En muy poco tiempo se presentan en América Latina dos abruptas situaciones
de ruptura del orden democrático: Honduras y Paraguay. En ambos casos se trata
de recubrir el derrocamiento de los presidentes en ejercicio, con un manto de
legitimidad institucional. Aunque en entornos diferenciados y con condiciones
políticas desiguales, llama la atención en la deposición de los dos mandatarios
el corto plazo restante para concluir el período para el cual fueron
popularmente electos, así como la participación, en el proceso de remoción, de
los parlamentos, los partidos políticos tradicionales y grupos de poder
dispuestos a cambiar, a todo trance, el rumbo seguido por el desarrollo económico y político de su
país.
Estos golpes de estado, revestidos de una cuestionable legalidad, ponen en
evidencia la fragilidad de los regímenes democráticos establecidos en varios
países latinoamericanos, el significativo peso de la herencia autoritaria en
varios de ellos y la resistencia de determinados grupos a disminuir sus
prerrogativas y su poder. Permitir el libre juego de las ideas, aceptar la
posible diversidad de proyectos políticos en el marco democrático o incluir en
el proceso de desarrollo socioeconómico a sectores secularmente excluidos, es
un supuesto riesgo que estos grupos pareciera no están dispuestos a correr.
La impaciencia de algunos sectores ante los entrabamientos enfrentados por
un sistema institucional debilitado y un creciente descontento en relación con
el funcionamiento de los sistemas políticos, lleva a que hasta en democracias
más consolidadas, como la costarricense, se formulen con cierto desparpajo propuestas
públicas, cándidas o alevosas, de instaurar gobiernos de facto como una manera
de darle eficacia a la acción estatal. Al son de una cada vez más acentuada
anti política, de un creciente descontento de la ciudadanía y un persistente
deterioro de los sistemas institucionales, se entreabren algunas compuertas que
pueden conducir a decisiones y proyectos antidemocráticos, ante los cuales la
región no se encuentra necesariamente inmune.
Un aspecto primordial para darle continuidad al camino democrático en América
Latina es rechazar, de manera tajante, los hechos o intentos de ruptura del
orden democrático en los países de la región y no permanecer impasibles ante
las tentativas de regreso al orden autoritario en cualquiera de las naciones
latinoamericanas.
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