sábado, 14 de enero de 2012

VIENTOS ELECTORALES


Dentro de pocos meses se cumplirán dos años de la gestión presidencial de la primera mujer en ocupar esta relevante posición en el sistema político de nuestro país.  Dos años nos separan, asimismo, del próximo torneo electoral.
Con distintos grados de intensidad, las diversas fuerzas políticas se encuentran, desde hace un buen tiempo, puliendo sus estrategias y definiendo  las maneras más convenientes, para sus intereses, de enfrentar las elecciones del 2014. Pero las diligencias van más allá de las agrupaciones políticas. Otros actores, para quienes las coaliciones, acuerdos y selección de los futuros candidatos resultan ser asuntos de primordial importancia, para conseguir el ambiente apropiado en el desarrollo de sus actividades,  toman el pulso a los acontecimientos y elaboran sus estrategias particulares.
Por esta razón, resulta un tanto paradójico escuchar los reclamos por la inconveniencia del inicio  anticipado de la campaña, sobre todo cuando se hace desde la propia trinchera electoral.  La preocupación, en estos casos, no es lo dañino para el país de las campañas tempraneras, sino cuánto se me pueden adelantar los contrincantes. Más aun cuando, por diferentes razones, se me dificulta “mañanear tempranito”.
Los vientos electorales  empiezan a soplar fuerte, sin notarse modificación alguna en las formas tradicionales de comportamiento político, entre los actores con un papel decisivo en el curso de estos procesos. No se avizora,  a estas alturas, un juicio claro sobre los severos problemas políticos vividos por el país, la riesgosa parálisis institucional, las dificultades del sistema para dar respuesta a demandas esenciales de la sociedad, el crecimiento sostenido de las desigualdades sociales y el progresivo malestar ciudadano.
El anhelado surgimiento de un liderazgo renovado, una generación de conductores políticos, con diferentes posiciones ideológicas, preparados para asumir la responsabilidad de revitalizar el sistema político, promover la eficiencia estatal, retomar la senda de la inclusión y el bienestar, así como de alentar la participación ciudadana, pareciera no haber logrado cristalizar plenamente aún. Esto será producto de un proceso social cuya concreción resulta incierta y, al fin de cuentas, será el resultado de la conjunción de diversas circunstancias, algunas de las cuales podrían tener un significativo costo social.
Mientras tanto, la situación del país tiende a empeorar y el requerimiento de la apertura de un espacio -o de espacios-, de diálogo social y negociación política, con la participación de todos los actores relevantes, se torna ineludible.  Dejando de lado la pretendida construcción del dado en llamar un “proyecto país”, es apremiante alcanzar compromisos sobre aquellos  asuntos específicos, en orden prioritario, para cuya solución se concreten los acuerdos y se aúnen las voluntades necesarias para  lograr los avances inmediatos, con una visión de largo plazo.
Para los electores resulta cada vez más evidente  el limitado efecto en sus vidas de un simple cambio de mandatario. Mientras no se destraben los nudos limitantes del funcionamiento político e institucional, la alternancia presidencial implicará variaciones en el estilo de gobernar, pero por si sola no produce las modificaciones sustanciales requeridas en el accionar del sistema político.
Estimular la confrontación política y esquivar el diálogo social y la negociación, en la coyuntura por la cual atraviesa nuestra sociedad, solo conseguirá retrasar la indispensable toma de decisiones para dar derrotero al desenvolvimiento político del país.
¡Ojalá la sensatez retome su lugar en la vida política de la nación!

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