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| LA AGENDA POLÍTICA |
En
la vida social de una nación las relaciones de poder encuentran en el
establecimiento de la agenda política, el elemento esencial en el cual se
expresan las correlaciones existentes entre los diversos actores en pugna en el
escenario político. La agenda política se refiere a aquellos temas colocados en
el debate nacional, alrededor del cual giran los procesos de toma de
decisiones, entre ellos y de manera preferente en el ámbito parlamentario,
extendiéndose su discusión por los diversos espacios en los que se manifiesta la
actividad política, entre estos las omnipresentes redes sociales con sus virtudes y sus vicios.
Manuel
Castells, en su libro “Comunicación y poder” (Alianza Editorial, 2010), elabora
un definición sobre el poder que, recoge la herencia weberiana y, desde mi
punto de vista, con una clara relación con la relevancia revestida por la
colocación de la agenda política. Para el autor, “El poder es la capacidad relacional que permite a un actor social
influir de forma asimétrica en las decisiones de otros actores sociales de modo
que se favorezcan la voluntad, los intereses y los valores del actor que tiene
el poder. El poder se ejerce mediante la coacción (o la posibilidad de ejercerla) y/o mediante
la construcción de significado partiendo de los discursos a través de los
cuales los actores sociales guían sus acciones.”
La
instauración de la agenda es un mecanismo idóneo para influir en las acciones y
decisiones de los diversos actores sociales y políticos. La posibilidad de colocar
los temas no siempre está en las manos de quienes ejercen el poder formal. Con
mucha frecuencia la agenda es establecida por poderes fácticos, entre los que
sobresalen los actores cuyos intereses son representados por los medios de
comunicación o por otros actores asentados en la sociedad civil. En otros
casos, cuando la correlación de fuerzas no favorece a los depositarios del
poder ejecutivo, es la oposición política la que termina imponiendo la agenda,
ya sea desde una sola agrupación política o desde una alianza de fuerzas cuyo
proyecto se podría mover en un sentido contrario al respaldado, en forma
mayoritaria, por medio de las urnas electorales.
Colocar
la agenda política es un hecho de especial importancia para los gobiernos, pues es la manera de darle concreción al
proyecto político, esbozado de manera implícita o, como sería lo deseable, de
manera explícita, por la relevancia de los discursos para darle
significado a la acción de los actores. Esto no siempre sucede así, sobre todo,
cuando las propuestas programáticos de los partidos políticos no son siempre
visibles, ni constituyen una guía para sus actuaciones.
Tratando
de hacer un ejercicio simple de política comparada encontramos, en otras realidades,
situaciones en las cuales la correlación de fuerzas políticas construidas en su
momento y el liderazgo ejercido por quienes ocupan las posiciones del poder
formal, logran posicionar los temas alrededor del que gira el debate y la toma
de decisiones políticas en esa sociedad. Nos referimos al caso de Chile, en
donde, desde la campaña electoral la Nueva Mayoría y la presidente Bachelet,
colocaron tres temas esenciales en la agenda política de este país: a) La nueva
constitución; b) La reforma fiscal; y, c) La reforma educativa. Alrededor de
esas propuestas, de los proyectos derivados de ellos y de algunos otros, tales
como el tema del aborto, colocados por la propia alianza gubernamental, han
girado los debates políticos y las principales decisiones parlamentarias,
tomadas en los meses transcurridos desde el momento en que asume su segundo
mandato la presidente Bachelet.
En
el caso costarricense, si bien le fue posible al gobierno establecer un acuerdo
legislativo mediante el cual conquistó el directorio de la Asamblea
Legislativa, no ha conseguido un acuerdo programático más duradero, mediante el
cual pueda poner un conjunto de temas concretos en la agenda nacional. Es
importante, en este sentido, resaltar que no nos referimos aquí a aquella
agenda legislativa definida por el Poder Ejecutivo cuando le corresponde
hacerlo, ni a los contenidos de un documento predominantemente de carácter
técnico, como lo es el Plan Nacional de Desarrollo, sino a temas de tal
envergadura que susciten el debate nacional y conciten la movilización de
intereses diversos, a favor y en contra, hasta traducirse en decisiones
sustanciales para enfrentar los grandes desafíos del país. Es la colocación de
estos temas en la agenda nacional la forma mediante la cual se marca el rumbo
que se quiere dar a la sociedad en este momento crucial en su desarrollo.
¿Seguirán
siendo los medios de comunicación los actores con un papel preponderante en la
elaboración de la agenda política nacional?¿Continuarán los escándalos públicos
de diversa índole, significativos distractores de los temas relevantes para el
país, ocupando el lugar preferente asignado en el accionar político y en la
atención de la ciudadanía?¿Se impondrá la oposición política la encargada de
poner los temas de su interés en la palestra pública y en el espacio de la toma
de decisiones?¿Tendrá el gobierno la capacidad de lograr los acuerdos políticos
mediante los cuales le se factible impulsar aquellos temas considerados
sustanciales para marcar las rutas del desarrollo del país?



