resulta difícil concebir la persistencia de aquel viejo pensamiento, según el cual “entre peor, mejor”. Entre peor le vaya al presidente y a su administración, mejor para mis intereses políticos o mayores réditos para mis aspiraciones particulares. Así como también resulta equivocado aquel remoto cálculo político de tratar de destruir al adversario, sin reparar en el medio, para luego convocarlo a dialogar o negociar.
En la cultura política costarricense no han ocupado un lugar preponderante ni el diálogo social ni la negociación política abierta, entre fuerzas antagónicas. En las condiciones actuales del sistema político costarricense, fraccionado en múltiples intereses y corrientes políticas e ideológicas, resulta ineludible la búsqueda de acuerdos, aunque solo sea para la elaboración de una agenda compartida por quienes estén dispuestos a lograr consensos, sin renunciar a los disensos, por una democracia y un país merecedor de los mejores arrestos de su ciudadanía.

Rescatar del discurso presidencial su llamado a un diálogo con los partidos políticos, en cuanto exista buena voluntad en todas las partes, puede traducirse en un provechoso fruto de una novedosa comparecencia y un controvertido mensaje, a cien días del inicio de este nuevo período en la vida política nacional. Colocar en la agenda de este diálogo el llamado, surgido de la oposición, a convocar a un proceso de concertación, reafirmaría el ánimo de unir las energías de la nación, en la búsqueda de un acuerdo por la democracia y el bienestar.

lunes, 4 de agosto de 2014

99 DÍAS...

¿Por qué 100 y no 99 o 101? El plazo podría resultar arbitrario en circunstancias tan distintas a aquellas en las cuales tuvo su origen, aunque así ha sido adoptado en muy diversas sociedades. Como sabemos, este período es una herencia histórica de la política estadounidense, proveniente de las medidas de corto plazo (medidas de choque), adoptadas por el Presidente Franklin D. Roosevelt en 1933 (primer New Deal), para enfrentar la Gran Depresión sufrida en aquel tiempo por los Estados Unidos. Su uso se generalizó por muy diversas sociedades democráticas, con el aliento de los medios, y se ha tomado como un momento relevante para la comunicación con la ciudadanía, después de concluido el acto electoral, en especial para compartir los avatares de la transición entre dos gobiernos de signos contrarios. En nuestro caso, del gobierno del primer partido ajeno al por muchos años reinante bipartidismo.  
Hace unos cuantos días, recibíamos las noticias del informe sobre sus primeros cien días de gobierno por parte de la presidente Bachelet, ¡algunos hasta se atrevieron a señalar porcentajes de cumplimiento de sus promesas de campaña! Alabada por diversos sectores, encuentra, por el contrario, en varios de sus críticos y en la maltrecha oposición, calificaciones de intrascendentes  o de poco calado a las medidas tomadas en ese corto período.
 La valoración sobre los primeros 100 días de gestión adquiere importancia como un hecho mediático, en el cual las nuevas autoridades gubernamentales ejecutan un acto de comunicación política, destinado a intercambiar con la ciudadanía sobre el estado en el cual encuentran el país y las decisiones de corto plazo tomadas desde el inicio de su administración. Pero, sobre todo, para compartir  las disposiciones políticas con las cuales se marcará el rumbo de su cometido, las decisiones sustanciales a adoptar durante el trecho restante a su recién iniciado mandato gubernamental.
Nadie, en su sano juicio, esperará que en 100 días se hayan resuelto los grandes desafíos enfrentados por el país, pero si se espera una clara manifestación en relación con las anunciadas “formas diferentes de hacer gobierno”, las pautas seguidas para concretar el cambio anhelado por muchos y la clara dirección de sus acciones futuras. Este es una demanda ciudadana de gran relevancia y un elemento trascendente para vigorizar el liderazgo y generar confianza entre quienes mantiene su distancia con los gobernantes, con independencia de las tonalidades preponderantes en el ejercicio del poder.
Concentrarse en un número de mediadas estratégicas para alcanzar los grandes objetivos de su gestión, sin abrir en demasía el abanico de sus iniciativas, puede resultar una manera apropiada de comunicar sus intenciones y de tratar de ganar respaldo en un medio receloso y severo con los políticos, aunque en esta oportunidad prevalezca entre buena parte de ellos “el beneficio de la duda”.  
Lograr una correcta comunicación sobre el sentido de la gestión, será fundamental para amortiguar las esperadas críticas, de diferente matiz, cuyo origen, de modo indefectible, serán las dispersas tiendas opositoras, ninguna de ellas dispuestas a sacrificar su actual o potencial caudal político, de percibirse siendo partícipes o condescendientes con el actual gobierno. Pareciera que, en la cultura política predominante en el país, coincidir o reconocer logros al adversario político no es una práctica común. Así como el diálogo y la negociación política encuentran pocos resquicios para generar acuerdos y construir decisiones, a partir de pensamientos y enfoques plurales.
Los medio de comunicación, por su parte, colocados en posiciones no siempre concordantes entre ellos, jugarán su papel y harán su diligente tarea de búsqueda de los flancos débiles y de interpelación, en consonancia con su entendimiento sobre el sentir ciudadano, a quienes les corresponde rendir sus primeras cuentas.  
El momento de los 100 días, considerados por algunos como un período poco trascendental o como un indicador convencional, puede ser entendido como un acontecimiento apreciable, en una sociedad necesitada de encontrar el rumbo y de contar con los liderazgos capaces de cohesionar a una ciudadanía inconforme y aún con la esperanza de que sea posible volver la hoja.
La comunicación política será la invitada de honor en este acto cuya mayor o menor trascendencia dependerá de los actores políticos encargados de su ejecución…


jueves, 1 de mayo de 2014

CAMBIO, ¿QUÉ CAMBIO?

Los votantes costarricenses se inclinaron, en forma contundente, por un cambio. Sin embargo, revisando las expresiones y publicaciones efectuadas por el heterogéneo grupo de electores cuyos sufragios favorecieron a Luis Guillermo Solís, la aspiración de cambio, como resulta comprensible, es entendida de muy diversas maneras.
http://juandomingofarnos.wordpress.com/2011/03/30/
Para muchos de ellos, el cambio significaba evitar el continuismo, impedir a toda costa un nuevo gobierno del PLN. Un buen  sector de estos votantes estaría conforme con solo la presencia en los cargos gubernamentales de integrantes provenientes de otras tiendas y con poner un freno drástico a la corrupción.
 Para otros, las expectativas van bastante más allá, pues esperan una mayor eficiencia en la acción estatal, un gobierno con liderazgo, promoviendo el disfrute de los derechos humanos, sin exclusiones de ninguna naturaleza, actuando con  mayor transparencia y aplicando algunas rectificaciones en la orientación de las políticas públicas.
Por último, se puede distinguir a otro sector, no se sabe con cuanto nervio político y con cuanta expresión en el resultado electoral,  para el cual el cambio significa propiciar una reorientación en  el modelo de desarrollo instaurado en el país en la década de los años 80, aunque podrían aceptar la aplicación gradual de una serie de medidas orientadas en la dirección de superar el modelo en franco proceso de agotamiento.
Con un presidente cauto, maduro y negociador, como ha mostrado ser hasta el presente el presidente electo, es posible que tengamos un poco de cada cosa, en un marco de mutación paulatina, sin movimientos bruscos, teniendo presente la necesaria estabilidad en un momento en el cual el medio externo no resulta muy favorable y las evidentes vulnerabilidades, ocasionadas por el modelo de apertura económica, condicionan las aspiraciones, avances y profundidad de los cambios. La gran interrogante, en este sentido, es hasta dónde las copiosas expectativas de cambio le darán la oportunidad de mostrar, con hechos, su determinación de cambio.
En un contexto político complejo el calado de los cambios está limitado por las correlaciones de fuerzas existentes, en primer lugar, en el espacio parlamentario,  ámbito en el cual la multiplicidad de partidos representados y la diversidad de posiciones ideológicas existentes, colocan en un lugar preponderante a la negociación política. Pero, más allá de esto, existen condicionamientos y oportunidades de cambio originadas en el terreno de la sociedad civil, en el cual se mueven las organizaciones y movimientos sociales y tienen su asiento algunos de los significativos poderes fácticos, con un papel categórico en la orientación de las decisiones y las políticas adoptados en los planos públicos.
Desde hace bastante tiempo las ciencias sociales han dado cuenta de la existencia de grupos o sectores sociales sobre representados en las esferas de poder del Estado. ¡La modificación de estas asimetrías no se consigue de la noche a la mañana!
Con independencia de la presencia de estos procesos, no cabe duda en cuanto al acaecimiento de una modificación no menor en la vida política del país. Al observar la integración actual de la Asamblea Legislativa, la posición asumida por un académico, con un claro pensamiento crítico, en la presidencia del congreso, las alianzas establecidas para integrar el directorio del primer poder de la república, así como la emergencia de una nueva generación de políticos, con formas diferentes de actuación  y el llamado al diálogo y la búsqueda de acuerdos, parece evidente la aserción de un cambio.

Las expectaciones se mantendrán y la orientación y hondura de las transformaciones se irán despejando y se concretarán conforme avance el proceso político emprendido.

sábado, 19 de abril de 2014

“VOLVER A LAS RAÍCES…”

http://trastillo.es/comunidades.php?comID=9
Uno de los principales mensajes enviado a los electores por el Partido Liberación Nacional (PLN), durante la pasada campaña electoral, apuntaba al compromiso de volver a sus raíces socialdemócratas, aunque nunca se ahondó en el significado de aquel retorno, ni se explicó el sentido de tal propuesta. Tratando de leer entre líneas y de interpretar lo afirmado por algunos destacados miembros de esa agrupación política, pareciera tratarse de darle un viraje a las posiciones en las cuales se acomodaron hace unos cuantos decenios y en cuyos estrechos cauces se han sentido muy a gusto otros de sus dirigentes y,  en parte,  las  coaliciones de poder, con intereses muy claros y con una elocuente representación en el proyecto político y económico del otrora partido socialdemócrata.
Esas posiciones, generadoras de un áspero malestar ciudadano, con una constante presencia en la vida social y política del país, con intermitentes expresiones de descontento, un día sí y otro también, ante controversiales decisiones legislativas y gubernamentales, así como frente a las constantes denuncias de corrupción, encuentran su más abierta manifestación de oposición en el recién pasado torneo electoral.
El contundente no al continuismo, dicho de manera mayoritaria por la ciudadanía, mediante su voto, condujo a la peor derrota sufrida por este grupo político desde su fundación, aderezada con el insólito hecho del retiro de su candidato en plena segunda ronda electoral, ante el desconcierto, en primer lugar de su militancia, así como de su dirigencia y de todos los involucrados en la contienda electoral. La inusitada noticia traspasó con rapidez las fronteras y fue material para los comentarios políticos internacionales, hasta el final de la elección.
No se cuenta aún con una explicación convincente sobre el inesperado retiro del aspirante presidencial liberacionista, ni de su actuación, con la cual precipitó al abismo electoral a su partido.
Dos preguntas quedan pendientes de responder para quienes acometan la tarea de analizar con detenimiento lo sucedido en este proceso eleccionario. Por una parte, ¿el freno al continuismo, dictado por los votantes, fue el castigo ante unas reiteradas  malas gestiones y la ausencia de transparencia en la administración gubernamental del PLN o es también una muestra de desaliento con la orientación de las políticas instauradas en el país desde los años 80? Por otra parte, ¿Cuán profundos son los cambios experimentados por la sociedad costarricense y por su sistema político y hasta donde les resulta posible a los partidos más tradicionales renovarse o refundarse?
Hace diez años se publicó un trabajo elaborado por el hoy presidente electo, Luis Guillermo Solís, y  el politólogo Felipe Alpízar, sobre la crisis enfrentada por el PLN luego de sufrir dos derrotas consecutivas (1998 y 2002) y acerca del futuro de esa agrupación política. Señalan los autores lo siguiente:
             “En el caso del PLN esta situación es todavía más crítica pues no solamente está obligado a ganar las elecciones presidenciales y aumentar su representación legislativa y municipal. También deberá simultáneamente, si quiere preservarse como movimiento político de primer orden en el siglo XXI, emprender su refundación y completarla. Hacer lo uno sin lo otro conllevaría, por un lado, la posibilidad de que se ganen las elecciones pero se pierda el futuro; o a que, en el caso contrario, se pierdan las elecciones y no haya futuro al cual llegar con un partido transformado. El reto es por lo tanto doble y, también, ineludible” (Solís y Alpízar, 2004:7) (Las negritas son mías).
            Como lo sabemos ahora, se hizo lo uno pero no lo otro, se ganaron las elecciones del 2006 y del 2010, sin emprender la refundación y sin visos de tan siquiera proponérsela. Por el contrario, los dos triunfos alcanzados reforzaron sus prácticas y se olvidaron de la trasformación.  ¿Se habrá perdido el futuro, según lo vaticinaban Solís y Alpízar?
Mientras tanto, los electos como diputados liberacionistas, de acuerdo a lo divulgado por los medios, parecen moverse en el sentido opuesto a su propuesta de regreso a la socialdemocracia. Dicen estar tratando de construir una alianza con las agrupaciones más conservadoras representadas en el parlamento, con una manifiesta intención de acceder al control del directorio legislativo y, de esa manera, generar un bloque opositor a la concreción de los cambios propuestos por el candidato vencedor, con el respaldo mayoritario de los electores. Con una actuación de tal naturaleza demuestran haber hecho una mala lectura de los acontecimientos y del palmario mensaje enviado por la ciudadanía, en este aleccionador proceso electoral del 2014.


viernes, 31 de enero de 2014

¡A VOTAR...!

Muy pocos días nos separan de un significativo día para la vida política del país. La elección de nuestros gobernantes, por medio del sufragio emitido por la ciudadanía, es la forma mediante la cual se dilucida el camino por recorrer, en una sociedad cuya determinación ha sido, durante un largo trecho de su existencia, la alternancia en la conducción gubernamental y en la integración de su parlamento.

 En esta oportunidad, hay muchos motivos para sentir regocijo por la posible revitalización de nuestra democracia y por el interés ciudadano de asistir a las urnas electorales, con la convicción de contar con diversas opciones ideológicas y programáticas, en un marco político alejado del sincretismo reinante durante los últimos tres decenios. El inusitado interés generado por el torneo eleccionario se debe, en gran medida, a esa posibilidad ofrecida de escoger, entre diversas opciones viables, aquella más cercana a las aspiraciones y demandas de los electores. Hasta el momento, es claro para la ciudadanía de que no todas las propuestas, como solía ocurrir en el pasado,  son únicamente variaciones entre grupos de interés portadores del mismo proyecto. En esta oportunidad sí hay diferencias y estas son substanciales.

Ese reverdecimiento de esperanzas e iniciativas se da en medio de un proceso con elementos novedosos, entre los cuales sobresale el indiscutible papel desempeñado por las redes sociales, como uno de los mecanismos de comunicación política más sobresaliente, y un medio por el cual la ciudadanía se tiende a apropiar del proceso electoral. Esta es una manera de entender, entre otras cosas, cómo algún partido, con una muy escasa publicidad en los medios convencionales de comunicación, puede estar entre los punteros en cuanto a las intenciones de voto en diferentes encuestas de opinión. Atrás quedan las formas tradicionales de hacer política y de enfrentar las elecciones en la secular democracia costarricense. Las elecciones son una clara manifestación del cambio en la realidad política del país y sobre la relevante función de las tecnologías en las actuales interacciones sociales.

Estas modificaciones, como queda patente en esta oportunidad, no han sido bien comprendidas por parte de todos los participantes en la contienda electoral. El clima confuso, con inesperados desaciertos y actitudes alejadas de una positiva convivencia democrática, por parte de algunos actores relevantes, desconocedores, algunos de ellos, de los valores más profundos en la cultura política costarricense -o dispuestos a recurrir a cualquier artificio para defender sus, grandes o pequeños, intereses particulares-; parecen responder al desconcierto provocado en ellos por esas insospechadas situaciones surgidas en el proceso por concluir, en una primera ronda o en el posible balotaje.

La turbación, además de tocar a la  puerta de varias agrupaciones políticas, llegó también a otros sectores, provocando su pérdida de la compostura. Sobresale, entre estos, un medio de comunicación, el cual, más allá de su línea editorial, emplea todos los recursos a su alcance para expresar su oposición, en específico, a un partido político y a su candidato, dejando de lado el recato propio de la noble labor informativa. La última decisión, difícil de calificar, ocurre mientras elaboro estas anotaciones, ¡No publicar los resultados del estudio de opinión encargado, como es lo usual, a una prestigiosa empresa encuestadora!¡Más difícil de digerir resulta aún, alegar lo inconveniente de su publicación, desdeñando el criterio de sus lectores, y endosando las críticas a esta incomprensible actuación, a la supuesta presencia de una suerte de “teoría de la conspiración”!¡Válgame Dios!

Cuando los expertos efectúen sus análisis, una vez concluida la elección, encontrarán en el enfado ciudadano uno de los aspectos más relevantes en este crítico momento en la vida política de la nación. El descontento de la ciudadanía, con una expresión evidente en el período electoral, se había manifestado en diferentes momentos y en relación con varios proyectos, los cuales, por la indignación ciudadana, hicieron recular a las autoridades gubernamentales en su intento de ejecutarlos, sin reparar en la postura de la población sobre estas iniciativas. Los frecuentes casos de corrupción y los escándalos ligados a ellos, aderezan el malestar y enrarecen la convivencia ciudadana.

A diferencia de otras realidades, en Costa Rica la indignación se volcó al proceso electoral y podría provocar una destacada asistencia a la emisión del sufragio. ¿Cuál será al final el comportamiento de los electores?¿Cuál es la magnitud de ese disgusto de la ciudadanía y cómo se expresará en las urnas?¿Será más fuerte los temores originados en la denominada como la “campaña del miedo”, a la cual se han sumado hasta los candidatos y los partidos políticos que nadie se lo hubiera imaginado o se impondrá la indignación? Esto lo sabremos en muy pocas horas, al conocer el resultado de estas elecciones.


Es hora de acudir con alegría a las urnas y depositar nuestro voto sin aprensiones ni presiones externas, poniendo por delante nuestras más hondas convicciones y pensando en la posibilidad real de contribuir a retomar el rumbo incluyente de nuestro desarrollo. Depositar el voto con confianza, ánimo y esperanza, con la certeza de la solidez de nuestra democracia y de que en este proceso, sin duda, ha crecido en su fortaleza. ¡A votar!

jueves, 16 de enero de 2014

EL RECURSO DEL MIEDO

Tomado de http://www.peatom.info/castilla-y-leon/114744
La inesperada evolución de la campaña electoral, llega a un punto en el cual se van decantando las fuerzas electorales con mayores posibilidades de acumular una votación suficiente para alcanzar una victoria, en la primera o en la segunda ronda del proceso, así como de obtener una posición con la cual contar con una importante fracción legislativa en el próximo cuatrienio. Sabemos de la tendencia a “quebrar el voto”, recurrente en nuestros torneos eleccionarios, pero esto no impedirá, a quienes obtengan los porcentajes más altos de sufragios a su favor, contar con una robusta representación  parlamentaria.

Visualizar las posibles situaciones originadas con el comportamiento mostrado por los electores, resulta de mucha importancia para vislumbrar el futuro político del país. Hoy, para las diversas agrupaciones, las energías deben estar puestas en la obtención de los mejores resultados en la primera vuelta, pero sin dejar de lado un muy posible balotaje y, sobre todo, la necesidad de alcanzar acuerdos en el período durante el cual les puede corresponder encabezar el gobierno nacional. Es, en este aspecto, en el cual lo sembrado durante el desarrollo de  la campaña electoral, puede tener consecuencias significativas en el futuro inmediato. 

Es, asimismo, en ese marco,  en el cual deben considerarse las consecuencias de embarcase en una campaña basada en el miedo, generadora de animadversiones y una acentuada polarización política, en un período en el cual se requerirá de diálogo, acuerdos y la suma de voluntades, sin exclusiones de ninguna naturaleza, para superar los desafíos enfrentados por el país.  Casarse con los grupos más conservadores de la sociedad, condicionará las decisiones a tomar en el futuro. Esgrimir argumentos falaces para generar temor y tratar de influir en el comportamiento de la ciudadanía, pasará la factura cuando se deban buscar acuerdos y sumar esfuerzos para responder a las expectativas de los propios electores, atraídos hacia sus posiciones, empleando para ello mecanismos espuriosComo bien dice el refrán, ¡Quien siembra vientos recoge tempestades!

Ha persistido, desde hace ya bastante tiempo, una suerte de ceguera, producida por una penetrante visión ideológica, a la cual se suma una defensa a ultranza de intereses particulares, cuya presencia impide percibir con nitidez lo ocurrido en el entorno. Esto lleva a posiciones inflexibles y reticentes a introducir modificaciones, lo cual, a la larga y de manera paradójica, genera un enorme riesgo para los propios intereses de continuar disfrutando de  los beneficios de la situación actual. Por este motivo, lejos de preguntarse por las condiciones existente a su alrededor, prefieren recurrir al uso de recursos detestables y a prácticas con una clara tonalidad anti democrática.

Se han preguntado estos grupos, entre otras interrogantes básicas, ¿cuál es el motivo por el cual  el candidato con el talante y las posiciones, a las cuales se oponen, atrae a un porcentaje tan importante de los electores? ¿Cuáles son las causas por las cuales los candidatos de los partidos tradicionales enfrentan tantas dificultades para convencer a los votantes? ¿Por qué, en un momento determinado, la ciudadanía puso en un lugar secundario la posición en el espectro político  ideológico de los aspirantes presidenciales? ¿Se ha reparado en cuáles son las motivaciones por las cuales se tiende a asistir a las urnas y elegir por las posiciones por las cuales están optando? ¿Es válido afirmar una supuesta inclinación a la izquierda de buena parte de los electores costarricenses? ¿Cómo se explica el comportamiento electoral de un significativo porcentaje de los (as) jóvenes costarricenses?

Volver la mirada a la ciudadanía les permitiría encontrar las respuestas a esas preguntas. El acumulado enfado ciudadano explica su actual comportamiento electoral. La demanda de cambio arraigada en la población responde a su hastío con la extendida corrupción, la ausencia de respuestas a sus principales demandas, a la ineficiente acción del debilitado sistema institucional y el sentimiento de deterioro en los servicios básicos y en sus condiciones de vida, en una sociedad polarizada, en la cual han crecido las desigualdades y, de manera gradual, se pierde la cohesión social.

Las modificaciones en los modelos de desarrollo generan ansiedades y preocupación en quienes se sientes confortables con el estado de las cosas. Si estoy dentro del grupo ganador y mis beneficios se han multiplicado, es preferible seguir así y no hacer muchas olas. Todos recordamos la época de los ajustes estructurales y la calificación de la oposición a los traumáticos cambios introducidos en la economía, las instituciones y la política con el concepto del “miedo al cambio” o la “resistencia al cambio”. Fueron abundantes los estudios y análisis con los cuales se trató de explicar aquel “irracional” temor y de influir en su aceptación. Es evidente en nuestras sociedades la necesidad de buscar el equilibrio perdido, algunos se resisten al cambio y están dispuestos a emplear cualquier recurso a su alcance para impedirlo.

El paso de una  sociedad “estado céntrica” a la actual sociedad “mercado céntrica”, permitió generar cambios significativos en las estructuras productivas y en la economía, pero tiende a concentrar los frutos del crecimiento y a provocar desigualdades y polarización social. La introducción de rectificaciones, con las cuales se procure un equilibrio entre Estado y mercado y la redistribución de los beneficios y las oportunidades, resulta indispensable para promover el desarrollo. Efectuar ese movimiento, al cual se opone el fundamentalismo del mercado, no es una tarea sencilla, pero debería ocupar un lugar preponderante en la agenda política del país.

Recurrir a la estrategia del miedo, creadora de polarización, puede ser efectiva en algunos grupos de votantes en la inmediatez de una campaña; pero sus perjuicios, a más largo plazo, serán difíciles de reparar y ahondarán las confrontaciones y desacuerdos en los cuales se ha enfrascado este país, desde hace ya bastante tiempo. Este ambiente enrarecido, así como  el crecimiento de la crispación política, multiplicarán las divisiones y harán brotar más “duendecillos” generadores de preocupación en quienes no pretenden rectificar, a pesar del manifiesto enfado ciudadano.