domingo, 15 de septiembre de 2019

EN EL DÍA NACIONAL...


EN EL DÍA NACIONAL…
La celebración de las fiestas patrias es un momento de gran trascendencia para la ciudadanía. Diversos actos y símbolos generadores de identidad, abonan, en la dimensión espiritual, a nuestra cohesión social y a nuestra identificación como nación democrática e independiente. Como lo sabemos, la cohesión social también incluye, al menos, las dimensiones económica, social y política para que sea tal.

Los marchas escolares y colegiales, el recorrido de la antorcha de la independencia por todos los rincones del país, los desfiles de faroles, plenos de entusiasmo entre la niñez y sus familiares, el canto del himno nacional y de la patriótica costarricense, entre otros eventos, reverdecen los sentimientos de pertenencia e identidad.
Cuando observamos o somos partícipes de esta fiesta nacional, con emotivas expresiones locales, recordamos las semillas  esparcidas en las escuelas por nuestras maestras y maestros, sembradores de los elementos básicos que nos identifican como sociedad. La inmensa labor de los educadores y las educadoras, llevada a cabo con tenacidad y en muchos casos con sacrificio, es de reconocimiento obligado, con independencia de cuanto esfuerzo deba hacerse por mejorar la calidad de la educación.
Hijo de una maestra rural, viví muy de cerca la magnitud del trabajo desplegado por aquella inteligente y humilde mujer, colocando toda su energía, sentimientos y conocimientos en su tarea formativa, en la cual ponía ímpetu y amor.  Siendo parte de una familia numerosa, recuerdo hoy como entonces, cuanto nos gustaría a los hermanos y hermanas disfrutar de un poco más de tiempo con nuestra mamá, pero entendíamos plenamente, por sus claras explicaciones y el ejemplo de vida, su noble tarea. Aprendimos a disfrutar con intensidad aquel tiempo que era posible compartir con ella, luego de cumplir con su trabajo doméstico y las tareas escolares, gran parte de estas ejecutadas en el hogar.
Por eso duele, en un período en el cual la mediocracia se ha posado en nuestras principales instituciones republicanas, los discursos vacíos y confrontativos pronunciados por altas autoridades, en los cuales se llama vagabundos a quienes piensan diferente o se insiste en colocar al Estado, sus instituciones y sus funcionarios como el asiento de todos los males y de todas las faltas de virtud, cosechando aplausos en un pequeño sector de la sociedad y vanagloriándose del daño causado a muchos.
Hoy, lo políticamente correcto es ejercer la crítica despiadada, sin importar si se cuenta con evidencias, si la fuente son las ideas preconcebidas o si estas responden a posiciones ideológicas o intereses muy particulares. Informes institucionales, medios, gacetilleros y columnistas, ponen su acento en todo lo inicuo o pernicioso asentado en el denominado sector público, donde pareciera no existir nada meritorio, ni digno de preservar.
Hoy, por fin, se desveló el contenido del cambio prometido por la agrupación que tanto lo pregonó. Matricularse en el denominado “pensamiento único”, no por la ausencia de pensamientos diversos, sino por ser el único al cual se dio carta de legitimidad o de validez, pese a los rotundos fracasos repetidos una y otra vez, en todos los ámbitos de la vida social, en muy diferentes latitudes, conducirá a tiempos muy difíciles.
Es de esperar que nuevas corrientes y actores permitan equilibrar la desnivelada correlación de fuerzas instalada en el sistema institucional y el país retorne a la senda de la cohesión y el bienestar social, fuente de sus principales fortalezas. Eso nos permitiría seguir repitiendo con fervor el ¡vivan siempre el trabajo y la paz!

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