El anuncio sobre el inicio de las conversaciones de paz
entre el gobierno de Colombia y las FARC, abre una esperanza a la finalización
de un prolongado conflicto político y militar. La intranquilidad, la zozobra y
el dolor vivido con mayor intensidad en los territorios en los cuales tienen o
han tenido lugar los enfrentamientos entre guerrilleros, paramilitares y el
ejército, encuentran una oportunidad de finalizar en tanto se logre un acuerdo
mediante el cual concluya la injustificada confrontación. La noticia es
recibida con una mezcla de optimismo y escepticismo por una población que, en
su momento, presenció un muy publicitado y luego frustrado intento de
negociación. La ruta de la paz es casi siempre sinuosa y empedrada.
Para los centroamericanos se encuentra aún fresca la
difícil negociación y las presiones de diversa índole recibidas de varias
fuerza opuestas al logro de un acuerdo de paz. La obstinada gestión llevada a
cabo por el presidente Arias Sánchez, en conjunto con los otros presidentes
centroamericanos, y con el respaldo de la mayoría de los costarricenses, fue un
factor clave para alcanzar la firma de un acuerdo de paz.
No resulta sorpresiva para nosotros, por lo tanto, la ácida
crítica del ex presidente Uribe al gobierno de Colombia y su oposición al
diálogo con las FARC. Sus casi siempre radicales posiciones no le permiten
vislumbrar la negociación como un camino aceptable para poner fin al conflicto.
Otros personajes y grupos intransigentes inevitablemente se opondrán y estarán
dispuestos a colocar obstáculos al diálogo y la búsqueda del hace tiempo
esperado acuerdo.
Una guerrilla debilitada y sin posibilidad de darle una
salida militar a su proyecto, un gobierno con una posición más flexible e inclinado
a poner fin al conflicto por medio de la negociación, el apoyo recibido de
varios países dispuestos a facilitar la transacción y el respaldo interno
recibido por el gobernante, son condiciones esenciales para el logro de un
acuerdo aceptable para ambas partes y para la ciudadanía.
Para quienes observamos desde afuera y con gran respeto las
decisión adoptada por las fuerzas en pugna, en una gran nación en la cual
diversos fenómenos políticos y sociales le han imposibilitado gozar de un clima
de estabilidad y tranquilidad, solo nos queda expresar nuestro deseo de que el
diálogo conduzca a un arreglo definitivo y el anhelo de paz de un pueblo se
haga realidad.
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