Existen
fenómenos extendidos en forma global por las más diversas sociedades, con manifestaciones
singulares en el contexto particular de las naciones o las regiones en las
cuales tiene su presencia. Uno de ellos, cuya multiplicación en épocas de
dificultades económicas, sociales y políticas adquiere una acentuada
propagación, es el de la xenofobia, repudiable comportamiento generador de
lamentables violaciones a los derechos humanos.
La Real Academia Española define la xenofobia como el odio, la repugnancia o la hostilidad hacia los extranjeros. Este tipo de discriminación tiene su
origen, con mucha frecuencia, en una
serie de prejuicios sociales y culturales con los
cuales se justifica la animadversión hacia quienes por diferentes
circunstancias llegan a convivir en una sociedad distinta a aquella en la cual
nacieron.
La segregación social o la exigencia de adaptación
cultural, ante la percepción de la amenaza de perder la “identidad propia”, son
una consecuencia de los arraigados prejuicios históricos, por largo tiempo latentes
en la profundidad del tejido social, a los cuales las vicisitudes del presente
les hacen aflorar y manifestarse con ímpetu
en el proceder de los grupos sociales con mayores dificultades, potenciales o
reales, así como en los portadores de visiones ideológicas con un marcado signo
xenofóbico. Aunque resulte paradójico,
este es un fenómeno con una notable presencia en sociedades caracterizadas por su
amplio multiculturalismo.
En situaciones de
crisis socioeconómicas o con el surgimiento de condiciones de incertidumbre,
como las vividas hoy en diferentes países, en el Norte y en el Sur, los
sentimientos xenófobos se profundizan, producto de una pretendida competencia
por los puestos de trabajo con la población inmigrante y por las dificultades
de acceso y el deterioro sufrido en la calidad de los servicios básicos, tales
como la salud y la educación.
Culpar a los
inmigrantes por las dificultades surgidas en el mercado laboral o de los apuros
presupuestarios vividos por los sistemas de seguridad social, es un elemento
común en sociedades con entornos muy diversos. Así, por ejemplo, el periódico español El
País publicó, en su edición del 17 de octubre de 2013, la siguiente información:
“Los líderes de las instituciones comunitarias llevan meses preocupados por el
giro antiinmigración que han experimentado los discursos de muchos gobernantes
al calor de la crisis. La tentación de culpar al extranjero de los problemas
del Estado de bienestar ha llegado hasta el punto de arremeter no solo contra
los inmigrantes de terceros países, sino contra los comunitarios,
principalmente rumanos y búlgaros (El País, España, 17/10/13).
Desde el en
apariencia inofensivo chiste, cargado con frecuencia de animosidad, pasando por
las actitudes discriminatorias, la privación de los derechos laborales o el obstáculo
para el acceso a servicios públicos básicos, llegando hasta las acciones
abiertamente agresoras, en estos tiempos ejercidas también desde los estados y amparadas
en marcos jurídicos adoptados con el propósito de detener la inmigración
permanente, son todas ellas formas execrables de conducta xenofóbica, cuyo
surgimiento puede ser explicado por los motivos apuntados, pero inadmisible de
justificar en los albores del siglo XXI y en las llamadas sociedades del conocimiento.
El papel de los
medios de comunicación
suele ser muy destacada en el desarrollo de estos procesos. Su creciente
influencia en las diferentes manifestaciones de la cultura contemporánea, ejercida
por medio de la divulgación de informaciones, imágenes, modelos y valores, les
permite influir en las formas de comportamiento adoptadas por la población. Con
alguna insistencia se les cuestiona a los medios por el contenido de sus
mensajes y su reproducción de los prejuicios en los cuales se sustenta la
discriminación sufrida por los inmigrantes. Sustentar sus informaciones en
evidencias, a las cuales se puede recurrir con facilidad al existir profusos
estudios en relación con los temas migratorios de mayor interés público, es la mejor manera de evitar su
transformación en vehículos por medio de los cuales se propagan las visiones
absurdas y se refuerza entre la ciudadanía el sentimiento según el cual el inmigrante
constituye una amenaza para su supervivencia, su bienestar o su identidad.

