sábado, 26 de enero de 2013

NOTABLES RECOMENDACIONES


La presentación de las propuestas elaboradas por un distinguido grupo de ciudadanos, convocados por la Presidenta de la República con el propósito de entrgar al país una serie de recomendaciones “para avanzar hacia mayores niveles de funcionalidad y calidad de nuestra democracia”, ha llamado la atención y estimulado un significativo debate entre diversos sectores de la sociedad costarricense. Solo este hecho sería una ganancia para el país. La seriedad con  la cual estos ciudadanos emitieron su “criterio experto” y la colocación de su mirada y puntos de vista en temas cruciales de la institucionalidad política, nos permiten contar con propuestas rigurosas y con un material orientador para elaborar una agenda nacional e impulsar el diálogo y la negociación política requerida para convertirlas en decisiones  para agilizar el funcionamiento del Estado y sus vinculaciones con la sociedad civil.
Considero, por lo tanto, de que no se trata únicamente de manifestarse a favor o en contra de una o de todas las recomendaciones sometidas al conocimiento de la ciudadanía,  aspecto relevante en la vida democrática de la nación. Tratándose de temas tan sensible, ni siquiera el grupo de expertos logró alcanzar el consenso en el contenido de la totalidad de las propuestas. Es claro, eso sí, que estas apuntan a enfrentar una serie de temas considerados esenciales para tratar de mejorar la institucionalidad del país, sobre los cuales han existido preocupaciones, intercambios y debates. Las relaciones entre el Poder Ejecutivo y el Poder Legislativo y de estos con el Poder Judicial, el funcionamiento de nuestro parlamento o las relaciones entre el Estado y la sociedad, así como la organización y funcionamiento de la administración pública, para citar algunas de las áreas de trabajo de los expertos, son temas recurrentes en el análisis y el pensamiento de diferentes actores de la vida nacional.
Pareciera que llegó el momento de concretar las criticas e inquietudes en propuestas y medidas, para buscar soluciones mediante el entendimiento y la negociación.
Desde luego que es clara la intención de la comisión de centrar  el análisis en los aspectos institucionales, con lo cual se dejan de lado otras preocupaciones de los costarricenses. A pesar de la mención al tema de la pobreza, es imposible dejar de lado en este análisis y en la generación de recomendaciones, el desafío originado con el crecimiento de las desigualdades y la exclusión social, así como la necesidad de reforzar las políticas universales en asocio con las medidas de focalización. Estos fenómenos tienen una relación directa con la pérdida de credibilidad sufrido por las instituciones –recordando, por cierto, que la credibilidad es un atributo de estas, por lo cual son las instituciones quienes ganan o pierden la credibilidad, no los ciudadanos-, y en la disminución constante de la confianza de la ciudadanía en ellas.
Buena parte de las razones por las cuales se deteriora la credibilidad institucional obedece al sentimiento, compartido por grupos importantes de la sociedad, en el sentido de que las instituciones, ni los políticos, se preocupan por su suerte. Esto genera pérdida de identidad, de sentido de pertenencia y de cohesión social. Por este motivo, se debe responder a algunas preguntas clave, ¿Eficacia del funcionamiento y de la calidad de las instituciones para qué?¿A cuáles demandas de la sociedad responderán con prioridad las instituciones?¿Permitirá el mejoramiento en su calidad disminuir las desigualdades y la exclusión y promover la inclusión y la cohesión social?
Las recomendaciones, por su calado, tendrán una vigencia y alimentarán procesos que necesariamente irán más allá del período aún faltante para concluir el actual ejercicio presidencial. El gobierno actual, convocante de los expertos, puede dar inicio al diálogo, la negociación y la generación de las propuestas a adoptar en los ámbitos correspondientes, pero buena parte de ellas requieren, al menos, de un plazo superior al de la gestión Chinchilla Miranda para su concreción.
En ese sentido, el mejor destino para las recomendaciones de la comisión es que estas sean recogidas, analizadas e incorporadas en sus propuestas de programa gubernamental por los partidos políticos o las coaliciones aspirantes a conducir los destinos de la nación en el futuro próximo. Hacer de estas recomendaciones uno de los elementos para la discusión en el marco del torneo electoral que se avecina, será un buena manera de aprovechar este notable esfuerzo ciudadano y gubernamental.

domingo, 2 de diciembre de 2012

EL TEMPLO DEL MERCADO


La inauguración de un nuevo templo, en un lugar estratégico del Área Metropolitana, moviliza a miles de fieles, a pesar de anteceder tan solo por unos cuantos días a la máxima celebración, denominada como el “viernes negro”, a la cual acuden fervorosos y dispuestos a cualquier sacrificio con tal de adquirir el preciado bien ofrecido por los mercaderes contemporáneos.

La denominación de este viernes con la connotación racista según la cual se identifica lo negro con lo negativo, lo maligno o lo pernicioso -por ejemplo, “mercado negro” o “negro porvenir”-, celebrado el día posterior a la conmemoración estadounidense de la “acción de gracias”, genera un verdadero caos en los templos principales o en las capillas de menores dimensiones. El mall es el más venerado santuario de la sociedad mercadocéntrica y el más visitado en estos tiempos.

Conforme se acerca una época de máximo culto al consumo, la frenética carrera por adquirir bienes, con los cuales se satisfacen diversas necesidades, alcanza matices sobrecogedores. La última manifestación ocurre ante el llamado de una cadena comercial transnacional, ante el cual hacen largas filas y corren presurosos los feligreses, dispuestos a gastar el aguinaldo, aún no recibido, o a pintar de rojo el plástico con el cual hacen su triunfal ingreso al mercado de consumo. Los zafarranchos ocurridos al interior de los establecimientos, sin reparar en el irrespeto al sagrado santuario mercantil, expresan hasta donde se está dispuesto a llegar con tal de satisfacer aquel efímero apuro.

El principio de la moderación, precepto generalmente aceptado para guiar nuestras conductas, se deja de lado ante la majestuosidad de las pantallas planas, las tabletas y los juegos electrónicos. ¿Quién podría moderarse ante el deseo de acceder a una pantalla táctil, un móvil inteligente, un XBox 360 o un artefacto de 3D? ¿Quién podría aguantar ante un apreciable descuento en el precio de aquel producto por tanto tiempo anhelado? ¿Quién no se rinde ante los íconos de la triunfante devoción de nuestra época?

Como ocurre en otras religiones, en este caso no hay límites formales al ingreso a los templos, pero no así para alcanzar la principal aspiración de obtener aquellos apreciados bienes con los cuales transitar al edén. Cualquier persona, sin importar su condición social, puede acceder a sus instalaciones y admirar los fetiches tantas veces  contemplados por la televisión, pero el camino a la gloria está reservado a una parte de la población; la otra, la excluida, continuará mirando de lejos aquella desigual sociedad de la cual no pareciera formar parte.

Mientras tanto, pienso en el momento más oportuno para tocar a las puertas de algún santuario, para adquirir los regalos para mis amigos y familiares, en esta cultura de mercado en la cual  estamos envueltos, aunque tratemos de resistirnos y de escapar del fanatismo al culto de nuestro tiempo.

jueves, 22 de noviembre de 2012

LA CEGUERA DEL PODER


El poder enceguece y cuanto más perdura su goce, más obcecado es el actuar de quien lo posee. Tener la posibilidad de imponer sus proyectos y pensamientos, así como la capacidad de determinar la orientación final de las decisiones, aun en contra de la voluntad de quienes no les queda una opción diferente a la de cumplir, es una de las más relevantes expresiones del poder.

El acatamiento surge por muy diversas razones, entre las cuales se encuentra la simple relación de liderazgo, ejercida por alguien a quien se le atribuyen cualidades excepcionales; por la práctica de la autoridad formal, asignada por el desempeño de un cargo con pocos límites o contrapesos; por las expectativas de obtener recompensas futuras, con su actitud sumisa de hoy; por el temor a perder determinadas prebendas; por el intercambio generado en los vínculos de clientela; o por la facultad de “doblar brazos” y de “torcer voluntades”, por parte de quien o quienes ejercen la dominación.

La reiterada imposición de sus propósitos, con independencia de la valoración efectuada sobre ellos, así como la extensión de las redes por las cuales se explaya su autoridad, conduce a la desatención o la pérdida de algunos principios básicos en la convivencia política democrática. Entre estos se encuentra la sujeción a las normas jurídicas, sin interpretaciones acomodaticias de ellas; el respeto a las atribuciones de las diferentes instancias institucionales; el equilibrio entre los distintos poderes del Estado; el respeto a la pluralidad política, condición en la cual se sustenta el diálogo y la negociación, ineludibles en un contexto de vida democrática.

La prolongada permanencia en el poder genera el nocivo sentimiento según el cual “todo lo puedo”, sin importar los procedimientos o los límites establecidos por la sociedad. Se hace suya la frase, “es mejor pedir perdón, a pedir permiso”. Acostumbrarse a la posibilidad de imponer la voluntad, sobre todo cuando la oposición a esas pretensiones es débil o fragmentada, conduce de manera casi inevitable a generar tan solo una tenue distinción entre el manejo del poder en el marco democrático, la arbitrariedad y el autoritarismo. Desatender o desdeñar el malestar o la protesta ciudadana, surgida como resultado del disgusto con las actuaciones consideradas improcedentes, forma parte de esta ilegítima actuación.

Cuando brotan situaciones como esta, resurge con fuerza la regla democrática, no escrita, de la alternancia política, entendida como el necesario relevo en los grupos o sectores cuyo control casi ilimitado del poder, les conduce a un inconveniente manejo de la autoridad. El cambio periódico en la conducción de instituciones esenciales en el funcionamiento del sistema político, tales como el parlamento y el poder ejecutivo, puede convertirse en un mecanismo apropiado para evitar el perjudicial continuismo, la antidemocrática perpetuidad en el poder y el inadmisible deslumbramiento, sufrido por quienes hacen del abuso una práctica cotidiana.

jueves, 8 de noviembre de 2012

¿A QUIÉN BENEFICIA LA GUERRA SUCIA?


Los procesos electorales constituyen un aspecto medular en el funcionamiento de los sistemas democráticos. Con el tiempo, los torneos eleccionarios se perfeccionan y aparecen asesores profesionales, especializados en diferentes campos de este acontecer político y con diversas propuestas estratégicas sobre cómo enfrentar las competiciones por el acceso al poder formal. En el arsenal estratégico empleado en los disímiles contextos en donde se llevan a cabo las justas, sobresale una herramienta muy particular: la denominada “guerra sucia”. Consiste esta en el uso de todos los medios al alcance, con el propósito de hacer resaltar los defectos, debilidades o conductas consideradas reprochables por parte del rival, hasta lograr desprestigiar o degradar su figura y tratar de conducirlo a la derrota electoral.

Estos estrategas no se andan con contemplaciones y están dispuestos a emplear cualquier recurso disponible, hasta conseguir sus fines. En este caso cobra total vigencia el precepto, según el cual, “el fin justifica los medios”. Emplear los recursos tecnológicos para recopilar toda la información posible sobre el contrincante, dar seguimiento a la trayectoria pública y privada, buscando dar con las tachas, y acumular los elementos susceptibles de alimentar los rumores o de traducirse en información para su divulgación por los medios de comunicación o las redes sociales, son acciones con las cuales se entreteje la trama de esta batalla subterránea.

En el desarrollo de la “guerra sucia”,  la utilización de los medios de comunicación es una medida muy destacada. Para los promotores de estas acciones, convertir los datos obtenidos de manera paulatina en información confiable y en capacidad de alimentar la oferta mediática, constituye un mecanismo básico para dar sentido a la inversión de recursos intensamente efectuada. Los efectos positivos en el rating, producidos por las denuncias o los escándalos políticos, en una situación en la cual los medios aparecen como paladines en la lucha contra la corrupción, así como la ocasional comunidad de intereses existente con los ocultos causantes de los escándalos, los colocan en la posición de aliados preferentes para la obtención de los resultados esperados con la aplicación de la táctica diseñada. Por esta vía se trata de aprovechar  la labor esencial y permanente de control, denuncia, crítica e información, cumplida por los medios de comunicación en la vida democrática de estas sociedades, para el logro de los fines perseguidos con la aplicación de su estrategia.

Pero, ¿quién gana en una batalla con esas características? Resulta harto difícil encontrar un claro vencedor. Pero sí es posible distinguir a los grandes perdedores: políticos, partidos, gobernantes  y, en general, el sistema político. Cada escándalo brotado, cada rumor propalado o cada imputación generada, de forma justa o injusta, abonan al creciente descrédito sufrido por los políticos y a la pérdida de confianza de la ciudadanía en las instituciones, las agrupaciones y sus líderes. Quienes se declaran ganadores, en una elección llevada a cabo en esas condiciones, deja tras de si  una estela de desprestigio, con la cual no solo se perjudican sus oponentes, sino el conjunto de la denominada como la “clase política”, incluyendo al supuesto ganador. Las consecuencias de un proceso de esta naturaleza, se perciben con claridad en la ausencia del respaldo político requerido para el ejercicio del poder. El escándalo político suma, en forma intensa, a la con frecuencia llamada “ingobernabilidad democrática”. Es, como dice la expresión popular, “cuchillo para su propio pescuezo”.

sábado, 27 de octubre de 2012

GOLES Y GANAS...


Un aspecto de mucha relevancia en la competencia deportiva, es la disposición de ánimo del atleta participante en ella. La mentalidad ganadora, traducida en coraje y esfuerzo permanente, es un elemento básico en el funcionamiento de los equipos profesionales y con ella se distinguen los cuadros ocupantes de la elite deportiva mundial. En el futbol, el deporte espectáculo global de mayor influjo cultural, social y económico, la actitud ganadora adquiere una notable preeminencia.  

Las masivas movilizaciones de aficionados agrupados en torno a los equipos nacionales, expresión de los más acendrados nacionalismos, así como de los clubes locales y regionales, generadores de identidad,  a los cuales profesan devoción y de quienes reciben sinsabores, alegrías indescriptibles, frustraciones y enormes satisfacciones, por lo general suman energías y favorecen la mentalidad competitiva y la aspiración ganadora de los participantes en las justas futboleras.

En esta intensa comunión entre seguidores y deportistas es posible, para los primeros, dejar pasar los malos momentos o los fallos en los cuales incurre su equipo o los futbolistas de manera individual. Pero no existe el perdón ante la ausencia de coraje y garra para enfrentar los desafíos. Pelear por el orgullo del país, del cual son sus representantes, o por los colores de aquella oncena, portadora de sentimientos e identidades, encuentra la exigencia ineludible de “dejar todo en la cancha”, “pelear todos los balones”, “morir con la camiseta puesta”.

La indolencia o la flojedad son censuradas con energía por los simpatizantes, quienes no escatiman prodigar pasión y esperan recibir, en reciprocidad, entrega y disposición a buscar el triunfo en la batalla deportiva.

Esta interacción entre afición y atletas, en algunos casos puede resultar decisiva para los desenlaces producidos en los desafíos balompédicos.  En ciertas circunstancias, las desiguales capacidades existentes entre los conjuntos se ven compensadas y en algunos casos hasta superadas, por el arrojo y la bravura puestas en la cancha por el equipo con menos recursos futboleros.

Los grandes equipos del futbol mundial, tales como el Real Madrid y el Barcelona, combinan su extraordinaria calidad, con una gran intensidad de juego y una disposición a competir, prolongada durante los 90 o más minutos de duración de la contienda. Lo importante es subrayar ese componente de arresto y brío, presente en su accionar permanente, como un aspecto básico en el cual en gran medida descansa su alta capacidad futbolística.

Los recientes resultados obtenidos por dos equipos de futbol costarricenses en la Liga de Campeones de la CONCACAF, pusieron en evidencia la relevancia de la actitud y la disposición a batallar por alcanzar el resultado esperado, sin importar las condiciones en las cuales se lleva a cabo la competición. Uno de ellos, el Club Sport Herediano, haciendo frente a un rival con el cual pareciera estar equilibrado en cuanto a los recursos balompédicos, derrochó energía y coraje hasta lograr obtener el resultado requerido para lograr su calificación a la siguiente fase del torneo. 

El otro, la Liga Deportiva Alajuelense, enfrentó a un rival, notoriamente superior, sin asomo de combatividad o el deseo manifiesto de buscar un resultado y sin el coraje necesario para emprender la desigual competencia. La Liga le quedó debiendo a sus seguidores  y a la afición costarricense, no por el humillante resultado obtenido, sino por la ausencia de energía y espíritu de lucha, indispensables para competir con decoro ante un calificado contendiente. Deambularon por el césped de El Volcán sin alma , sin arrojo, sin…

lunes, 15 de octubre de 2012

JOSÉ MERINO DEL RÍO


Corría la década de los años 70 del siglo pasado, los jóvenes llenos de inquietudes sociales acudíamos a la Universidad de Costa Rica, buscando respuestas a las múltiples interrogantes surgidas en el convulso mundo de las revueltas estudiantiles europeas, la propagación del movimiento hippie, los intensos procesos de descolonización, los movimientos políticos alentados por la caliente guerra fría  y la insensata conflagración de Vietnam. América Latina vivía un período de transformación productiva e institucional, con un significativo ensanchamiento de la clase media, estimulado por la movilidad social ascendente, y la consolidación de una burguesía diferenciada de los grupos oligárquicos tradicionales. Las persistentes desigualdades sociales y el crecimiento de los grupos medios con nuevas aspiraciones y demandas, condicionaban la aparición de movimientos populares y conflictos sociales extendidos por toda la región.
Las discusiones sobre estos procesos ocupaban, en algunas oportunidades, los espacios académicos de las aulas universitarias. Pero había dos sitios en los cuales se concentraban los análisis informales, las discusiones y en algunos momentos hasta la confrontación: la soda Guevara y la plaza de Estudios Generales, asiento de  “el pretil”. En este último lugar eran frecuentes las concentraciones de estudiantes, movilizados por los más diversos motivos.
En esas reuniones sobresalía la figura de un joven con un particular tono, fácil de identificar con alguno de los tantos acentos  cobijados por el suelo español.  Locuaz y apasionado, sorprendía y atraía con su fundamentado pensamiento radical, su buena oratoria y el conocimiento de la vida política en su país de origen y en las naciones latinoamericanas, con las cuales había establecido un vínculo que no rompería jamás.
Estudioso y militante, ponía siempre en primer lugar su labor organizativa y su compromiso partidario. En algunas actividades era posible escucharlo entonar, con su potente voz, canciones de la guerra civil española:
“Con el quinto, quinto, quinto,
con el quinto regimiento,
madre, yo me voy al frente
para las líneas de fuego…”
            Forjado en la vida política estudiantil y más adelante en las luchas cívicas y populares, José Merino del Río se convirtió en una figura de primer orden en el medio social costarricense. Su pensamiento y sus postulados políticos, expuestos con ardor y adversados por muchos, no pusieron límites a su disposición al diálogo, la negociación y el disenso respetuoso. Su labor parlamentaria le valió el reconocimiento de quienes se identifican con sus propuestas y de quienes se oponen a ellas.
Al inicio del decenio de los 90, tuve la oportunidad de contar entre mis estudiantes con José Merino. Me encargaron un curso en la Maestría Centroamericana en Sociología de la Universidad de Costa Rica, sobre el tema de la globalización. Ese fue un momento para reencontrarme con él después de largos años. Los temas tratados en el curso y tener entre los estudiantes a José, se prestaba para el debate riguroso y el análisis permanente. Disentir y coincidir con él durante aquel semestre académico, fue una grata experiencia en mi vida universitaria.
Poco tiempo después tuvimos un encuentro en un momento de mucha tensión para el país. Las movilizaciones sociales surgidas a propósito de la aprobación del denominado “Combo del ICE”, tuvo como uno de sus líderes a José Merino. Nos correspondió a Sandra Piszk, Defensora de los Habitantes, a un representante de la iglesia católica y a los cuatro rectores de las universidades públicas, cumplir el papel de “facilitadores” de un extenuante diálogo entre los representantes de las diversas fuerzas opuestas al combo y el Gobierno de la República. Ese fue un momento en el cual puso a prueba su capacidad para defender sus puntos de vista y buscar acuerdos, sin renunciar a sus convicciones.
El último encuentro con José ocurrió hace unos cuantos meses, durante una reunión convocada por la Fundación Ebert para analizar los desafíos enfrentados por la integración centroamericana. Esa fue una buena oportunidad para constatar su persistente facultad para aportar en el estudio y la generación de propuestas para superar las enormes brechas del desarrollo en las naciones centroamericanas.
La partida física de José Merino del Río deja un vacío en la vida política del país, en un momento en el cual el diálogo social y la negociación entre los sectores con los más divergentes pensamientos, requieren de individuos con su talante, claridad, firmeza y voluntad de buscar los caminos para transitar hacia el bienestar, la inclusión y la equidad social.